Colaboración: La divina peluquera de Cannes

Por Sergio Berrocal    

Era un tiovivo de mil colores y de mil años de soledad y guarrería al que yo nunca me acerqué. Imaginaba mil serpientes diminutas y mortales que salían de los hocicos de los caballos para cumplir su voluntad de muerte. Era en Cannes, en el Festival de cine, pero nunca vi a ningún niño subido en aquel cacharrito de feria que giraba sin parar, con música del Tercer Hombre.
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Roman Polanski no consigue el perdón de la justicia californiana

El enésimo intento de apelación del cineasta franco-polaco Roman Polanski para que le sea levantada su orden de detención por el abuso sexual que cometió hace cuarenta años con una menor de edad en Los Angeles ha naufragado una vez más. El director, actor, productor y guionista ha visto cómo su oferta para cerrar el caso y volver a Estados Unidos -de cuyos tribunales ha sido prófugo durante cuatro décadas- ha sido rechazada por un juez.  
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Colaboración: Monstruosos odres flotantes

Por Sergio Berrocal   

Son pesadillas flotantes para cualquier barco medio y sobre todo para los barquichuelos de pescadores que de pronto se encuentran de frente una mole que levanta 16 plantas por encima del mar, con ocho motores diésel, 2706 camarotes para 6296 pasajeros, a los que sirven día y noche miles de tripulantes, cocineros, camareros, barman, mozos.
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Colaboración: Machos de película

Por Sergio Berrocal    

En una Europa convulsa, azotada por conflictos laborales, políticos, el terrorismo yihadista y otras monerías, parece que la gran preocupación de algunos es volver a ser machos, porque se supone que hasta ahora no lo eran o habían dejado de serlo.
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Colaboración: La angustiosa versatilidad del cine iraní

Por Sergio Berrocal    

El cine tiene, además de contar verdades como puños o fantasías como elefantes blancos, la obligación de maravillarnos siempre, de llevarnos de paseo por mundos que nunca conoceremos, presentarnos a gente maravillosa con la que nunca tomaremos café, y procurarnos historias que nunca viviremos. La cinematografía de Irán, del país cerrado por los ayatolá de la intransigencia, por la religión del absurdo erigido en libro sagrado, tuvo en sus comienzos en Occidente, cuando llevar una película iraní a un festival constituía casi un acto heroico, una acogida primero curiosa y luego encantada.
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