Colaboración: Machos de película
- por © NOTICINE.com
Por Sergio Berrocal
En una Europa convulsa, azotada por conflictos laborales, políticos, el terrorismo yihadista y otras monerías, parece que la gran preocupación de algunos es volver a ser machos, porque se supone que hasta ahora no lo eran o habían dejado de serlo.
Machos de película en technicolor de cuando un romano con túnica volvía loca a las esclavas (y esclavos) de Roma y cuando Cary Grant nos parecía el más macho de todos, hasta que se descubrió que le daban asco las tías y que lo suyo eran los tíos.
Nos quedaban otros prototipos. Humphrey Bogart, más feo que Picio el de Antofagasta, John Wayne, tan delicado como un arado de cuando los hombres sustituían a los animales. Y suma y sigue.
Machos que la Real Academia de la Lengua Española define: "los machos desarrollaron fascinantes comportamientos de cortejo para atraer a las hembras; el macho de la vaca es el toro".
Luego hubo en ese mismo cine, ya con las películas musicales danzarines y cantantes pavorosamente estilizados –Gene Kelly, Fred Astaire, la troupe de West Side Story y otros pocos— que dejaban dudas, pero bueno, se les cotizaba como machitos.
Los feos como Frank Sinatra o los requeteguapos como Dean Martin, todos eran machos a menos en las películas y eso es lo que contaba.
Pero en esta Europa que no puede más de pretensiones separatistas, el semanario francés L’Express, sale y dice: “¡Los machos han vuelto!”. ¿Vamos a tener que ser todos machos, machos de pura corteza de manitas de cerdo cuando el movimiento gay es cada día más poderoso e influyente?
Pertenecer al campo de los homos tiene sus ventajillas. Las señoras te hacen más caso, porque en principio saben que no tienen de qué preocuparse, te tratan con menos asco y hasta puedes conquistarlas.
El conflicto es para los que queremos permanecer entre dos aguas. Yo soy de los antiguos, de los normalitos sin más. De pequeño amé a Esther Williams, que era una nadadora de cine, adoré a Jane la de Tarzán, y tampoco le hacía ascos a Chita, la mona de la pareja.
Evolucioné según Hollywood adelantaba beldades y de la nadadora olímpica pasé sin grandes traumatismos a un sinfín de caras bonitas, incluyendo a Marilyn Monroe, Ava Gardner, que nos quitaba el seso a todos, y Grace Kelly, sobre todo cuando añadió a su movido curriculum la corona de princesa de un reino turístico que todavía sigue ahí en la Costa Azul, Francia.
En este aparente resurgir del macho, hay para todo. Una antropóloga francesa, Mélanie Gourarier saca un libro titulado enigmáticamente: “Alfa macho, seducir a las mujeres para apreciarse entre hombres”
En Francia, cuenta el semanario, se han vuelto locos en los gimnasios, en las redes sociales, con videos que excitan a la masculinidad caiga quien caiga.
En esta aparente guerrita nueva de los sexos, me gustaría apuntar que el hombre que escribió los más bellos versos de amor carnal en lengua castellana no fue precisamente un macho de los que al parecer están ahora de moda:
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
Aquel hombre de una delicadeza infinita fue asesinado por las tropas de Franco, durante la guerra civil española, 1936-1939. Lo mataron por maricón, razón de más para asesinar entonces a cualquiera. El poeta se llamaba Federico García Lorca y era natural de Granada, España.
Estoy convencido de que las dos especialistas de hombres y mujeres no sabrían decirme, o quizá sí, que esos maravillosos versos los escribió Federico García Lorca, un hombre que amaba tanto a los hombres que los mataron a tiros por ser lo que en la España de Franco llamaban despectivamente, y peligrosamente, maricón.
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En una Europa convulsa, azotada por conflictos laborales, políticos, el terrorismo yihadista y otras monerías, parece que la gran preocupación de algunos es volver a ser machos, porque se supone que hasta ahora no lo eran o habían dejado de serlo.
Machos de película en technicolor de cuando un romano con túnica volvía loca a las esclavas (y esclavos) de Roma y cuando Cary Grant nos parecía el más macho de todos, hasta que se descubrió que le daban asco las tías y que lo suyo eran los tíos.
Nos quedaban otros prototipos. Humphrey Bogart, más feo que Picio el de Antofagasta, John Wayne, tan delicado como un arado de cuando los hombres sustituían a los animales. Y suma y sigue.
Machos que la Real Academia de la Lengua Española define: "los machos desarrollaron fascinantes comportamientos de cortejo para atraer a las hembras; el macho de la vaca es el toro".
Luego hubo en ese mismo cine, ya con las películas musicales danzarines y cantantes pavorosamente estilizados –Gene Kelly, Fred Astaire, la troupe de West Side Story y otros pocos— que dejaban dudas, pero bueno, se les cotizaba como machitos.
Los feos como Frank Sinatra o los requeteguapos como Dean Martin, todos eran machos a menos en las películas y eso es lo que contaba.
Pero en esta Europa que no puede más de pretensiones separatistas, el semanario francés L’Express, sale y dice: “¡Los machos han vuelto!”. ¿Vamos a tener que ser todos machos, machos de pura corteza de manitas de cerdo cuando el movimiento gay es cada día más poderoso e influyente?
Pertenecer al campo de los homos tiene sus ventajillas. Las señoras te hacen más caso, porque en principio saben que no tienen de qué preocuparse, te tratan con menos asco y hasta puedes conquistarlas.
El conflicto es para los que queremos permanecer entre dos aguas. Yo soy de los antiguos, de los normalitos sin más. De pequeño amé a Esther Williams, que era una nadadora de cine, adoré a Jane la de Tarzán, y tampoco le hacía ascos a Chita, la mona de la pareja.
Evolucioné según Hollywood adelantaba beldades y de la nadadora olímpica pasé sin grandes traumatismos a un sinfín de caras bonitas, incluyendo a Marilyn Monroe, Ava Gardner, que nos quitaba el seso a todos, y Grace Kelly, sobre todo cuando añadió a su movido curriculum la corona de princesa de un reino turístico que todavía sigue ahí en la Costa Azul, Francia.
En este aparente resurgir del macho, hay para todo. Una antropóloga francesa, Mélanie Gourarier saca un libro titulado enigmáticamente: “Alfa macho, seducir a las mujeres para apreciarse entre hombres”
En Francia, cuenta el semanario, se han vuelto locos en los gimnasios, en las redes sociales, con videos que excitan a la masculinidad caiga quien caiga.
En esta aparente guerrita nueva de los sexos, me gustaría apuntar que el hombre que escribió los más bellos versos de amor carnal en lengua castellana no fue precisamente un macho de los que al parecer están ahora de moda:
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
Aquel hombre de una delicadeza infinita fue asesinado por las tropas de Franco, durante la guerra civil española, 1936-1939. Lo mataron por maricón, razón de más para asesinar entonces a cualquiera. El poeta se llamaba Federico García Lorca y era natural de Granada, España.
Estoy convencido de que las dos especialistas de hombres y mujeres no sabrían decirme, o quizá sí, que esos maravillosos versos los escribió Federico García Lorca, un hombre que amaba tanto a los hombres que los mataron a tiros por ser lo que en la España de Franco llamaban despectivamente, y peligrosamente, maricón.
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