Colaboración: Bruce Bronson, otro justiciero

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Bronson y Willis, un mismo personaje
Por Sergio Berrocal      

Más que en ningún otro lugar, en el cine hay que respetar a los muertos. Nadie encontraría a un actor capaz de encarnar al sheriff de “Solo ante el peligro” sin que Cary Cooper resucitara y le metiese una bala del 45 entre los ojos. Los personajes muertos habría que dejarlos descansar pero los contables están para contar y se pasan la vida urdiendo combinaciones para que lo que fue un gran éxito en las pantallas pueda volver a serlo, sin importarles entrar en el mundo del más allá y resucitar a quien haya que resucitar.

El norteamericano Bruce Willis ha sido y es en el cine una especie de guerrero del antifaz que quiere tener humor cuando intenta mandar siempre al otro mundo a sus enemigos y a veces lo consigue. Es un inmenso señor del cine pero que tal vez haga más de la cuenta. Pero son cosas de contabilidad palaciega, supone uno.

Ahora Bruce Willis estrenó una película en la que encarnar nada menos que al justiciero que Charles Bronson fue durante años y que finalmente le convirtió en un actor más querido de lo que era con el resto de su trabajo.

Con el rostro tortuoso que tan bien filmó Sergio Leone en "Erase una vez en el Oeste", Bronson bordó aquel personaje que le daba al gatillo de su Smith and Wesson cada vez que un bandido quería cometer o cometía una fechoría como la que a él le fundió una noche la vida.

Bronson llegó a identificarse de tal modo con el justiciero que sus películas parecían documentales. Tal vez en su subconsciente alguno de esos recuerdos que uno cree hundidos en el infierno para siempre volvía a la superficie de vez en cuando.

Ahora Bruce Willis, con la cara de malo malísimo, profesional de la liquidación a domicilio, que se ha ido construyendo en los últimos años, se ha metido en el pellejo de Charles Bronson y a priori parece una misión sino imposible por lo menos arriesgada. Son pocas las nuevas versiones que han convencido realmente.

El comisario más célebre de la literatura mundial, incluyendo la norteamericana, el pasivo Jules Maigret, inventado por el belga Georges Simenon, empezó a aparecer en la pantalla francesa con la cara eternamente malhumorada de Jean Gabin, quien consiguió imponerse en ese personaje bastante mustio, con una vida personal más mustia todavía, en un despacho mustio del ya desaparecido edificio de la policía criminal francesa del Quai des Orfevres.

Se impuso con ese personaje tan lleno de matices y tan difícil de matizar que el escritor belga había hecho triunfar primeramente en novelas populares que todavía siguen siendo muy apreciadas en el universo de la novela negra.

En Francia, patria finalmente de Maigret, Jean Richard, un actor más cómico que otra cosa, tomó el relevo de Gabin y el público lo aceptó. Pero posiblemente el que más acertó a meterse en el pellejo del comisario amamantado por la pluma de Simenon fue Bruno Cremer, intérprete de personajes muy fuertes y físicamente bastante alejado de la descripción que el novelista hace de su comisario.

Cremer era el tremendista que se había atrevido a expresar el mundo de un policía que nadaba en la ambigüedad de la cerveza y del aguardiente como ayuda obligatoria para la reflexión y la sed. El mismo que llevaba una vida personal tan extraña que apenas si Simenon da algunas pistas. El policía impermeable a todas los sentimientos, a menos que consideremos que el gusto de una cerveza a mediodía tiene algo que ver con el alma.

Otra celebridad mediática en el mundo de los policías clásicos es sin duda Hércule Poirot, que el británico David Suchet lleva años encarnando como nadie, habiendo logrado lo que a muchos podría parecer una caricatura del detective de bigote daliniano al que Agatha Christie convirtió en el mejor de todos, el único capaz de desvelar los secretos más vergonzosos y mejor guardados de la nobleza británica y sus alrededores.

Desde Peter Ustinov a Kenneth Branag, fueron varios los actores de talento que trataron de dar vida al detective. El único que ha sobrevivido es David Suchet.

Suerte, camarada Bruce Willis. No es justiciero quien quiere. Y menos en el cine.

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