Colaboración: El reverso de los Oscars

por © NOTICINE.com
Los ganadores de los Oscars interpretativos
Por Sergio Berrocal    

Amanezco este lunes exultante. He visto la ceremonia de los Oscars. ¡Cuánta cultura en tan poco espacio! ¡Cómo agradezco a mi ángel tutelar haber vivido para ver cómo le daban-quitaban un Oscar a "La La Land" que en realidad era para "Moonlight"! ¡Cuánta emoción, Virgencita de la Caridad del Cobre! ¡Por fin han homenajeado de rebote, creo que eso he oído, pero con la emoción todo está emborronado, al hombre que pasó ocho años en la Casa Blanca con un Premio Nobel que no había merecido! ¡Cuánta confusión, Judas Tadeo, tú que lo puedes todo!

La verdad es que estoy profundamente cabreado. ¿A quién le importa esa cocina mediocre que organizan todos los años en Hollywood para repartirse premios entre ellos y ordenar a los habitantes del resto del mundo qué películas (norteamericanas, por supuesto) tienen que ver absolutamente si no quiere que se les excomulgue? ¡Cuánta desfachatez, qué tomadura de pelo!

Con el maravilloso cine que teníamos en Europa…

Claro, me dirán ustedes, eran otros tiempos, aunque quien tuvo retuvo, que dice algún refrán.

Los niños de mamá de esta Europa decadente, hasta donde el principal parque temático es norteamericano, conocen los nombres de los principales actores y actrices norteamericanos, están al corriente de los dramas de esa pobre Angelina Jolie y seguro que esta mañana en el recreo ya pueden versar sobre los vestidos exhibidos en la gala de los Oscar.

Ah, que no… ¿Qué los niños estaban durmiendo? Muy mal hecho. Los niños europeos deben de asistir imperativamente a la gala de los Oscar porque el corazón del Imperio está allí en esa alfombra roja y si no nos mandarán naves nodrizas con Diana, la comedora de ratones, al mando para enseñarnos a vivir.

(Oiga, primo, ¿desde cuándo organizan en Estados Unidos veladas para gozar de nuestras galas maravillosas de puro cine europeo: Césars, Goyas, BAFTA?)

Mire, usted, señor Donald Trump, como Presidente de los Estados Unidos y actor malucho pero al fin y al cabo actor, tenía usted que haber presidido esa gala en lugar de sentarse con una pandilla de gobernadores para hacer rabiar a la gente de Hollywood. Luego no se enfade si le tratan mal y si Alex Baldwin sigue cachondeándose de usted con una imitación que realmente da pena, pero los norteamericanos se ríen y eso es lo principal.

Y me dicen, señor Presidente, que ni siquiera le abuchearon como usted se merece, que hasta algún comentarista le agradeció, un poco de cachondeo, claro, que gracias a usted los Oscars han dejado de ser racistas, porque antes era difícil ver a un actor negro recoger una estatuilla de esas.

Mientras estas fiestas ocurrían en Hollywood, mientras el resto del mundo se emocionaba por la cantidad de millones de dólares que se van a embolsar los productores norteamericanos metiendo sus películas en las salas de todo el mundo y sobre todo de la inocente Europa, la política de Donald Trump seguía siendo menos festiva.

Días antes de que Hollywood se vistiera de rojo, azul y morado, de que las actrices ensayaran sus mejores sonrisas o rictus delante de los espejos para que sus imágenes pudiesen ser vehiculadas a todo el mundo para mayor gozo de las taquillas, se informaba en París que un respetado profesor e historiador, el francés Henry Rousso, era detenido, erróneamente por supuesto, en el aeropuerto norteamericano de Houston, EEUU.

"Me detuvieron durante 10 horas en el aeropuerto internacional de Houston, a pique de que me metiesen en un avión de vuelta. El oficial que me detuvo "carecía" de experiencia", dijo el afectado.

El hombre, francés repito, de 62 años, había llegado a los Estados Unidos donde le esperaban en una universidad de Texas, la misma que consiguió poner punto final al desaguisado y que no le mandasen de vuelta a Francia.

Después de todo, ese señor no es un indocumentado, aunque parece ser que actualmente todos somos sospechosos.

Henry Rousso es conocido en el mundo como especialista del Holocausto y de la ocupación de Francia por los nazis. Vamos, que no se trata de un emigrante subsahariano cualquiera.

El hecho se produjo el pasado 22 de febrero y las informaciones llegadas de París indican que el profesor, judío francés, agregan, había nacido en Egipto.

El pasaporte francés, como todos los pasaportes, indica el lugar de nacimiento (place of birth) del titular.

Es de suponer que al policía de turno, "poco experimentado" dicen, se le encendió la luz roja cuando se percató de que el señor Rousso había nacido en Egipto, país musulmán pero NO uno de los de la lista negra del Presidente Trump, que en un decreto de finales de enero, por lo demás suspendido por la propia justicia norteamericana, señalaba siete países musulmanes cuyos ciudadanos tenían momentáneamente prohibida la entrada a Estados Unidos.

Hace años, viajar a ciertos países era muy peligroso para los periodistas, ya que entonces la profesión estaba reflejada en los datos de identificación del pasaporte, con lo cual eran detectados inmediatamente.

Esa mención fue suprimida con el tiempo, probablemente por razones de seguridad.

Las directrices del señor Trump dan a pensar que habrá que suprimir igualmente de los pasaportes la mención del lugar de nacimiento.

Entiendo, señor Presidente, que estas menudencias no tienen por qué quitarle el sueño y estoy seguro de que el baile de los gobernadores habrá sido muy divertido. Lo que no me dicen las gacetas es si al final la orquesta entonó o no un "Happy birthday" para usted, señor Presidente. Aunque no sea su cumpleaños, pero la ocasión lo merecía.

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