Crítica: "Candyman", remake producido por Jordan Peele del clásico de terror de 1992

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"Candyman"
"Candyman"
Por Emiliano Basile     

Bajo la dirección de Nia DaCosta regresa el hombre del gancho en versión siglo XXI en un film correcto cuya ambición le juega en contra. En los últimos años una tendencia se puso de manifiesto en el cine: hablar del racismo desde el género. Películas de western, musicales, pero sobre todo de terror, abordaron los años de abuso sufrido por los negros. Esta tendencia se subrayó con "Déjame salir / ¡Huye! / Get Out" (2017) del mismo Jordan Peele, y las series "Them" y "El ferrocarril subterráneo / The Underground Railroad", ambas de Amazon Prime Video.

Pero si hay que remontarse en el tiempo es "Candyman" (1992) uno de los primeros ejemplares del caso, que contaba la maldición producida luego de que un hombre que repartía dulces fuera injustamente torturado en 1890 y arrojado a las abejas. Ahora estamos en el barrio de Cabrini Green, pero esta vez con condimentos sociopolíticos más evidentes y explícitos que en la original. Los blancos son los villanos y por ende víctimas del hombre negro "convocado" al decir su nombre 5 veces frente al espejo.

El artista Anthony McCoy (Yahya Abdul-Mateen II) se muda con su pareja al barrio y, al desconocer la maldición, revive el asunto mediante su obra plástica que busca reivindicar a las clases bajas afroamericanas desplazadas por un emprendimiento inmobiliario. El subtexto aquí se presenta en primera plana, incluso en didácticos diálogos, para reafirmar el daño producido por la hegemonía blanca a la población afroamericana.

Pero la cuestión ideológica no es un problema en sí mismo ante tanta producción vacía de contenido para elaborar los relatos. El problema de esta nueva "Candyman" (2021) es que se vuelve pretenciosa, tratando de ser mediante su alegoría, algo más de lo que es: una película de terror con un gran personaje.

Porque ese es el gran mérito de Candyman, sumarse al panteón de los grandes monstruos que tiene a Freddy Krueger, Jason Voorhees y Michael Myers entre sus filas. Asesinos imbatibles, con cierto encanto e iconografía, dueños de una maldición con reglas propias.

Esta producción también escrita por Jordan Peele debería limitarse a explotar estas cualidades significativas que convirtieron en clásico a la película original. Y si luego logra hacer además una parábola social, bienvenida sea.

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