Crítica / Berlinale: "El Mauritano / The Mauritanian", libertad y perdón

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 "El Mauritano / The Mauritanian"
"El Mauritano / The Mauritanian"
Por Lucía Martín Muñoz     

El film "El Mauritano / The Mauritanian", de Kevin McDonald, con las actuaciones de reconocidos actores como Jodie Foster, Shailene Woodley, Benedict Cumberbatch y Tahar Rahim, se ha presentado este viernes en el apartado Berlinale Special, donde se agrupan las películas más populares en la selección del certamen alemán, que en su primera parte (virtual) acaba de terminar, aunque tendrá prolongación con suerte presencialmente en junio.

El largometraje narra la historia verdadera, a través de una adaptación de sus memorias, del mauritano Mohamedou Ould Salahi, quien fue captado por las fuerzas policiales estadounidenses tras asociarle con el grupo terrorista Al Qaeda, en un momento de furia nacional tras los atentados del 11 de septiembre.

El tema del film es la inocencia, la percepción de la misma por parte de un espectador que ve el caso desde fuera y al que se dirige con una confesión final en el juicio rompiendo la cuarta pared. Invita a la reflexión sobre aquello que parece no importar, pero nos une a todos, una realidad que compartimos, que lejos de ser subjetiva tiende a tener una versión veraz.

Las palabras de la abogada son claves para entender aquello que intenta dar a conocer el film: "Lo importante no es en lo que se crea, sino en lo que se pueda probar", poniendo así de manifiesto, que la verdad y la justicia, en muchas ocasiones no van de la mano.

A través de la cercanía y la humanidad se presenta al protagonista, encarcelado en una lucha de cuerdas, en la que solo se balancea y en la que no tiene ningún tipo de independencia. A la izquierda su abogada, Nancy Hollander (Jodie Foster) quien quiere sacarle de prisión al considerar que es inocente; a la derecha un militar, Stuart Couch (Benedict Cumberbatch) al que le encargan el caso con la finalidad de llevarle a la silla eléctrica.

Esta lucha de intereses pone de manifiesto sus diferencias y el conflicto entre estos personajes. Los dos al comienzo creen profundamente en su inocencia o culpabilidad, sin ni siquiera haberle dado la oportunidad de que contase su verdad. Sin embargo, el hecho de que abogada y militar compartan la necesidad de ser moralmente correctos y de respetar sus principios independientemente de las presiones que sufran, suscitan el desarrollo de una trama muy interesante a todos los niveles que los acaba uniendo.

El despliegue de medios para la realización del film es impresionante, desde los departamentos de arte, vestuario, maquillaje, pasando por la producción y la dirección de actores. Las actuaciones son sorprendentes, sobre todo las de Tahar Rahim que transmite humanidad por todos sus poros y cuyo brillo en los ojos nos hace empatizar aún más con esta situación tan cruel, que le llevó a pasar catorce años y dos meses en prisión sin ningún cargo.

Por su parte, la realización y la fotografía logran una cohesión increíble mostrándose tres historias en paralelo. La trama principal narra el proceso penitenciario y judicial que sufre Mohamedou; por otra parte, sus recuerdos en la cárcel que empequeñecen la pantalla en forma de ventana como aquellas usadas para ver los interrogatorios en las prisiones; y, una tercera, y la más humana, sus recuerdos del pasado que también se muestran en un formato más cuadrado que el típico 16:9, y que además se tiñen con un filtro de color ocre antiguo para evocarlo.

Todas las transiciones que se muestran son modales o formales, uniendo presente y pasado con gran belleza y naturalidad a la que el espectador se acostumbra y al que ofrecen una continuidad narrativa sin ningún tipo de laguna.

No sorprende que el largometraje haya conseguido ganar un Globo de Oro gracias a la magnífica actuación de Jodie Foster y que haya sido nominada a otros siete premios entre los que destacan la nominación a los Globos de Oro por Mejor Actor en Película de Drama para Tahar Rahim.

Aunque en Guantánamo decidió ser "El Mauritano" para que nadie supiese su nombre, aquí fuera, alejados de celdas frías y pequeñas, por desgracia, una nacionalidad te marca porque en esta dualidad del mundo, parece que solo hay dos bandos: el de los buenos y el de los malos. Su nombre es Mohamedou Ould Salahi, y después de catorce años obtuvo la libertad, aunque nadie le pidiese perdón.

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