Crítica: "Ghost in the Shell: El alma de la máquina / La vigilante del futuro", la coraza del fantasma

por © EscribiendoCine-NOTICINE.com
Scarlett Johansson, ciberheroína
Por Benjamín Harguindey     

"Ghost in the Shell" es uno de los fenómenos del anime japonés que tomó a Occidente por sorpresa en la década de los 90s en forma de cómics, series, películas, juegos y todo tipo de parafernalia consumible. ¡Sorpresa! El medio de la animación se extendía más allá de los confines infantiles delineados por Disney y sus imitadores, y los "dibujitos" podían ser violentos, sexuales y llegar a tratar temas adultos. Es una forma de explicar la popularidad de "Ghost in the Shell", y es el elemento que le falta a "Ghost in the Shell: El alma de la máquina / La vigilante del futuro / Ghost in the Shell" (2017).

La película es una especie de remake en carne y hueso de la versión animada de 1995, y transcurre en un mundo futuro en el cual los seres humanos han adoptado la práctica de modificar sus cuerpos con prótesis cibernéticas, lo cual los vuelve tan susceptibles a ser hackeados como si fueran computadoras. La protagonista es Mayor (Scarlett Johansson) que es una persona en el cuerpo de un robot o un robot con el cerebro de una persona, y cuya crisis de identidad va de la mano con una sospechosa amnesia forzada por la Dra. Ouelet (Juliette Binoche).

Mayor trabaja en la Sección 9, una agencia contra el ciber-terrorismo liderada por Aramaki (el estoico Takeshi Kitano), a cargo de rastrear y detener a un misterioso hacker llamado Kuze (Michael Pitt). Como en tantas otras películas de ciencia ficción de índole existencialista, el caso tarde o temprano involucra el pasado del protagonista, compromete sus creencias y finalmente altera su percepción de la realidad de manera irrevocable. Esta película es tan heredera del fenómeno nipón como de la filosofía de Philip K. Dick, así como se la capturó en "Blade Runner" (1982) y "Desafío total / El vengador del futuro / Total Recall" (1990).

Dirigida por Rupert Sanders, la nueva adaptación de "Ghost in the Shell" probablemente se parece a demasiadas películas similares (no necesariamente mejores) como para causar el impacto que causó en sus primeras iteraciones. La versión de 1995 imaginó mundos digitales e hizo varias profecías sobre la inter-conectividad entre seres humanos que se cumplieron no mucho después, mientras que la versión de 2017 se parece más a una película de acción con sabor a ciencia ficción y probablemente jamás pase de eso.

Hay ciertos mantras todoterreno que se repiten a lo largo del cine pochoclero / palomitero en un esfuerzo por inyectar substancia al espectáculo, frases como "Acepta quién eres" o "Forja tu propio destino". En este sentido "Ghost in the Shell: El alma de la máquina / La vigilante del futuro / Ghost in the Shell" no es diferente y concluye con la reflexión de que "Lo que nos define son nuestras acciones", la cual quizás sea apropiada pero no deja de sentirse como una tremenda reducción de lo que la película promete en algún punto. Es notable que la adaptación norteamericana tenga la necesidad de saldar la experiencia de manera tan simplona; el film original jamás se juega por sentencias por el estilo.

Comparar lo nuevo y lo viejo es útil hasta cierto punto y siendo que "Ghost in the Shell: El alma de la máquina / La vigilante del futuro / Ghost in the Shell" es apenas una de las docenas de encarnaciones en las que ha mutado "Ghost in the Shell" es difícil celebrar o condenar la película en base a una de ellas, considerando que ninguna es la definitiva. Ésta ciertamente no es la mejor, porque parece imitar más que elevar la historia, pero como imitación no está nada mal. El casting es bastante versátil, las secuencias de acción están hechas con elegancia práctica y la ambientación ciberpunk logra conjurar un mundo atractivo que excede los hechos de la historia. La nueva "Ghost in the Shell" no es la experiencia mesiánica que alguna vez fue, pero aunque sea plantea una historia con la suficiente sapiencia como para intrigar mientras entretiene.

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