CRÍTICA: "Ocean's Thirteen", no hay dos sin tres
- por © Israel López-NOTICINE.com
30-V-07
Tenemos el casino… tenemos los "gentlemen"… y tenemos el capital. ¿Se imaginan de qué va la película? Steven Soderbergh (Atlanta, 1963) pone, por tercera vez (¿o mejor decir por “enésima”…?), la "carne en el asador" y nos trae a las pantallas de nuestros cines una nueva entrega de Danny Ocean (George Clooney) y sus chicos.
Huelga decir de qué va el film. Pero, como cinta que se precie, ésta también nos permite reflexionar (es lo bueno que tiene el cine: guste o no la película, siempre se puede extraer algo sabroso). ¿De verdad es necesario invertir una colosal cifra de millones de dólares para esto? ¿Estos metrajes permiten revalidar la tesis, más que conocida, de: a mayor dinero, éxito asegurado en taquilla? ¿O son las estrellas del reparto (Clooney, Pitt, Damon, García, Pacino) las que garantizan el "taquillazo"?
El debate (como diría algún periodista curtido en otras lindes) está en la calle... Pues, ahí tendremos que trasladarlo. Después de casi dos horas de fotogramas, la primera pregunta que, como un puñal, se clava en la mente es: ¿y ahora qué? Grandes dosis de glamour, algún que otro chiste obvio, rostros que hacen temblar a más de una en sus butacas, y una trama que se repite sempiternamente. ¿Asistimos al fin de una saga? ¿Soderbergh ha exprimido hasta el límite las arriesgadas apuestas de Danny Ocean? O, ¿simplemente en esta mecánica (casino-plan perfecto-objetivo cumplido) radica el éxito de este "thriller" salpicado de tintes cómicos?
Sin duda, lo que más sorprende de Soderbergh es su adaptación camaleónica. Un realizador, labrado en el campo de la producción y del guión, que está dejando una huella profunda en la historia del cine que ahora se escribe. Y lo hace por dos cauces: la creación de obras maestras (sirvan de ejemplo “Sexo, mentiras y cintas de vídeo”, “Erin Brockovich”, “Traffic” o su aportación, en forma de corto, en la película coral “Eros”) y la de grandes superproducciones de Hollywood (juzguen las tres partes de la saga de “Ocean’s”). Y un dato más que confirma este espaldarazo: recuerden que con tan sólo 27 años estuvo nominado a los Oscar como Mejor Guionista y recibió la Palma de Oro en el Festival de Cannes (1989) por “Sexo, mentiras y cintas de vídeo”; y ya con 38 se alzó con la estatuilla del tío Oscar, en la categoría de Mejor Director por “Traffic”.
Soderbergh siempre será Soderbergh. Y su sello, aquí o allá, lo podremos identificar, una y otra vez, en todos sus trabajos. Y es en este punto donde regresamos a la premisa del principio: lo mejor de un film siempre será el abanico de reflexión que nos abre. Pues, es lo que nos queda después del visionado de “Ocean’s Thirteen". Sin embargo, la reflexión queda difuminada por el despilfarro de efectos especiales y el lujo y glamour que empapa cada fotograma.
Lo dicho: la saga de los "gentlemen" de Ocean no ha hecho más que empezar... Permanezcan sentados en sus butacas...
Tenemos el casino… tenemos los "gentlemen"… y tenemos el capital. ¿Se imaginan de qué va la película? Steven Soderbergh (Atlanta, 1963) pone, por tercera vez (¿o mejor decir por “enésima”…?), la "carne en el asador" y nos trae a las pantallas de nuestros cines una nueva entrega de Danny Ocean (George Clooney) y sus chicos.
Huelga decir de qué va el film. Pero, como cinta que se precie, ésta también nos permite reflexionar (es lo bueno que tiene el cine: guste o no la película, siempre se puede extraer algo sabroso). ¿De verdad es necesario invertir una colosal cifra de millones de dólares para esto? ¿Estos metrajes permiten revalidar la tesis, más que conocida, de: a mayor dinero, éxito asegurado en taquilla? ¿O son las estrellas del reparto (Clooney, Pitt, Damon, García, Pacino) las que garantizan el "taquillazo"?
El debate (como diría algún periodista curtido en otras lindes) está en la calle... Pues, ahí tendremos que trasladarlo. Después de casi dos horas de fotogramas, la primera pregunta que, como un puñal, se clava en la mente es: ¿y ahora qué? Grandes dosis de glamour, algún que otro chiste obvio, rostros que hacen temblar a más de una en sus butacas, y una trama que se repite sempiternamente. ¿Asistimos al fin de una saga? ¿Soderbergh ha exprimido hasta el límite las arriesgadas apuestas de Danny Ocean? O, ¿simplemente en esta mecánica (casino-plan perfecto-objetivo cumplido) radica el éxito de este "thriller" salpicado de tintes cómicos?
Sin duda, lo que más sorprende de Soderbergh es su adaptación camaleónica. Un realizador, labrado en el campo de la producción y del guión, que está dejando una huella profunda en la historia del cine que ahora se escribe. Y lo hace por dos cauces: la creación de obras maestras (sirvan de ejemplo “Sexo, mentiras y cintas de vídeo”, “Erin Brockovich”, “Traffic” o su aportación, en forma de corto, en la película coral “Eros”) y la de grandes superproducciones de Hollywood (juzguen las tres partes de la saga de “Ocean’s”). Y un dato más que confirma este espaldarazo: recuerden que con tan sólo 27 años estuvo nominado a los Oscar como Mejor Guionista y recibió la Palma de Oro en el Festival de Cannes (1989) por “Sexo, mentiras y cintas de vídeo”; y ya con 38 se alzó con la estatuilla del tío Oscar, en la categoría de Mejor Director por “Traffic”.
Soderbergh siempre será Soderbergh. Y su sello, aquí o allá, lo podremos identificar, una y otra vez, en todos sus trabajos. Y es en este punto donde regresamos a la premisa del principio: lo mejor de un film siempre será el abanico de reflexión que nos abre. Pues, es lo que nos queda después del visionado de “Ocean’s Thirteen". Sin embargo, la reflexión queda difuminada por el despilfarro de efectos especiales y el lujo y glamour que empapa cada fotograma.
Lo dicho: la saga de los "gentlemen" de Ocean no ha hecho más que empezar... Permanezcan sentados en sus butacas...