Crítica: "Spider-Man 3", el desencanto
- por © NOTICINE.com
5-V-07
Por Alberto Duque López
Sí, es cierto, este fin de semana según los que manejan las cifras de la taquilla en Estados Unidos y Canadá, es posible que la tercera película del Hombre Araña sobrepase los 100 millones de dólares, en un año caracterizado porque casi todos los grandes estrenos de Hollywood son secuelas y eso, aparentemente, le importa un comino a los espectadores, especialmente los jóvenes para quienes la frecuencia de los vómitos y los ruidos intestinales en la pantalla va en proporción directa con su interés en la trama, es decir, en la taquilla inmediata.
Sí, en sus primeras horas de exhibición en 16 países de varios continentes (Francia, Alemania, Italia, Japón, Corea del Sur, Hong Kong, Filipinas, Tailandia entre otros), la película se convirtió en la más taquillera de cualquier martes de la historia de la exhibición (alcanzó los 30 millones de dólares) y superó los ingresos de las dos primeras películas de este superhéroe en su estreno internacional.
Sí, esta nueva aventura cuenta de nuevo con Toby Maguire como Peter Parker, Kirsten Dunst (Mary Jane Weston), James Franco (Duende Verde), Thomas Haden Church (como el convicto Harry Osborn convertido en el Hombre de Arena), Topher Grace (el fotógrafo Eddie Brock y el monstruoso Venom), la bella Bryce Dallas Howard, hija de Ron Howard (como Gwen Stacy) y dos veteranos, James Cromwell (Capitán Stacy) y Rosemary Harris como la tía May. Ah, la legendaria Theresa Russell como Emma Marko, la ex mujer del fugitivo.
Pero, la sensación que deja la película, la más costosa de todos los tiempos (cálculos moderados citan unos 500 millones de dólares), es de cansancio, aburrimiento, de situaciones e historias y personajes y peligros y misterios ya vistos, ya compartidos, ya superados y cuando uno sobrevive la primera hora (es la sensación nuestra, claro), lo único que quiere es ir al lavabo o a la dulcería en busca de un refresco, o asomarse a una ventana y respirar aire fresco.
Ya van tres películas y los conflictos siguen siendo los mismos: el héroe que no sabe quién es y se siente inseguro de la mujer a quien ama; la muchacha que pierde el empleo y es incapaz de compartirlo con su amado; el amigo que sigue responsabilizando al otro por la muerte del malvado padre; la muerte del tío que sigue siendo un peso enorme; la tía que sobrevive como puede y nunca pierde la sonrisa; el director del periódico que odia al personaje que impulsa las ventas….
Son tres películas realizadas para repetir situaciones, para mostrar los mismos conflictos y con un grave pecado: en esta secuela los vuelos a través de los túneles formados por los rascacielos son escasos, no existe ese ballet que nos emocionó en las dos primeras cuando el muchacho saltaba de edificio en edificio.
Y lo peor, como dijo alguien, es que Sam Raimi (autor del guión con su hermano Iván y el legendario Alvin Sargent), organice un número musical con una actriz que ni canta ni baila ni convence con sus movimientos, provocando una sensación de alivio cuando nos enteramos que ha sido despedida luego de la función inaugural. Se lo merecían, ambos.
Sí, los efectos especiales son espectaculares. Eso es lo mínimo que uno espera de una producción tan costosa que ahora tiene tres villanos enfrentados a un adolescente que en las dos películas anteriores era inocente, ingenuo e inseguro, y ahora, al dejarse arrastrar por su “lado más oscuro” (la referencia a Darth Vader es obligatoria), sigue siendo inocente, ingenuo, inseguro y lo que es peor, ridículo, bailando en la calle y coqueteando con las muchachas que no entienden los gestos desaforados de ese supuesto conquistador que, como algunos momentos de la película, es simplemente patético. Esa es la manera como Raimi concibe la maldad y la perversión de un héroe que, ni siquiera así, nos emociona.
Los efectos especiales. Hay que ver esta tercera película del Hombre Araña por los efectos especiales que sostienen las peleas de los últimos 20 minutos. Hay que olvidarse de las otras 2 horas de proyección, respirar profundo y concentrarse en algunos de los momentos más entretenidos del cine contemporáneo, especialmente cuando el muchacho pelea con ese Hombre de Arena que se disuelve, recupera su forma, se arrastra como una serpiente, desaparece, regresa, es disuelto por una tromba de agua, destruye edificios y autos, y nos muestra al gran director que fue Sam Raimi en otras épocas, por ejemplo, cuando hizo “Darkman”.
Los efectos especiales, en las peleas con el Duende Verde y su monopatín, o los combates con ese despiadado Venom que antes era un fotógrafo con ganas de triunfar. Entonces, nos olvidamos de las repeticiones, los lugares comunes, los diálogos insulsos, las situaciones repetidas hasta la náusea y nos concentramos en esa última bobina de proyección (bueno, ahora es una sola torta con la película entera) que contiene los mejores momentos de una película que este fin de semana arrastrará en taquilla.
Y unas palabras finales, dedicadas al otro guionista, Alvin Sargent, nacido en 1931, libretista en sus primeros años de oficio de series exitosas como “Ben Casey” y “Ruta 66”, y guionista de dos películas míticas, “Julia” de Fred Zinneman, 1977 y “Gente como uno” de Robert Redford, 1980 con las cuales ganó sendos Oscares, además de nominaciones a los Globos de Oro y los respectivos premios de la Writers Guild of America. Por su guión de “Luna de Papel” de Peter Bogdanovich, 1973, fue nominado al Oscar y ganó el mismo premio de la Writers Guild, además de otras nominaciones y galardones.
En esta “Spider-Man 3” encontramos los elementos característicos del lenguaje de Sargent. La acumulación de detalles domésticos que le dan un sentido más humano al personaje (las relaciones con la tía); las reacciones de ira y frustración en un héroe que no debería actuar como cualquier vecino; escenas cargadas de humor negro, muy negro; las dudas, las vacilaciones, los conflictos que provocan en Sargent una frase críptica: “Este personaje que vacila ante el beso que le ofrece una hermosa muchacha, es el muchacho tímido que todos llevamos, ese muchacho soñador y romántico que no podemos olvidar ni desechar”.
De todos modos, vamos, hay que verla. Por esos 20 minutos finales. Aunque las escenas sentimentales y lacrimosas antes de los créditos nos saquen de quicio. Es el precio que debemos pagar por la lealtad al personaje y al director y al reparto.
Por Alberto Duque López
Sí, es cierto, este fin de semana según los que manejan las cifras de la taquilla en Estados Unidos y Canadá, es posible que la tercera película del Hombre Araña sobrepase los 100 millones de dólares, en un año caracterizado porque casi todos los grandes estrenos de Hollywood son secuelas y eso, aparentemente, le importa un comino a los espectadores, especialmente los jóvenes para quienes la frecuencia de los vómitos y los ruidos intestinales en la pantalla va en proporción directa con su interés en la trama, es decir, en la taquilla inmediata.
Sí, en sus primeras horas de exhibición en 16 países de varios continentes (Francia, Alemania, Italia, Japón, Corea del Sur, Hong Kong, Filipinas, Tailandia entre otros), la película se convirtió en la más taquillera de cualquier martes de la historia de la exhibición (alcanzó los 30 millones de dólares) y superó los ingresos de las dos primeras películas de este superhéroe en su estreno internacional.
Sí, esta nueva aventura cuenta de nuevo con Toby Maguire como Peter Parker, Kirsten Dunst (Mary Jane Weston), James Franco (Duende Verde), Thomas Haden Church (como el convicto Harry Osborn convertido en el Hombre de Arena), Topher Grace (el fotógrafo Eddie Brock y el monstruoso Venom), la bella Bryce Dallas Howard, hija de Ron Howard (como Gwen Stacy) y dos veteranos, James Cromwell (Capitán Stacy) y Rosemary Harris como la tía May. Ah, la legendaria Theresa Russell como Emma Marko, la ex mujer del fugitivo.
Pero, la sensación que deja la película, la más costosa de todos los tiempos (cálculos moderados citan unos 500 millones de dólares), es de cansancio, aburrimiento, de situaciones e historias y personajes y peligros y misterios ya vistos, ya compartidos, ya superados y cuando uno sobrevive la primera hora (es la sensación nuestra, claro), lo único que quiere es ir al lavabo o a la dulcería en busca de un refresco, o asomarse a una ventana y respirar aire fresco.
Ya van tres películas y los conflictos siguen siendo los mismos: el héroe que no sabe quién es y se siente inseguro de la mujer a quien ama; la muchacha que pierde el empleo y es incapaz de compartirlo con su amado; el amigo que sigue responsabilizando al otro por la muerte del malvado padre; la muerte del tío que sigue siendo un peso enorme; la tía que sobrevive como puede y nunca pierde la sonrisa; el director del periódico que odia al personaje que impulsa las ventas….
Son tres películas realizadas para repetir situaciones, para mostrar los mismos conflictos y con un grave pecado: en esta secuela los vuelos a través de los túneles formados por los rascacielos son escasos, no existe ese ballet que nos emocionó en las dos primeras cuando el muchacho saltaba de edificio en edificio.
Y lo peor, como dijo alguien, es que Sam Raimi (autor del guión con su hermano Iván y el legendario Alvin Sargent), organice un número musical con una actriz que ni canta ni baila ni convence con sus movimientos, provocando una sensación de alivio cuando nos enteramos que ha sido despedida luego de la función inaugural. Se lo merecían, ambos.
Sí, los efectos especiales son espectaculares. Eso es lo mínimo que uno espera de una producción tan costosa que ahora tiene tres villanos enfrentados a un adolescente que en las dos películas anteriores era inocente, ingenuo e inseguro, y ahora, al dejarse arrastrar por su “lado más oscuro” (la referencia a Darth Vader es obligatoria), sigue siendo inocente, ingenuo, inseguro y lo que es peor, ridículo, bailando en la calle y coqueteando con las muchachas que no entienden los gestos desaforados de ese supuesto conquistador que, como algunos momentos de la película, es simplemente patético. Esa es la manera como Raimi concibe la maldad y la perversión de un héroe que, ni siquiera así, nos emociona.
Los efectos especiales. Hay que ver esta tercera película del Hombre Araña por los efectos especiales que sostienen las peleas de los últimos 20 minutos. Hay que olvidarse de las otras 2 horas de proyección, respirar profundo y concentrarse en algunos de los momentos más entretenidos del cine contemporáneo, especialmente cuando el muchacho pelea con ese Hombre de Arena que se disuelve, recupera su forma, se arrastra como una serpiente, desaparece, regresa, es disuelto por una tromba de agua, destruye edificios y autos, y nos muestra al gran director que fue Sam Raimi en otras épocas, por ejemplo, cuando hizo “Darkman”.
Los efectos especiales, en las peleas con el Duende Verde y su monopatín, o los combates con ese despiadado Venom que antes era un fotógrafo con ganas de triunfar. Entonces, nos olvidamos de las repeticiones, los lugares comunes, los diálogos insulsos, las situaciones repetidas hasta la náusea y nos concentramos en esa última bobina de proyección (bueno, ahora es una sola torta con la película entera) que contiene los mejores momentos de una película que este fin de semana arrastrará en taquilla.
Y unas palabras finales, dedicadas al otro guionista, Alvin Sargent, nacido en 1931, libretista en sus primeros años de oficio de series exitosas como “Ben Casey” y “Ruta 66”, y guionista de dos películas míticas, “Julia” de Fred Zinneman, 1977 y “Gente como uno” de Robert Redford, 1980 con las cuales ganó sendos Oscares, además de nominaciones a los Globos de Oro y los respectivos premios de la Writers Guild of America. Por su guión de “Luna de Papel” de Peter Bogdanovich, 1973, fue nominado al Oscar y ganó el mismo premio de la Writers Guild, además de otras nominaciones y galardones.
En esta “Spider-Man 3” encontramos los elementos característicos del lenguaje de Sargent. La acumulación de detalles domésticos que le dan un sentido más humano al personaje (las relaciones con la tía); las reacciones de ira y frustración en un héroe que no debería actuar como cualquier vecino; escenas cargadas de humor negro, muy negro; las dudas, las vacilaciones, los conflictos que provocan en Sargent una frase críptica: “Este personaje que vacila ante el beso que le ofrece una hermosa muchacha, es el muchacho tímido que todos llevamos, ese muchacho soñador y romántico que no podemos olvidar ni desechar”.
De todos modos, vamos, hay que verla. Por esos 20 minutos finales. Aunque las escenas sentimentales y lacrimosas antes de los créditos nos saquen de quicio. Es el precio que debemos pagar por la lealtad al personaje y al director y al reparto.