OPINIÓN: Latinos y negros se “infiltran” en el Oscar
- por © NOTICINE.com
2-III-07
Por Frank Padrón
Ellen Degeneres, chispeante animadora este año del Oscar, dijo en una de sus felices intervenciones: “¿Qué sería del cine sin los judíos, los negros y los gays?”, provocando una explosión de risa colectiva de esas que con tanta frecuencia ocurren en la ceremonia de entrega. La mayoría de estas respuestas humorísticas casi forman parte del guión, son por tanto forzadas; ésta se sintió espontánea: perteneciente a una de esas minorías (la actriz es lesbiana confesa), la maestra de ceremonias se “llenó la boca” para asegurar algo que da tela donde cortar.
Sin dudas, ella exageraba, pero mucho hay de cierto en su afirmación respecto a la presencia, velada o explícita, discutible o incuestionable, de sujetos no siempre bien venidos (ni bien mirados) a la pantalla hollywoodiense. Sin ir más lejos, recordemos que en la entrega de la Academia correspondiente al año anterior, se escamoteó sin el mínimo pudor la presea mayor a quien la merecía por derecho propio: el film “Brokeback Mountain / Secreto en la montaña”, de Ang Lee, y analizábamos entonces cómo los jueces y abogados de la industria, y mucho de su personal técnico y artístico, e incluso no pocos de los espectadores, aún no están aptos para recibir ciertas verdades (como, por ejemplo, que en el viril y machista oeste norteamericano pueda darse una historia de amor entre hombres como la que, admirablemente, relata la película).
Pues bien, en la edición recién concluida y dentro de una ceremonia, admitámoslo, mucho más dinámica, variopinta e imaginativa que las habituales, otras dos minorías enseñaron: una, y para gran satisfacción nuestra, los latinos, fueron una presencia destacada desde las nominaciones, algo que sólo refleja un estado de opinión que aprecia el talento venido de la otra América, la nuestra, no ya como elemento exótico sólo válido (en el caso de los actores) para papeles menores y estereotipados, sino incluso para que directores y artistas procedentes de México, Argentina, Uruguay y Brasil participen en la gestión cinematográfica de la gran industria, o para que, unos y otros, haciendo cine en sus propios países, sean suficientemente valorados por los hasta hace tan poco excluyentes académicos, al punto de competir junto a los suyos.
Este año “Babel”, cinta del mexicano Alejandro González Iñárritu que se postulaba como favorita (alcanzó, como sabemos, varios Globos de Oro) no conquistó el máximo lauro, pero, amén de varias nominaciones, permitió una vez más el lucimiento del músico argentino Gustavo Santaolalla (el pasado año fue reconocido por la banda sonora de “Brockeback...”), mientras “El laberinto del fauno”, coproducción hispano-mexicana de Guillermo del Toro conquistó tres de las estatuillas técnicas de las muchas categorías por las que estaba propuesta.
La actriz española Penélope Cruz (“Volver”) se batió con cinco difíciles rivales (entre ellas, la indiscutible ganadora, Helen Mirren por “La Reina” y Meryl Streep por “El diablo viste de Prada”) mientras el Oscar Honorario iba a manos de un músico que ha hecho historia (y leyenda) en el cine europeo, más allá de su país de origen, Italia (Ennio Morricone).
La otra minoría reinante en los Oscar fueron los negros, y aunque un reportaje que pasaba en los minutos anteriores a la premiación daba cuenta de la ínfima participación de esta raza en los proyectos de los grandes estudios (ora guionistas y realizadores, ora actores), lo cierto es que sobre todo en este último rubro, los de piel oscura se impusieron en la Gala.
Forest Whitaker por "El último rey de Escocia" fue el agraciado dentro de la categoría de actores, mientras su joven colega, la debutante Jennifer Hudson se adjudicaba la estatuilla correspondiente a actriz de reparto por "Dreamgirls / Soñadoras"; si bien ninguna de las hermosas canciones de este musical obtuvo el correspondiente premio, tres de ellas entraron a la liza, y en la noche de las premiaciones, interpretando algunas brillaron tanto la Hudson como otra notable actriz del film, Beyoncé Knowles.
Y aunque tampoco se alzó con la estatuilla, el polifacético Eddie Murphy, quien encarna tres papeles diferentes justamente en el anterior largometraje, integró la lista de actores secundarios aspirantes al premio.
No olvidemos que el Oscar es el Oscar, siempre fiel a sí mismo, de ahí sus giros y sus acciones imprevisibles, sus “pases de cuenta”, sus vendettas y sus tácitas rectificaciones.
Ese carácter permite explicar que esta edición compensara a Martin Scorsese con la mejor película (“Infiltrados”) y sobre todo la tantas veces arrebatada mejor dirección, por un film que todos consideran menor no sólo dentro de su carrera, sino entre sus rivales de este año, pero entre las “leyes no escritas” de la Academia figuran tales reivindicaciones.
A pesar de esto, hay algo que no se debe pasar por alto: la Academia está reconociendo que de otras partes del mundo hay mucho talento, mucho para ver y aplaudir e incluso (aunque no lo admita en voz alta) para dar lecciones a sus “muchachos”; también que otros sujetos, otras “otredades” se imponen; lejos van quedando los tiempos en que ser blanco, heterosexual, anglosajón y protestante son los únicos parámetros posibles para triunfar.
La arremetida ibero y afroamericana en el Oscar 2007 así lo confirma.
Por Frank Padrón
Ellen Degeneres, chispeante animadora este año del Oscar, dijo en una de sus felices intervenciones: “¿Qué sería del cine sin los judíos, los negros y los gays?”, provocando una explosión de risa colectiva de esas que con tanta frecuencia ocurren en la ceremonia de entrega. La mayoría de estas respuestas humorísticas casi forman parte del guión, son por tanto forzadas; ésta se sintió espontánea: perteneciente a una de esas minorías (la actriz es lesbiana confesa), la maestra de ceremonias se “llenó la boca” para asegurar algo que da tela donde cortar.
Sin dudas, ella exageraba, pero mucho hay de cierto en su afirmación respecto a la presencia, velada o explícita, discutible o incuestionable, de sujetos no siempre bien venidos (ni bien mirados) a la pantalla hollywoodiense. Sin ir más lejos, recordemos que en la entrega de la Academia correspondiente al año anterior, se escamoteó sin el mínimo pudor la presea mayor a quien la merecía por derecho propio: el film “Brokeback Mountain / Secreto en la montaña”, de Ang Lee, y analizábamos entonces cómo los jueces y abogados de la industria, y mucho de su personal técnico y artístico, e incluso no pocos de los espectadores, aún no están aptos para recibir ciertas verdades (como, por ejemplo, que en el viril y machista oeste norteamericano pueda darse una historia de amor entre hombres como la que, admirablemente, relata la película).
Pues bien, en la edición recién concluida y dentro de una ceremonia, admitámoslo, mucho más dinámica, variopinta e imaginativa que las habituales, otras dos minorías enseñaron: una, y para gran satisfacción nuestra, los latinos, fueron una presencia destacada desde las nominaciones, algo que sólo refleja un estado de opinión que aprecia el talento venido de la otra América, la nuestra, no ya como elemento exótico sólo válido (en el caso de los actores) para papeles menores y estereotipados, sino incluso para que directores y artistas procedentes de México, Argentina, Uruguay y Brasil participen en la gestión cinematográfica de la gran industria, o para que, unos y otros, haciendo cine en sus propios países, sean suficientemente valorados por los hasta hace tan poco excluyentes académicos, al punto de competir junto a los suyos.
Este año “Babel”, cinta del mexicano Alejandro González Iñárritu que se postulaba como favorita (alcanzó, como sabemos, varios Globos de Oro) no conquistó el máximo lauro, pero, amén de varias nominaciones, permitió una vez más el lucimiento del músico argentino Gustavo Santaolalla (el pasado año fue reconocido por la banda sonora de “Brockeback...”), mientras “El laberinto del fauno”, coproducción hispano-mexicana de Guillermo del Toro conquistó tres de las estatuillas técnicas de las muchas categorías por las que estaba propuesta.
La actriz española Penélope Cruz (“Volver”) se batió con cinco difíciles rivales (entre ellas, la indiscutible ganadora, Helen Mirren por “La Reina” y Meryl Streep por “El diablo viste de Prada”) mientras el Oscar Honorario iba a manos de un músico que ha hecho historia (y leyenda) en el cine europeo, más allá de su país de origen, Italia (Ennio Morricone).
La otra minoría reinante en los Oscar fueron los negros, y aunque un reportaje que pasaba en los minutos anteriores a la premiación daba cuenta de la ínfima participación de esta raza en los proyectos de los grandes estudios (ora guionistas y realizadores, ora actores), lo cierto es que sobre todo en este último rubro, los de piel oscura se impusieron en la Gala.
Forest Whitaker por "El último rey de Escocia" fue el agraciado dentro de la categoría de actores, mientras su joven colega, la debutante Jennifer Hudson se adjudicaba la estatuilla correspondiente a actriz de reparto por "Dreamgirls / Soñadoras"; si bien ninguna de las hermosas canciones de este musical obtuvo el correspondiente premio, tres de ellas entraron a la liza, y en la noche de las premiaciones, interpretando algunas brillaron tanto la Hudson como otra notable actriz del film, Beyoncé Knowles.
Y aunque tampoco se alzó con la estatuilla, el polifacético Eddie Murphy, quien encarna tres papeles diferentes justamente en el anterior largometraje, integró la lista de actores secundarios aspirantes al premio.
No olvidemos que el Oscar es el Oscar, siempre fiel a sí mismo, de ahí sus giros y sus acciones imprevisibles, sus “pases de cuenta”, sus vendettas y sus tácitas rectificaciones.
Ese carácter permite explicar que esta edición compensara a Martin Scorsese con la mejor película (“Infiltrados”) y sobre todo la tantas veces arrebatada mejor dirección, por un film que todos consideran menor no sólo dentro de su carrera, sino entre sus rivales de este año, pero entre las “leyes no escritas” de la Academia figuran tales reivindicaciones.
A pesar de esto, hay algo que no se debe pasar por alto: la Academia está reconociendo que de otras partes del mundo hay mucho talento, mucho para ver y aplaudir e incluso (aunque no lo admita en voz alta) para dar lecciones a sus “muchachos”; también que otros sujetos, otras “otredades” se imponen; lejos van quedando los tiempos en que ser blanco, heterosexual, anglosajón y protestante son los únicos parámetros posibles para triunfar.
La arremetida ibero y afroamericana en el Oscar 2007 así lo confirma.