El Personaje: David Lynch, misterio, seducción y rebeldía
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Por Angel L. ESTEBAN
Más que un director, todo un creador. Un cineasta en busca de la luz y las tinieblas, del final de una carretera sin destino, de una historia suficientemente verdadera como para poner los pelos de punta a espectadores de medio mundo enganchados a la irrealidad onírica de un paraje imposible. Pintor, diseñador de muebles, dibujante de cómics, músico, realizador de anuncios y videojuegos, actor ocasional, guionista, productor y director de cortometrajes, largometrajes y series de televisión. Una diversidad de actividades que dan muestra de su espíritu inquieto, apasionado de la creación visual y de historias repletas de recovecos en los que se esconden sus fantasmas. Aunque sorprendentemente se declara poco aficionado a la ciencia ficción, David Lynch a través de sus obras ha construido un mundo propio mucho más cercano a la fantasía que a la realidad, con historias que se mueven cómodamente entre el drama y el suspense pero siempre lejos de los cánones de cualquier género.
Lynch, que nació en 1946 en el estado norteamericano de Montana, se ha ganado con honores el trono de rey del cine independiente especialmente venerado fuera de su país, donde se le sigue considerando un rebelde. Su primera película "Eraserhead", de 1976, sigue siendo objeto de culto en cualquier cineclub y en ella se adivinan ya muchos de las virtudes y caprichos que después le acompañarán durante el resto de su filmografía. En ellos incidió con "El hombre elefante", donde vuelve a enfrentar violentamente la deformidad externa e interna, y que obtuvo con la ayuda como productor de Mel Brooks ocho nominaciones a los Oscar.
Más tarde en "Dune", de la que posteriormente ha renegado, recrea parcialmente el universo barroco y siniestro de la novela de Frank Herbert, pero le sirve para explorar mundos bizarros que más tarde trasladaría a la más cercana cotidianidad. Para personajes extraños y retorcidos los protagonistas de la que se considera su obra maestra, "Terciopelo azul". No sólo marca el inicio de su provechosa colaboración con el músico Angelo Badalamenti, sino que sirvió para descubrir el lado oscuro de la que fuese su pareja, la actriz Isabella Rosellini, con la que introduce el erotismo como novedad a su mundo de misterio y tinieblas.
Su salto a la televisión con la conocida serie "Twin Peaks" confirma su pasión por la pequeña pantalla, en la que más tarde volvió a probar suerte con el ahora venerado episodio piloto de "Mulholland Drive", que fue rechazado por demasiado atrevido y surrealista en la cadena ABC antes de ser explotado comercialmente como largometraje y depararle a David Lynch una tercera nominación al Oscar como mejor director. "Twin Peaks", que fue glorificada y más tarde repudiada por los espectadores de todo el mundo, es todo un catálogo de tics personales heredados de sus propias vivencias infantiles en los bosques en los que su padre trabajaba como guarda forestal. La serie dió pie años después a uno de sus más desconcertantes largometrajes, trantando de cerrar algunos de los muchos cabos sueltos de la enrevesada historia.
Entre medias Lynch explotó su relación con otro personalísimo creador, el escritor Barry Gifford, con el que intentó también la aventura televisiva en "Hotel Room" pero cuyo mayor logró fue la adaptación de su más conocida novela, "Corazón salvaje". Con ella, con la que ganó su primera Palma de Oro en Cannes antes de repetir con "Mulholland Drive", se permitió auténticos excesos, aunque nada comparables a los de la tercera obra Lynch-Gifford, "Carretera perdida". De nuevo aquí los personajes son sometidos a toda clase de situaciones excéntricas y traumáticas que visualmente resultan de una belleza demoledora.
En activo desde los años setenta, la masa de seguidores de Lynch, con esa cara de chico tímido que ya no engaña a nadie, ha ido creciendo a medida que nuevas generaciones de cinéfilos se han incorporado a su universo. Todos ellos fueron también víctimas en 1999 del último juego macabro del director, "Una historia verdadera", la primera película producida por su propia compañía, que sorprendió a todos por su radical cambio de registro. De narración sencilla, muy sentimental, sin violencia, ni drogas, ni sexo, David Lynch ha defendido al viejo protagonista Alvin Straight, que viaja en tractor para ver a su moribundo hermano, como la auténtica representación de su espíritu rebelde.
Más que un director, todo un creador. Un cineasta en busca de la luz y las tinieblas, del final de una carretera sin destino, de una historia suficientemente verdadera como para poner los pelos de punta a espectadores de medio mundo enganchados a la irrealidad onírica de un paraje imposible. Pintor, diseñador de muebles, dibujante de cómics, músico, realizador de anuncios y videojuegos, actor ocasional, guionista, productor y director de cortometrajes, largometrajes y series de televisión. Una diversidad de actividades que dan muestra de su espíritu inquieto, apasionado de la creación visual y de historias repletas de recovecos en los que se esconden sus fantasmas. Aunque sorprendentemente se declara poco aficionado a la ciencia ficción, David Lynch a través de sus obras ha construido un mundo propio mucho más cercano a la fantasía que a la realidad, con historias que se mueven cómodamente entre el drama y el suspense pero siempre lejos de los cánones de cualquier género.
Lynch, que nació en 1946 en el estado norteamericano de Montana, se ha ganado con honores el trono de rey del cine independiente especialmente venerado fuera de su país, donde se le sigue considerando un rebelde. Su primera película "Eraserhead", de 1976, sigue siendo objeto de culto en cualquier cineclub y en ella se adivinan ya muchos de las virtudes y caprichos que después le acompañarán durante el resto de su filmografía. En ellos incidió con "El hombre elefante", donde vuelve a enfrentar violentamente la deformidad externa e interna, y que obtuvo con la ayuda como productor de Mel Brooks ocho nominaciones a los Oscar.
Más tarde en "Dune", de la que posteriormente ha renegado, recrea parcialmente el universo barroco y siniestro de la novela de Frank Herbert, pero le sirve para explorar mundos bizarros que más tarde trasladaría a la más cercana cotidianidad. Para personajes extraños y retorcidos los protagonistas de la que se considera su obra maestra, "Terciopelo azul". No sólo marca el inicio de su provechosa colaboración con el músico Angelo Badalamenti, sino que sirvió para descubrir el lado oscuro de la que fuese su pareja, la actriz Isabella Rosellini, con la que introduce el erotismo como novedad a su mundo de misterio y tinieblas.
Su salto a la televisión con la conocida serie "Twin Peaks" confirma su pasión por la pequeña pantalla, en la que más tarde volvió a probar suerte con el ahora venerado episodio piloto de "Mulholland Drive", que fue rechazado por demasiado atrevido y surrealista en la cadena ABC antes de ser explotado comercialmente como largometraje y depararle a David Lynch una tercera nominación al Oscar como mejor director. "Twin Peaks", que fue glorificada y más tarde repudiada por los espectadores de todo el mundo, es todo un catálogo de tics personales heredados de sus propias vivencias infantiles en los bosques en los que su padre trabajaba como guarda forestal. La serie dió pie años después a uno de sus más desconcertantes largometrajes, trantando de cerrar algunos de los muchos cabos sueltos de la enrevesada historia.
Entre medias Lynch explotó su relación con otro personalísimo creador, el escritor Barry Gifford, con el que intentó también la aventura televisiva en "Hotel Room" pero cuyo mayor logró fue la adaptación de su más conocida novela, "Corazón salvaje". Con ella, con la que ganó su primera Palma de Oro en Cannes antes de repetir con "Mulholland Drive", se permitió auténticos excesos, aunque nada comparables a los de la tercera obra Lynch-Gifford, "Carretera perdida". De nuevo aquí los personajes son sometidos a toda clase de situaciones excéntricas y traumáticas que visualmente resultan de una belleza demoledora.
En activo desde los años setenta, la masa de seguidores de Lynch, con esa cara de chico tímido que ya no engaña a nadie, ha ido creciendo a medida que nuevas generaciones de cinéfilos se han incorporado a su universo. Todos ellos fueron también víctimas en 1999 del último juego macabro del director, "Una historia verdadera", la primera película producida por su propia compañía, que sorprendió a todos por su radical cambio de registro. De narración sencilla, muy sentimental, sin violencia, ni drogas, ni sexo, David Lynch ha defendido al viejo protagonista Alvin Straight, que viaja en tractor para ver a su moribundo hermano, como la auténtica representación de su espíritu rebelde.