Se acelera la cuenta regresiva ante el estreno de "El Código Da Vinci"
- por © Alberto Duque López-NOTICINE.com
10-V-06
Todos los días hay algo nuevo en los medios sobre "El Código Da Vinci", la película que se estrenará mundialmente el 17 en la apertura de Cannes y los días siguientes en el resto del mundo: las protestas de la Iglesia; la negativa del director Ron Howard a colocar, como lo solicitaron las prelaturas del Opus Dei, una advertencia al comienzo de la película sobre el carácter ficticio de la historia; la aparición de innumerables libros, folletos, especiales de televisión, informes en revistas y periódicos que atacan las incongruencias históricos y religiosas de la trama, o defienden el derecho del escritor Dan Brown a contar su historia sin preocuparse mucho por sus fuentes.
Algo queda en claro: una mediocre novela, alargada sin justificación, convertida en una película correctamente realizada, con dosis de suspense, misterio, violencia y tensiones, sin ganas de ofender o provocar a nadie.
Es que la novela y la película comienzan en París, cuando falta un cuarto para las once de la noche en medio de una primavera que apenas despunta. Jacques Saunière, curador del Museo del Louvre, desesperado, intenta defenderse del miedo, la incertidumbre y la muerte que lo acosan, tambalea, corre por esos pasillos apenas iluminados, contemplado por los ojos despiertos de los personajes colgados en las paredes llenas de obras famosas, arremete contra una de sus pinturas favoritas, un Caravaggio que desprende violentamente de la pared, activa la alarma y se cubre con la tela, tratando de evitar la amenaza terrible que, desde el suelo, jadeante, confirma una vez más en la figura de un albino fornido que lo mira con sus ojos rojos después de sorprenderlo en su oficina, perseguirlo y acosarlo.
El albino le dispara y en el silencio de esa galería del imponente museo, el chasquido de la bala al salir, recorrer el aire y entrar abrasadoramente al estómago del hombre de 67 años tendido en el suelo junto al Caravaggio destrozado, suena como una explosión. Si el albino no hubiera aparecido, Samuière se habría encontrado con Robert Langdon, profesor de Simbología Religiosa de Harvard, durante su conferencia en la universidad de París para compartirle un secreto. Pero no acudió a la cita. Se topó con este asesino, Silas, usuario siempre con un cilicio que lo mortifica y alegra, como incontables numerarios del Opus Dei. Siguiendo órdenes superiores, Silas persiguió, torturó y mató a los otros tres sobrevivientes de una cofradía que durante siglos ha guardado un secreto, representado en la piedra que el albino logra saber que se encuentra en una de las principales iglesias de París, Saint-Sulpice.
La novela y la película de "El Código Da Vinci" comienzan con esa muerte escandalosa, el hallazgo del cuerpo del curador del Louvre, dedicado en sus libros a analizar el concepto de la santidad femenina con el arte y los símbolos asociados a ella. Santidad dentro de la cual cabe cómodamente uno de los personajes más controvertidos de las Escrituras, María Magdalena, asociado por distintos motivos a la obra y la vida de Jesucristo.
El cadáver torturado y sangrante del curador, encontrado varios minutos después acostado en el suelo con los brazos y las piernas extendidos, como si estuviera crucificado, o como un niño buscando volar como los pájaros; el recuerdo de sus libros y teorías; la presión de la policía de París; la conferencia controvertida que dictó la noche anterior; los misterios encerrados en las distintas salas y galerías del Louvre, todo eso convierte la vida del protagonista de la novela y la película, Robert Langdon (Tom Hanks), en una auténtica miseria, en una dolorosa experiencia que lo arrastrará durante las páginas y horas siguientes, convertido en el héroe de una novela leída por millones de personas en todos los idiomas y ahora en una película que inaugura Cannes este 17 de mayo y se exhibe en el mundo entero dos días después.
El cine está acostumbrado a los escándalos, las expectativas, las controversias, los ataques, los equívocos, las frustraciones y todas las situaciones posibles que se derivan de ciertos temas, ciertos personajes y ciertas actitudes. Ya ocurrió con "La Ultima Tentación" de Martin Scorsese, "La Pasión de Cristo" de Mel Gibson, "El imperio de los sentidos" de Naguisa Oshima, "Ultimo Tango en París" de Bernardo Bertolucci, "Brokeback Mountain / Secreto en la montaña" de Ang Lee, "El crimen del padre Amaro" de Carlos Carrera y otras películas que, en su momento, despertaron una curiosidad morbosa y un interés que superaba sus elementos estéticos.
Ahora, toda esa curiosidad, todo ese morbo, todo ese escándalo parecen haber sido superados con el estreno de "El Código Da Vinci" porque, sus millones de lectores quieren saber cómo quedan el Opus Dei y la Iglesia, el misterio de Magdalena y Jesús, y otros elementos de la novela, convertidos en imágenes. Quienes desconocen el libro, azuzados por tantos rumores desean comprobar si esta novela, escrita como una historia de suspense por un autor que ha sido demandado por presunto plagio en varias ocasiones (es que los personajes y los temas y las situaciones no son originales: ya han aparecido centenares de libros y documentales sobre estos temas), ha sido llevada al cine con toda esa carga controversial. Se les olvida que Hollywood detesta y evita los escándalos. Sobre todo con una superproducción que solo será conocida por la prensa pocas horas antes de su estreno.
Lo curioso es que un director estrictamente comercial como Ron Howard (con quien hablamos en el lanzamiento de "Desapariciones"), con películas taquilleras como "Una mente brillante / Una mente maravillosa", "Splash", "Apolo 13" y "El Luchador / Cinderella Man" sea el encargado de adaptar una historia escandalosa como ésta. Los seguidores de Dan Brown ya tendrán ocasión de expresar su reacción ante una versión en la que, como pocas veces en el cine, la pintura y el arte se convierten en protagonistas, con "La Ultima Cena", la "Mona Lisa", "La Virgen de las rocas" y otras pinturas de Leonardo, con toda su simbología escondida y los secretos que se derivan de tantas interpretaciones.
A lado de la Iglesia, el Opus Dei, los asesinatos, los misterios, las claves, las leyendas, las interpretaciones acertadas o equivocadas, aparecen escenarios delirantes como París y otros lugares de Francia; Londres con sus iglesias y catedrales; Italia; la isla de Malta y otros lugares envueltos en una auténtica telaraña. Junto a ellos asoman grupos y personajes como los Caballeros Templarios, el Priorato de Sión, los jerarcas de la Iglesia, Venus, los planetas, los directivos y numerarios del Opus Dei, las Escrituras, los símbolos, los mensajes escondidos, para que cada espectador decida lo que quiera creer.
Si alguien quiere saber lo que piensa el director Ron Howard de su película, bastan estas líneas: "Esta historia tiene elementos de estilo y suspenso tradicionales que hacen que una película funcione como entretenimiento". La novela sorprendió por su historia audaz, quizás equivocada, escandalosa y llena de preguntas. La película quiere ser un pasatiempo para los espectadores ávidos de suspense, emociones, crímenes sin resolver y asesinos de ojos rojos. Ya vendrán las reacciones.
Mientras, con la novela o la película, quedan muchas preguntas sin respuestas: ¿Hasta dónde el Opus Dei está feliz con esta publicidad gratuita? ¿Jesús estaba casado o no? ¿Hasta dónde llegaban los vínculos personales entre Cristo y Magdalena? ¿Las nociones de sexualidad entre los cristianos primitivos, han sido distorsionadas? ¿Los textos bíblicos recientemente descubiertos, son justos o veraces ante figuras como Magdalena? ¿Hasta dónde el personaje de la criptógrafa, Sophie Neveu (interpretada por la joven y talentosa Audrey Tautou), refleja algunas de las contradicciones de Magdalena? ¿En la tumba de Magdalena se encuentra el Santo Grial? ¿Se puede llamar Santo Grial a un objeto diferente al cáliz utilizado en la Ultima Cena? ¿Es cierto que Dan Brown es uno de los peores escritores recientes y que utiliza muy mal el inglés? ¿Será este Código, el mayor éxito cinematográfico de 2006?. En contados días lo sabremos.
Todos los días hay algo nuevo en los medios sobre "El Código Da Vinci", la película que se estrenará mundialmente el 17 en la apertura de Cannes y los días siguientes en el resto del mundo: las protestas de la Iglesia; la negativa del director Ron Howard a colocar, como lo solicitaron las prelaturas del Opus Dei, una advertencia al comienzo de la película sobre el carácter ficticio de la historia; la aparición de innumerables libros, folletos, especiales de televisión, informes en revistas y periódicos que atacan las incongruencias históricos y religiosas de la trama, o defienden el derecho del escritor Dan Brown a contar su historia sin preocuparse mucho por sus fuentes.
Algo queda en claro: una mediocre novela, alargada sin justificación, convertida en una película correctamente realizada, con dosis de suspense, misterio, violencia y tensiones, sin ganas de ofender o provocar a nadie.
Es que la novela y la película comienzan en París, cuando falta un cuarto para las once de la noche en medio de una primavera que apenas despunta. Jacques Saunière, curador del Museo del Louvre, desesperado, intenta defenderse del miedo, la incertidumbre y la muerte que lo acosan, tambalea, corre por esos pasillos apenas iluminados, contemplado por los ojos despiertos de los personajes colgados en las paredes llenas de obras famosas, arremete contra una de sus pinturas favoritas, un Caravaggio que desprende violentamente de la pared, activa la alarma y se cubre con la tela, tratando de evitar la amenaza terrible que, desde el suelo, jadeante, confirma una vez más en la figura de un albino fornido que lo mira con sus ojos rojos después de sorprenderlo en su oficina, perseguirlo y acosarlo.
El albino le dispara y en el silencio de esa galería del imponente museo, el chasquido de la bala al salir, recorrer el aire y entrar abrasadoramente al estómago del hombre de 67 años tendido en el suelo junto al Caravaggio destrozado, suena como una explosión. Si el albino no hubiera aparecido, Samuière se habría encontrado con Robert Langdon, profesor de Simbología Religiosa de Harvard, durante su conferencia en la universidad de París para compartirle un secreto. Pero no acudió a la cita. Se topó con este asesino, Silas, usuario siempre con un cilicio que lo mortifica y alegra, como incontables numerarios del Opus Dei. Siguiendo órdenes superiores, Silas persiguió, torturó y mató a los otros tres sobrevivientes de una cofradía que durante siglos ha guardado un secreto, representado en la piedra que el albino logra saber que se encuentra en una de las principales iglesias de París, Saint-Sulpice.
La novela y la película de "El Código Da Vinci" comienzan con esa muerte escandalosa, el hallazgo del cuerpo del curador del Louvre, dedicado en sus libros a analizar el concepto de la santidad femenina con el arte y los símbolos asociados a ella. Santidad dentro de la cual cabe cómodamente uno de los personajes más controvertidos de las Escrituras, María Magdalena, asociado por distintos motivos a la obra y la vida de Jesucristo.
El cadáver torturado y sangrante del curador, encontrado varios minutos después acostado en el suelo con los brazos y las piernas extendidos, como si estuviera crucificado, o como un niño buscando volar como los pájaros; el recuerdo de sus libros y teorías; la presión de la policía de París; la conferencia controvertida que dictó la noche anterior; los misterios encerrados en las distintas salas y galerías del Louvre, todo eso convierte la vida del protagonista de la novela y la película, Robert Langdon (Tom Hanks), en una auténtica miseria, en una dolorosa experiencia que lo arrastrará durante las páginas y horas siguientes, convertido en el héroe de una novela leída por millones de personas en todos los idiomas y ahora en una película que inaugura Cannes este 17 de mayo y se exhibe en el mundo entero dos días después.
El cine está acostumbrado a los escándalos, las expectativas, las controversias, los ataques, los equívocos, las frustraciones y todas las situaciones posibles que se derivan de ciertos temas, ciertos personajes y ciertas actitudes. Ya ocurrió con "La Ultima Tentación" de Martin Scorsese, "La Pasión de Cristo" de Mel Gibson, "El imperio de los sentidos" de Naguisa Oshima, "Ultimo Tango en París" de Bernardo Bertolucci, "Brokeback Mountain / Secreto en la montaña" de Ang Lee, "El crimen del padre Amaro" de Carlos Carrera y otras películas que, en su momento, despertaron una curiosidad morbosa y un interés que superaba sus elementos estéticos.
Ahora, toda esa curiosidad, todo ese morbo, todo ese escándalo parecen haber sido superados con el estreno de "El Código Da Vinci" porque, sus millones de lectores quieren saber cómo quedan el Opus Dei y la Iglesia, el misterio de Magdalena y Jesús, y otros elementos de la novela, convertidos en imágenes. Quienes desconocen el libro, azuzados por tantos rumores desean comprobar si esta novela, escrita como una historia de suspense por un autor que ha sido demandado por presunto plagio en varias ocasiones (es que los personajes y los temas y las situaciones no son originales: ya han aparecido centenares de libros y documentales sobre estos temas), ha sido llevada al cine con toda esa carga controversial. Se les olvida que Hollywood detesta y evita los escándalos. Sobre todo con una superproducción que solo será conocida por la prensa pocas horas antes de su estreno.
Lo curioso es que un director estrictamente comercial como Ron Howard (con quien hablamos en el lanzamiento de "Desapariciones"), con películas taquilleras como "Una mente brillante / Una mente maravillosa", "Splash", "Apolo 13" y "El Luchador / Cinderella Man" sea el encargado de adaptar una historia escandalosa como ésta. Los seguidores de Dan Brown ya tendrán ocasión de expresar su reacción ante una versión en la que, como pocas veces en el cine, la pintura y el arte se convierten en protagonistas, con "La Ultima Cena", la "Mona Lisa", "La Virgen de las rocas" y otras pinturas de Leonardo, con toda su simbología escondida y los secretos que se derivan de tantas interpretaciones.
A lado de la Iglesia, el Opus Dei, los asesinatos, los misterios, las claves, las leyendas, las interpretaciones acertadas o equivocadas, aparecen escenarios delirantes como París y otros lugares de Francia; Londres con sus iglesias y catedrales; Italia; la isla de Malta y otros lugares envueltos en una auténtica telaraña. Junto a ellos asoman grupos y personajes como los Caballeros Templarios, el Priorato de Sión, los jerarcas de la Iglesia, Venus, los planetas, los directivos y numerarios del Opus Dei, las Escrituras, los símbolos, los mensajes escondidos, para que cada espectador decida lo que quiera creer.
Si alguien quiere saber lo que piensa el director Ron Howard de su película, bastan estas líneas: "Esta historia tiene elementos de estilo y suspenso tradicionales que hacen que una película funcione como entretenimiento". La novela sorprendió por su historia audaz, quizás equivocada, escandalosa y llena de preguntas. La película quiere ser un pasatiempo para los espectadores ávidos de suspense, emociones, crímenes sin resolver y asesinos de ojos rojos. Ya vendrán las reacciones.
Mientras, con la novela o la película, quedan muchas preguntas sin respuestas: ¿Hasta dónde el Opus Dei está feliz con esta publicidad gratuita? ¿Jesús estaba casado o no? ¿Hasta dónde llegaban los vínculos personales entre Cristo y Magdalena? ¿Las nociones de sexualidad entre los cristianos primitivos, han sido distorsionadas? ¿Los textos bíblicos recientemente descubiertos, son justos o veraces ante figuras como Magdalena? ¿Hasta dónde el personaje de la criptógrafa, Sophie Neveu (interpretada por la joven y talentosa Audrey Tautou), refleja algunas de las contradicciones de Magdalena? ¿En la tumba de Magdalena se encuentra el Santo Grial? ¿Se puede llamar Santo Grial a un objeto diferente al cáliz utilizado en la Ultima Cena? ¿Es cierto que Dan Brown es uno de los peores escritores recientes y que utiliza muy mal el inglés? ¿Será este Código, el mayor éxito cinematográfico de 2006?. En contados días lo sabremos.