Colaboración: Ingrid Bergman, "esta va por tí, nena"
- por © NOTICINE.com
19-VIII-05
Por Alberto Duque López
Siempre que lanzan una de esas famosas encuestas sobre las mejores películas de todos los tiempos, o las escenas más románticas, o las actrices más seductoras, o las mujeres más enigmáticas del cine, o los rostros más divinos, o las historias más escandalosas, o las actuaciones más memorables, ella está presente. Bella, distante e inalcanzable.
Ella, Ingrid Bergman, para quien el 29 de agosto representó el principio y el final de todo, porque nació ese día en 1915, en Estocolmo, Suecia, y murió en Londres, en esa misma fecha, de 1982. Ingrid Bergman tendría noventa años por estos días y seguramente se mantendría, como siempre, erguida, con una leve sonrisa que sus hijas heredaron, con esas manos que fueron capaces de enloquecer a Ingmar Bergman, Alfred Hitchcock y otros grandes directores que se apoyaron en ella para lograr algunas de sus mejores películas.
"Casablanca", 1942, para millones de espectadores en el mundo entero sigue siendo la mejor película de todos los tiempos. La historia de esa mujer elegante, distante, callada, romántica y leal al marido que intenta salir del cerco de los nazis, ayudado por un amante anterior es, según se mire, una de las más ridículas tonterías o una de las más sublimes historias de amor. Bergman y su coprotagonista, Humprey Bogart la filmaron con desgano, en medio de las mayores dificultades y con la esperanza, según lo confesó ella misma, que los espectadores la olvidaran después. Estaban equivocados.
En blanco y negro, en el escenario de ese bar en Casablanca donde un renegado que viene de regreso de todas las decepciones se reencuentra con la mujer con quien vivió unos días mágicos e irrepetibles en Parìs, antes del estallido de la II Guerra, convirtió a esta mujer en símbolo de toda una generación destrozada por las heridas de la guerra, en busca de unos héroes que le dieran alguna esperanza.
La encontraron en esa romántica pareja que protagoniza una de las escenas más emocionantes: en el aeropuerto, con los motores del avión encendido, la mujer y el ex amante que no quieren separarse hablan por última vez, el espectador quiere que sigan juntos, la mùsica insinùa que el marido volará solo y en un gesto que ha sido analizado en todas las formas, el hombre renuncia a ella, pronuncia una de las frases más famosas en la historia del cine ("Esta va por ti, nena" y simula un brindis), la empuja a los brazos del marido que suspira aliviado y uno contempla cómo la pareja sube las escalerillas, rumbo a la libertad, rumbo a la vida, rumbo al amor mientras este aventurero se consume y observa cómo el avión se convierte en una mancha pequeña en el cielo de la madrugada.
Las encuestas escogen "Casablanca" como la mejor película de todos los tiempos, a la par de otra obra maestra, "Ciudadano Kane" de Orson Welles. La señalan a ella como la heroìna romántica por excelencia, su rostro el más bello, su sonrisa la más enigmática y siempre aparece entre las diez divas de todos los tiempos, al lado de Katharine Hepburn, Greta Garbo, Marilyn Monroe, Elizabeth Taylor, Judy Garland, Marlene Dietrich y Joan Crawford.
Bergman siempre será recordada mientras exista el cine, no solo por su personaje de Ilsa Lund, el amor imposible de Rick en "Casablanca" sino por haber creado la fragilidad, la inocencia y la vulnerabilidad de la guerrillera María, al lado de Gary Cooper en "Por quién doblan las campanas" (Hemingway era para la actriz su personaje favorito de la vida real); por haber sido Paula Alquist en "Luz de gas"; la doctora Constance Peterson en "Recuerda" (Spellbound) y Alicia Huberman en "Encadenados" (Notorious), ambas de Hitchcock; la princesa desmemoriada en "Anastasia"; Gladys Aylward en "El albergue de la sexta felicidad / La posada de la sexta felicidad"; Charlotte en "Sonata de Otoño", del maestro Ingmar Bergman con quien no tenía relación familiar alguna... y así sucesivamente. Y por haber interpretado magistralmente a una mujer tan legendaria como ella, Golda Meir.
Cuenta la leyenda que la última vez que se vieron Hitchcock y su actriz de tres películas fue un momento doloroso y triste porque el maestro estaba muy enfermo, acongojado al saberse condenado. Bergman, enferma de cáncer, le tomó la mano y le dijo: "¿De qué te preocupas, si vamos a morirnos alguna vez, de algo, de lo que sea? Tómalo con humor, mira tus pelìculas de nuevo y olvídate de la muerte porque es algo inevitable". Ella misma comentarìa que sus palabras le devolvieron la paz al amigo, quien murió dos años antes que ella, en 1980.
Nominada al Oscar en 1944, 1946, 1949 y 1979, ganó tres veces este premio por "Luz de gas", 1945; "Anastasia", 1957 y "Crimen en el Orient Express", 1975, asi como cuatro Globos de Oro y tres nominaciones, además del César francés, el David di Donatello, los premios de los críticos de numerosas ciudades de Estados Unidos, ademàs de ser presidente del jurado del festival de Cannes en 1973 (dicen que nunca, en la historia de este certamen, se había producido una ovación tan grande como cada noche en que aparecía Bergman en el palco de honor), y otros galardones por sus trabajos en cine, teatro y televisión.
No fueron fáciles sus primeros años de vida en Estocolmo porque su madre murió a los 2 años y el padre, 10 años después, quedando al cuidado de un anciano tío que nunca apoyó sus primeras muestras de interés por la actuación. A los 18 se graduó del colegio, se sintió libre de cualquier compromiso, se matriculó en una escuela de teatro, se aburrió, apareció haciendo una fila en una película olvidada y un año después actuó en su primera película seria, "Munkbrogreven", convirtiéndose pronto en una figura popular. A los 22 se casó con un médico, Peter Lindstrom con quien tuvo una hija, Pía, actriz.
Dice la leyenda que su buena suerte, a la par con su talento se demostró en una escena doméstica: una pareja de suecos comentó con entusiasmo una buena película suya que habìan visto en Estocolmo, en presencia del joven ascensorista quien, a su vez, repitió el comentario con otro de los inquilinos del edificio, el productor David Selznick quien, intrigado, pidió ver sus películas, supo que acababa de filmar "Intermezzo" y la contrató para hacer una versión a los Hollywood, con Leslie Howard. Verdad o mentira, forma parte de tantas leyendas alrededor de esta bella mujer.
Miles de espectadores enloquecieron con los ojos, la boca, el rostro, el cabello, el cuerpo alto y huesudo de esta sueca que fue recibida como el mejor regalo para disipar la depresión producida por la guerra. Los elogios se multiplicaron, las revistas y los periódicos inundaron a sus lectores con crónicas y comentarios, y se convirtió en la auténtica diva del momento. Regresó a Suecia, filmó tres películas, volvió a Hollywood a ocupar su trono y filmó, una detrás de la otra, algunas de sus obras maestras: "Casablanca", "Por quién doblan las campanas", "Gaslight", "Spellbound", "Saratoga Trunk", "Las campanas de Santa María" y "Juana de Arco", uno de los personajes que más interpretó en el cine y el teatro. Parecía nacida para eso.
Entonces, esa vida de reina de Hollywood, mimada por espectadores, productores, directores, guionistas y críticos enfrentó una dolorosa y escandalosa vuelta de tuerca cuando decidió regresar a Europa, a Italia exactamente, a filmar con uno de los grandes directores de todos los tiempos, Roberto Rossellini. Era 1949. Tenía apenas 34 años y era una de las mujeres más bellas en toda la historia del cine.
Como cualquier mujer, de cualquier rincón de la tierra, se enamoró de ese hombre mayor que ella, rodeado por la aureola del movimiento neorealista y en 1949, mientras filmaban "Stromboli", quedó embarazada de su hijo Robertino, abandonó al médico-marido y la hija de ambos, Pía, para iniciar una de las relaciones más escandalosas en la historia del cine. No era para menos. Ambos estaban casados, él era católico, ella tenía una hija pequeña, el Vaticano saltó enseguida, ella y el médico se divorciaron después que la historia de su infidelidad audaz ocupara durante varias semanas todos los medios del mundo.
Los más afectados fueron sus amigos de Hollywood, incluidos el señor Selznick, los mogules de los grandes estudios que se la disputaban, sus admiradores, los periodistas y todos quienes, de una u otra forma, se sentían dueños de esa vida ajena. Algunos hasta propusieron que nadie fuera a mirar sus películas. Nadie quiso contratarla, no le pasaron al teléfono y ella prefirió escampar en Italia con su nuevo marido, su hijo y las gemelas que nacieron en 1952, Isotta e Isabella Rosselini, quienes heredaron su belleza y su talento, sobre todo la segunda que ha actuado con algunos de los grandes directores.
El exilio duró siete años, regresó a Hollywood por la puerta grande con "Anastasia" que le mereció otro Oscar. Después de filmar varias películas con Rossellini que alcanzaron aplausos de los críticos pero el olvido de los espectadores, y decepcionada de una relación que tocaba fondo regresó a Los Angeles, se instaló de nuevo entre sus amigos y emprendió la nueva etapa de su carrera que no alcanzó el brillo de sus películas anteriores pero la mantuvo vigente hasta su muerte a los 67 años.
Se divorció en 1957 y al año siguiente se casó con un empresario teatral sueco, Lars Schmidt, heredero de una inmensa fortuna naviera. En 1975 se divorciaron. Tres años después filmó con Ingmar Bergman su película más aplaudida por los críticos, "Sonata de Otoño" que sirvió para comprobar una vez más que era (es) una de las más grandes actrices de todos los tiempos. A tiempo que descubría los síntomas de un cáncer y otros males, se preparaba para el último gran papel de su vida, el de otra mujer batalladora e independiente, Golda Meir.
El 29 de agosto de 1982 en la tarde, en su casa de Londres, un pequeño grupo de amigos y familiares se reunió para celebrar su cumpleaños, compartir la torta, apagar las velitas, beber vino y hacer bromas mientras ella se iba despidiendo, poco a poco, de cada uno de ellos. Al final se quedó con los hijos y, a su manera, se quedó dormida. Sus cenizas fueron arrojadas posteriormente a las frías aguas del mar en Suecia.
Los espectadores la recuerdan por alguna película favorita. Por su interpretación de Juana de Arco, o la enamorada de Bogart, o la campesina que pelea contra los franquistas en la guerra civil española al lado de Gary Cooper o la heroína atormentada en las tres películas que filmó con su amigo del alma, Alfred Hitchcock, o como afirma su ex yerno, Martin Scorsese, convirtiendo personajes simples en grandes caracteres de la historia del cine, apenas con un gesto o una mirada o un movimiento de la mano que intenta apartar el dolor durante unos minutos.
Y para que la leyenda permanezca, recordemos que esta hermosa y sensual mujer (sí, sensual, a pesar de su aparente frialdad y distancia), vivió otro escandaloso romance con uno de los grandes fotógrafos del mundo, Robert Capa, historia que sirvió al robusto Hitchcock para lograr una de sus obras maestras, "La ventana indiscreta".
Como dice Bogart alzando la copa, "Esta va por ti, nena".
Por Alberto Duque López
Siempre que lanzan una de esas famosas encuestas sobre las mejores películas de todos los tiempos, o las escenas más románticas, o las actrices más seductoras, o las mujeres más enigmáticas del cine, o los rostros más divinos, o las historias más escandalosas, o las actuaciones más memorables, ella está presente. Bella, distante e inalcanzable.
Ella, Ingrid Bergman, para quien el 29 de agosto representó el principio y el final de todo, porque nació ese día en 1915, en Estocolmo, Suecia, y murió en Londres, en esa misma fecha, de 1982. Ingrid Bergman tendría noventa años por estos días y seguramente se mantendría, como siempre, erguida, con una leve sonrisa que sus hijas heredaron, con esas manos que fueron capaces de enloquecer a Ingmar Bergman, Alfred Hitchcock y otros grandes directores que se apoyaron en ella para lograr algunas de sus mejores películas.
"Casablanca", 1942, para millones de espectadores en el mundo entero sigue siendo la mejor película de todos los tiempos. La historia de esa mujer elegante, distante, callada, romántica y leal al marido que intenta salir del cerco de los nazis, ayudado por un amante anterior es, según se mire, una de las más ridículas tonterías o una de las más sublimes historias de amor. Bergman y su coprotagonista, Humprey Bogart la filmaron con desgano, en medio de las mayores dificultades y con la esperanza, según lo confesó ella misma, que los espectadores la olvidaran después. Estaban equivocados.
En blanco y negro, en el escenario de ese bar en Casablanca donde un renegado que viene de regreso de todas las decepciones se reencuentra con la mujer con quien vivió unos días mágicos e irrepetibles en Parìs, antes del estallido de la II Guerra, convirtió a esta mujer en símbolo de toda una generación destrozada por las heridas de la guerra, en busca de unos héroes que le dieran alguna esperanza.
La encontraron en esa romántica pareja que protagoniza una de las escenas más emocionantes: en el aeropuerto, con los motores del avión encendido, la mujer y el ex amante que no quieren separarse hablan por última vez, el espectador quiere que sigan juntos, la mùsica insinùa que el marido volará solo y en un gesto que ha sido analizado en todas las formas, el hombre renuncia a ella, pronuncia una de las frases más famosas en la historia del cine ("Esta va por ti, nena" y simula un brindis), la empuja a los brazos del marido que suspira aliviado y uno contempla cómo la pareja sube las escalerillas, rumbo a la libertad, rumbo a la vida, rumbo al amor mientras este aventurero se consume y observa cómo el avión se convierte en una mancha pequeña en el cielo de la madrugada.
Las encuestas escogen "Casablanca" como la mejor película de todos los tiempos, a la par de otra obra maestra, "Ciudadano Kane" de Orson Welles. La señalan a ella como la heroìna romántica por excelencia, su rostro el más bello, su sonrisa la más enigmática y siempre aparece entre las diez divas de todos los tiempos, al lado de Katharine Hepburn, Greta Garbo, Marilyn Monroe, Elizabeth Taylor, Judy Garland, Marlene Dietrich y Joan Crawford.
Bergman siempre será recordada mientras exista el cine, no solo por su personaje de Ilsa Lund, el amor imposible de Rick en "Casablanca" sino por haber creado la fragilidad, la inocencia y la vulnerabilidad de la guerrillera María, al lado de Gary Cooper en "Por quién doblan las campanas" (Hemingway era para la actriz su personaje favorito de la vida real); por haber sido Paula Alquist en "Luz de gas"; la doctora Constance Peterson en "Recuerda" (Spellbound) y Alicia Huberman en "Encadenados" (Notorious), ambas de Hitchcock; la princesa desmemoriada en "Anastasia"; Gladys Aylward en "El albergue de la sexta felicidad / La posada de la sexta felicidad"; Charlotte en "Sonata de Otoño", del maestro Ingmar Bergman con quien no tenía relación familiar alguna... y así sucesivamente. Y por haber interpretado magistralmente a una mujer tan legendaria como ella, Golda Meir.
Cuenta la leyenda que la última vez que se vieron Hitchcock y su actriz de tres películas fue un momento doloroso y triste porque el maestro estaba muy enfermo, acongojado al saberse condenado. Bergman, enferma de cáncer, le tomó la mano y le dijo: "¿De qué te preocupas, si vamos a morirnos alguna vez, de algo, de lo que sea? Tómalo con humor, mira tus pelìculas de nuevo y olvídate de la muerte porque es algo inevitable". Ella misma comentarìa que sus palabras le devolvieron la paz al amigo, quien murió dos años antes que ella, en 1980.
Nominada al Oscar en 1944, 1946, 1949 y 1979, ganó tres veces este premio por "Luz de gas", 1945; "Anastasia", 1957 y "Crimen en el Orient Express", 1975, asi como cuatro Globos de Oro y tres nominaciones, además del César francés, el David di Donatello, los premios de los críticos de numerosas ciudades de Estados Unidos, ademàs de ser presidente del jurado del festival de Cannes en 1973 (dicen que nunca, en la historia de este certamen, se había producido una ovación tan grande como cada noche en que aparecía Bergman en el palco de honor), y otros galardones por sus trabajos en cine, teatro y televisión.
No fueron fáciles sus primeros años de vida en Estocolmo porque su madre murió a los 2 años y el padre, 10 años después, quedando al cuidado de un anciano tío que nunca apoyó sus primeras muestras de interés por la actuación. A los 18 se graduó del colegio, se sintió libre de cualquier compromiso, se matriculó en una escuela de teatro, se aburrió, apareció haciendo una fila en una película olvidada y un año después actuó en su primera película seria, "Munkbrogreven", convirtiéndose pronto en una figura popular. A los 22 se casó con un médico, Peter Lindstrom con quien tuvo una hija, Pía, actriz.
Dice la leyenda que su buena suerte, a la par con su talento se demostró en una escena doméstica: una pareja de suecos comentó con entusiasmo una buena película suya que habìan visto en Estocolmo, en presencia del joven ascensorista quien, a su vez, repitió el comentario con otro de los inquilinos del edificio, el productor David Selznick quien, intrigado, pidió ver sus películas, supo que acababa de filmar "Intermezzo" y la contrató para hacer una versión a los Hollywood, con Leslie Howard. Verdad o mentira, forma parte de tantas leyendas alrededor de esta bella mujer.
Miles de espectadores enloquecieron con los ojos, la boca, el rostro, el cabello, el cuerpo alto y huesudo de esta sueca que fue recibida como el mejor regalo para disipar la depresión producida por la guerra. Los elogios se multiplicaron, las revistas y los periódicos inundaron a sus lectores con crónicas y comentarios, y se convirtió en la auténtica diva del momento. Regresó a Suecia, filmó tres películas, volvió a Hollywood a ocupar su trono y filmó, una detrás de la otra, algunas de sus obras maestras: "Casablanca", "Por quién doblan las campanas", "Gaslight", "Spellbound", "Saratoga Trunk", "Las campanas de Santa María" y "Juana de Arco", uno de los personajes que más interpretó en el cine y el teatro. Parecía nacida para eso.
Entonces, esa vida de reina de Hollywood, mimada por espectadores, productores, directores, guionistas y críticos enfrentó una dolorosa y escandalosa vuelta de tuerca cuando decidió regresar a Europa, a Italia exactamente, a filmar con uno de los grandes directores de todos los tiempos, Roberto Rossellini. Era 1949. Tenía apenas 34 años y era una de las mujeres más bellas en toda la historia del cine.
Como cualquier mujer, de cualquier rincón de la tierra, se enamoró de ese hombre mayor que ella, rodeado por la aureola del movimiento neorealista y en 1949, mientras filmaban "Stromboli", quedó embarazada de su hijo Robertino, abandonó al médico-marido y la hija de ambos, Pía, para iniciar una de las relaciones más escandalosas en la historia del cine. No era para menos. Ambos estaban casados, él era católico, ella tenía una hija pequeña, el Vaticano saltó enseguida, ella y el médico se divorciaron después que la historia de su infidelidad audaz ocupara durante varias semanas todos los medios del mundo.
Los más afectados fueron sus amigos de Hollywood, incluidos el señor Selznick, los mogules de los grandes estudios que se la disputaban, sus admiradores, los periodistas y todos quienes, de una u otra forma, se sentían dueños de esa vida ajena. Algunos hasta propusieron que nadie fuera a mirar sus películas. Nadie quiso contratarla, no le pasaron al teléfono y ella prefirió escampar en Italia con su nuevo marido, su hijo y las gemelas que nacieron en 1952, Isotta e Isabella Rosselini, quienes heredaron su belleza y su talento, sobre todo la segunda que ha actuado con algunos de los grandes directores.
El exilio duró siete años, regresó a Hollywood por la puerta grande con "Anastasia" que le mereció otro Oscar. Después de filmar varias películas con Rossellini que alcanzaron aplausos de los críticos pero el olvido de los espectadores, y decepcionada de una relación que tocaba fondo regresó a Los Angeles, se instaló de nuevo entre sus amigos y emprendió la nueva etapa de su carrera que no alcanzó el brillo de sus películas anteriores pero la mantuvo vigente hasta su muerte a los 67 años.
Se divorció en 1957 y al año siguiente se casó con un empresario teatral sueco, Lars Schmidt, heredero de una inmensa fortuna naviera. En 1975 se divorciaron. Tres años después filmó con Ingmar Bergman su película más aplaudida por los críticos, "Sonata de Otoño" que sirvió para comprobar una vez más que era (es) una de las más grandes actrices de todos los tiempos. A tiempo que descubría los síntomas de un cáncer y otros males, se preparaba para el último gran papel de su vida, el de otra mujer batalladora e independiente, Golda Meir.
El 29 de agosto de 1982 en la tarde, en su casa de Londres, un pequeño grupo de amigos y familiares se reunió para celebrar su cumpleaños, compartir la torta, apagar las velitas, beber vino y hacer bromas mientras ella se iba despidiendo, poco a poco, de cada uno de ellos. Al final se quedó con los hijos y, a su manera, se quedó dormida. Sus cenizas fueron arrojadas posteriormente a las frías aguas del mar en Suecia.
Los espectadores la recuerdan por alguna película favorita. Por su interpretación de Juana de Arco, o la enamorada de Bogart, o la campesina que pelea contra los franquistas en la guerra civil española al lado de Gary Cooper o la heroína atormentada en las tres películas que filmó con su amigo del alma, Alfred Hitchcock, o como afirma su ex yerno, Martin Scorsese, convirtiendo personajes simples en grandes caracteres de la historia del cine, apenas con un gesto o una mirada o un movimiento de la mano que intenta apartar el dolor durante unos minutos.
Y para que la leyenda permanezca, recordemos que esta hermosa y sensual mujer (sí, sensual, a pesar de su aparente frialdad y distancia), vivió otro escandaloso romance con uno de los grandes fotógrafos del mundo, Robert Capa, historia que sirvió al robusto Hitchcock para lograr una de sus obras maestras, "La ventana indiscreta".
Como dice Bogart alzando la copa, "Esta va por ti, nena".