Colaboración: Elizabeth Taylor, el ocaso vital de una leyenda
- por © NOTICINE.com
4-VIII-05
Por Alberto Duque López
Ahora, cuando su salud está más deteriorada y se siente sola, encerrada en una inmensa mansión hasta donde llegan unos pocos amigos, descubrimos con nostalgia que cada uno de nosotros tiene su Liz Taylor (un apodo que ella detesta desde siempre); cada uno guarda una imagen personal, íntima, nostálgica quizás de la última de las auténticas estrellas de Hollywood, esas que entran o salen, entraban o salían de un aeropuerto y un hotel con 30 maletas, 10 perros, 5 gatos, 4 secretarias, 6 guardaespaldas, 2 conductores y varios asistentes que avanzan en procesión detrás de ella, obedientes y callados, bien vestidos y peinados, esperando que el más pequeño de sus caprichos se convierta en una orden, a veces, dificil de obedecer. Bueno, ya no es así con ella pero quedan los recuerdos.
Elizabeth Rosemond Taylor: mide 1.63, tiene los ojos más violetas sobre la tierra, unos senos generosos y bellos, unas manos feas y venosas, una boca de niña mimada y un pésimo gusto para vestir y, en ocasiones, para escoger marido.
En el mundo entero, no hay la menor duda, en todos los idiomas y latitudes, millones de fanáticos la adoran, coleccionan sus fotos, guardan sus películas, recortan sus apariciones en diarios y revistas, y siguen convencidos que ella es eterna, que jamás desaparecerá a pesar de sus 73 años que cumplió el 27 de febrero. En varias ocasiones esa inmortalidad ha estado a punto de ser interrumpida con graves enfermedades que la redujeron durante semanas a un bello cuerpo agonizante.
Cada uno tiene su Liz Taylor. Unos, la ganadora de 2 premios Oscar por "¿Quién teme a Virginia Woolf", 1967 y "Una mujer marcada" (Butterfield 8), 1961, por interpretar a una esposa histérica y una ramera, y la nominada a otros 3 Oscar por "El árbol de la vida", 1958; "La gata sobre el tejado de zinc", 1959 y "De repente, el último verano", 1960 con personajes que manejaban la inocencia, la perversión y la maldad.
Otros la recuerdan por todos sus maridos: Conrad Hilton Jr., mayo de 1950 a febrero de 1951; Michael Wilding, febrero de 1952 a enero de 1957; Michael Todd, febrero de 1957 a marzo de 1958; Eddie Fisher, mayo de 1959 a marzo de 1964; Richard Burton, marzo de 1964 a junio de 1974 (su matrimonio más duradero), y octubre de 1975 a agosto de 1976; John W. Warner, diciembre de 1976 a noviembre de 1982; Larry Fortensky, octubre de 1991 a octubre de 1996.
De todos se divorció, menos de Mike Todd quien pereció en un accidente aéreo. Cuenta la leyenda que los asistentes tuvieron que derribar la puerta de su dormitorio donde la viuda se había atrincherado cubierta con la ropa sucia que había dejado el famoso productor antes de viajar. De esos ocho matrimonios quedan cuatro hijos: María Burton, Liza Todd Burton, Chris y Michael Wilding Jr.
Otros no la olvidan por sus películas juveniles: una carrera legendaria que se inició con un clásico que millones siguen repitiendo en Video, "El regreso de Lassie / La cadena invisible", 1943 y la película que todos consideran indispensable, "Fuego de juventud! (National Velvet), 1944, al lado de otro ídolo juvenil, Mickey Rooney, quien habría de convertirse en su amigo de toda la vida. En 1946 filmó otro éxito de taquilla con la MGM que la mantenía bajo un rígido contrato, "El coraje de Lassie" y a los 15 años, cuando la mayorìa de las niñas soñaba con su baile de cumpleaños, ella filmó "Vivir con papá" (Life with Father) al lado de dos de las más grandes estrellas del momento, William Powell e Irene Dunne. A esa edad, ya era una de las actrices más importantes del Hollywood de entonces.
Algunos gozan recordando sus orígenes. Nacida en Londres, sus padres eran de Estados Unidos, tenían un pròspero negocio de galeristas en San Luis, Missouri y viajaron a Inglaterra a instalar sucursales. La madre había sido actriz pero al casarse abandonó el oficio y organizó la familia en Londres hasta 1939 cuando la II Guerra era inminente. La niña de 7 años y la madre viajaron a Estados Unidos, el padre se quedó unos meses liquidando sus propiedades y se reencontraron en Los Angeles, donde, cuenta la leyenda, un buscatalentos descubrió la insólita belleza de una niña que tenía ojos violeta y pelo muy negro. La llevò a una prueba en los estudios Universal y comenzó a los 10 años la carrera de quien, no solo ganaría 2 Oscar sino innumerables galardones del American Film Institute, el festival de Berlìn, el David di Donatello, 4 Globos de Oro, la Film Society del Lincoln Center y otros premios internacionales.
Cada uno tiene su Liz Taylor. La que trabaja por los pacientes de sida desde la muerte en 1985 de su gran amigo Rock Hundson, con quien filmó "Gigante", también al lado de James Dean y en cuya memoria fundó una asociación dedicada a recoger fondos para esos enfermos. La que tiene una de las colecciones de joyas más valiosas sobre la tierra. La que se desvive por sus amigos como Michael Jackson. La que tiene una voz chillona y según los críticos más severos, recibió su Oscar por "Una mujer marcada" para premiar su valor al someterse a una traquetomía y otras cirugías simultáneas.
La que ha protagonizado algunos de los grandes escándalos de Hollywood, como el del rodaje de "Cleopatra" (fue la primera actriz que recibió 1 millón de dólares como sueldo): casada con Eddie Fisher (ya se lo había arrebatado a Debbie Reynolds), un actor mediocre que se convirtió en su perro faldero durante cinco años, enloqueció con un actor galés que interpretaba a Marco Antonio en esa superproducción que casi acaba con los estudios Fox. Abandonaba el set y se encerraba durante varias horas a copular con Richard Burton cerca de miles de extras e invitados al rodaje, quienes esperaban con paciencia a que la naturaleza hiciera lo suyo. A lo largo de todos estos años, cuando algún periodista aludía a su voracidad sexual, la estrella siempre respondía: "Por favor, con esta hoguera que llevo por dentro, ¿quieren que me vaya sola a la cama?".
Para sus numerosos biógrafos, incluida la incisiva Ketty Kelly, la vida de Liz Taylor con sus películas buenas y malas; sus operaciones; sus escándalos de sexo y alcohol; sus matrimonios y divorcios; sus premios; sus fiestas gigantescas para recoger fondos destinados a los huérfanos y los enfermos de sida; sus largos viajes; sus permanencias en hoteles elegantes (estuvimos en el Dorchester, en Londres, contemplando la suite que la estrella sigue ocupando cuando llega a esa ciudad, con sus habitaciones pintadas de blanco y dorado, las toallas que son cambiadas cada hora aunque estén sin usar, el bar enorme con centenares de botellas de licor, los numerosos criados dispuestos a atender a la más antipática y hermosa de las divas, la última diva sobreviviente al esplendor de un Hollywood que ya no cree en estas divas); sus apariciones en programas de televisión donde mira al periodista y parece no entender lo que le dicen, como si estuviera en otro planeta; sus declaraciones cada vez más escasas a la prensa…..esa vida, con todo lo bueno y lo malo y lo desagradable que pueda contener, es más espectacular que sus películas…más excitante, más dramática, más escandalosa, más atractiva que cualquiera de los guiones que escribieron para ella esos guionistas perseguidos por los productores que solo buscaban tenerla contenta, aunque la pelìcula fuera absoluta basura.
A propósito de basura: hay que destacar las 12 películas que Burton y Taylor filmaron, no todas buenas, pero marcadas por la furia de sus personajes, la escandalosa promoción que las rodearon y sobre todo, la búsqueda que hacían los espectadores en ese mundo de ficción de sus propios dramas, sinsabores y alegrías: juntos lograron obras maestras como "¿Quién teme a Virginia Woolf?", 1966, "La fierecilla domada / La mujer indomable", 1967 y "Los comediantes", 1967, al lado de pelìculas desechables como "The VIPS", 1963, "Bajo el bosque lácteo", 1972, "Castillos en la arena" (The Sandpiper), 1965, "Pacto con el diablo" (Hammersmith is out), 1972, "Doctor Fausto", 1967, "Se divorcia él, se divorcia ella" (Divorce His, Divorce Hers), 1973, "Cleopatra", 1963, "La mujer maldita" (Boom), 1968 y "Ana de los mil dìas", 1969.
También hay que señalar que la carrera de esta actriz tiene momentos brillantes, más por los autores de las historias, los guionistas, los directores y sus compañeros de reparto que por ella misma, pero sus personajes son recordados con emoción: "Ceremonia Secreta" de Joseph Losey, sobre la novela del argentino Marco Denevi, 1968; "Reflejos en un ojo dorado", novela de Carson McCullers, de John Huston, 1967; "La última vez que ví París" escrita por Scott Fitzgerald y dirigida por Richard Brooks, 1954; "Un lugar en el sol" sobre la novela de Theodore Dreiser, de George Stevens, 1951; "Mujercitas" según la obra de Louisa Mary Alcott, dirigida por Mervin LeRoy, 1949; "El padre de la novia" sobre la novela de Edward Streeter, de Vincente Minelli, 1950, entre otros momentos memorables de su filmografía.
La salud de esta mujer hermosa, temperamental, egoísta, enamorada de la vida, apasionada por los hombres ajenos, excelente amiga de sus amigos, abuela consentidora y última de esa generación de grandes estrellas de Hollywood, está deteriorada pero ella tiene la dosis suficiente de buen humor y coraje para seguir en sus campañas sociales y algunos trabajos en televisión.
Por supuesto, la gente no la olvida ni puede olvidar, así como no olvidan "Pasión" y los demás perfumes que llevan su nombre; no olvidan que es una de las estrellas que más carátulas ha ocupado en todas las revistas del mundo; que siempre aparece en las listas de las 50 o 100 estrellas más deslumbrantes de todos los tiempos; no olvidan que ha dado muestras de amistad profunda, como su recuerdo permanente de Marlon Brando, James Dean y Rock Hudson o la escena que vivió con un Montgomery Clift accidentado, abandonado a la orilla de la autopista, ahogándose con los dientes que le atravesaban el esófago hasta cuando ella introdujo su mano en la garganta y uno a uno fue sacando los dientes que no lo dejaba respirar; la gente no olvida que en varias ocasiones le ha visto la cara a la muerte. La gente no olvida su sentido del humor que le permite soltar estas impertinencias:
-"Mi madre aseguraba que después de nacer, no abrì los ojos durante ocho días, hasta cuando sentí que me colocaban un anillo en el dedo y los abri para contemplarlo...".
- "¿Qué espera la gente de mí, que duerma sola?".
- "El dinero solo sirve para algo: para que el mundo se vea más bello".
- "Cuando uno está gordo, el mundo se divide en dos grandes grupos: los que te humillan y los que te apoyan y te dejan solo... Lo cómico es que en ambos bandos existen los amigos y los saboteadores...".
- "Si me piden un epitafio, diría: Aquí yace Elizabeth Taylor. Odiaba que le dijeran Liz".
- "La fama es el mejor desodorante que existe porque hace desaparecer los peores olores del pasado".
- "Algunos de mis mejores acompañantes masculinos, han sido perros y caballos".
- "Michael Jackson es la persona más normal sobre la tierra".
Por Alberto Duque López
Ahora, cuando su salud está más deteriorada y se siente sola, encerrada en una inmensa mansión hasta donde llegan unos pocos amigos, descubrimos con nostalgia que cada uno de nosotros tiene su Liz Taylor (un apodo que ella detesta desde siempre); cada uno guarda una imagen personal, íntima, nostálgica quizás de la última de las auténticas estrellas de Hollywood, esas que entran o salen, entraban o salían de un aeropuerto y un hotel con 30 maletas, 10 perros, 5 gatos, 4 secretarias, 6 guardaespaldas, 2 conductores y varios asistentes que avanzan en procesión detrás de ella, obedientes y callados, bien vestidos y peinados, esperando que el más pequeño de sus caprichos se convierta en una orden, a veces, dificil de obedecer. Bueno, ya no es así con ella pero quedan los recuerdos.
Elizabeth Rosemond Taylor: mide 1.63, tiene los ojos más violetas sobre la tierra, unos senos generosos y bellos, unas manos feas y venosas, una boca de niña mimada y un pésimo gusto para vestir y, en ocasiones, para escoger marido.
En el mundo entero, no hay la menor duda, en todos los idiomas y latitudes, millones de fanáticos la adoran, coleccionan sus fotos, guardan sus películas, recortan sus apariciones en diarios y revistas, y siguen convencidos que ella es eterna, que jamás desaparecerá a pesar de sus 73 años que cumplió el 27 de febrero. En varias ocasiones esa inmortalidad ha estado a punto de ser interrumpida con graves enfermedades que la redujeron durante semanas a un bello cuerpo agonizante.
Cada uno tiene su Liz Taylor. Unos, la ganadora de 2 premios Oscar por "¿Quién teme a Virginia Woolf", 1967 y "Una mujer marcada" (Butterfield 8), 1961, por interpretar a una esposa histérica y una ramera, y la nominada a otros 3 Oscar por "El árbol de la vida", 1958; "La gata sobre el tejado de zinc", 1959 y "De repente, el último verano", 1960 con personajes que manejaban la inocencia, la perversión y la maldad.
Otros la recuerdan por todos sus maridos: Conrad Hilton Jr., mayo de 1950 a febrero de 1951; Michael Wilding, febrero de 1952 a enero de 1957; Michael Todd, febrero de 1957 a marzo de 1958; Eddie Fisher, mayo de 1959 a marzo de 1964; Richard Burton, marzo de 1964 a junio de 1974 (su matrimonio más duradero), y octubre de 1975 a agosto de 1976; John W. Warner, diciembre de 1976 a noviembre de 1982; Larry Fortensky, octubre de 1991 a octubre de 1996.
De todos se divorció, menos de Mike Todd quien pereció en un accidente aéreo. Cuenta la leyenda que los asistentes tuvieron que derribar la puerta de su dormitorio donde la viuda se había atrincherado cubierta con la ropa sucia que había dejado el famoso productor antes de viajar. De esos ocho matrimonios quedan cuatro hijos: María Burton, Liza Todd Burton, Chris y Michael Wilding Jr.
Otros no la olvidan por sus películas juveniles: una carrera legendaria que se inició con un clásico que millones siguen repitiendo en Video, "El regreso de Lassie / La cadena invisible", 1943 y la película que todos consideran indispensable, "Fuego de juventud! (National Velvet), 1944, al lado de otro ídolo juvenil, Mickey Rooney, quien habría de convertirse en su amigo de toda la vida. En 1946 filmó otro éxito de taquilla con la MGM que la mantenía bajo un rígido contrato, "El coraje de Lassie" y a los 15 años, cuando la mayorìa de las niñas soñaba con su baile de cumpleaños, ella filmó "Vivir con papá" (Life with Father) al lado de dos de las más grandes estrellas del momento, William Powell e Irene Dunne. A esa edad, ya era una de las actrices más importantes del Hollywood de entonces.
Algunos gozan recordando sus orígenes. Nacida en Londres, sus padres eran de Estados Unidos, tenían un pròspero negocio de galeristas en San Luis, Missouri y viajaron a Inglaterra a instalar sucursales. La madre había sido actriz pero al casarse abandonó el oficio y organizó la familia en Londres hasta 1939 cuando la II Guerra era inminente. La niña de 7 años y la madre viajaron a Estados Unidos, el padre se quedó unos meses liquidando sus propiedades y se reencontraron en Los Angeles, donde, cuenta la leyenda, un buscatalentos descubrió la insólita belleza de una niña que tenía ojos violeta y pelo muy negro. La llevò a una prueba en los estudios Universal y comenzó a los 10 años la carrera de quien, no solo ganaría 2 Oscar sino innumerables galardones del American Film Institute, el festival de Berlìn, el David di Donatello, 4 Globos de Oro, la Film Society del Lincoln Center y otros premios internacionales.
Cada uno tiene su Liz Taylor. La que trabaja por los pacientes de sida desde la muerte en 1985 de su gran amigo Rock Hundson, con quien filmó "Gigante", también al lado de James Dean y en cuya memoria fundó una asociación dedicada a recoger fondos para esos enfermos. La que tiene una de las colecciones de joyas más valiosas sobre la tierra. La que se desvive por sus amigos como Michael Jackson. La que tiene una voz chillona y según los críticos más severos, recibió su Oscar por "Una mujer marcada" para premiar su valor al someterse a una traquetomía y otras cirugías simultáneas.
La que ha protagonizado algunos de los grandes escándalos de Hollywood, como el del rodaje de "Cleopatra" (fue la primera actriz que recibió 1 millón de dólares como sueldo): casada con Eddie Fisher (ya se lo había arrebatado a Debbie Reynolds), un actor mediocre que se convirtió en su perro faldero durante cinco años, enloqueció con un actor galés que interpretaba a Marco Antonio en esa superproducción que casi acaba con los estudios Fox. Abandonaba el set y se encerraba durante varias horas a copular con Richard Burton cerca de miles de extras e invitados al rodaje, quienes esperaban con paciencia a que la naturaleza hiciera lo suyo. A lo largo de todos estos años, cuando algún periodista aludía a su voracidad sexual, la estrella siempre respondía: "Por favor, con esta hoguera que llevo por dentro, ¿quieren que me vaya sola a la cama?".
Para sus numerosos biógrafos, incluida la incisiva Ketty Kelly, la vida de Liz Taylor con sus películas buenas y malas; sus operaciones; sus escándalos de sexo y alcohol; sus matrimonios y divorcios; sus premios; sus fiestas gigantescas para recoger fondos destinados a los huérfanos y los enfermos de sida; sus largos viajes; sus permanencias en hoteles elegantes (estuvimos en el Dorchester, en Londres, contemplando la suite que la estrella sigue ocupando cuando llega a esa ciudad, con sus habitaciones pintadas de blanco y dorado, las toallas que son cambiadas cada hora aunque estén sin usar, el bar enorme con centenares de botellas de licor, los numerosos criados dispuestos a atender a la más antipática y hermosa de las divas, la última diva sobreviviente al esplendor de un Hollywood que ya no cree en estas divas); sus apariciones en programas de televisión donde mira al periodista y parece no entender lo que le dicen, como si estuviera en otro planeta; sus declaraciones cada vez más escasas a la prensa…..esa vida, con todo lo bueno y lo malo y lo desagradable que pueda contener, es más espectacular que sus películas…más excitante, más dramática, más escandalosa, más atractiva que cualquiera de los guiones que escribieron para ella esos guionistas perseguidos por los productores que solo buscaban tenerla contenta, aunque la pelìcula fuera absoluta basura.
A propósito de basura: hay que destacar las 12 películas que Burton y Taylor filmaron, no todas buenas, pero marcadas por la furia de sus personajes, la escandalosa promoción que las rodearon y sobre todo, la búsqueda que hacían los espectadores en ese mundo de ficción de sus propios dramas, sinsabores y alegrías: juntos lograron obras maestras como "¿Quién teme a Virginia Woolf?", 1966, "La fierecilla domada / La mujer indomable", 1967 y "Los comediantes", 1967, al lado de pelìculas desechables como "The VIPS", 1963, "Bajo el bosque lácteo", 1972, "Castillos en la arena" (The Sandpiper), 1965, "Pacto con el diablo" (Hammersmith is out), 1972, "Doctor Fausto", 1967, "Se divorcia él, se divorcia ella" (Divorce His, Divorce Hers), 1973, "Cleopatra", 1963, "La mujer maldita" (Boom), 1968 y "Ana de los mil dìas", 1969.
También hay que señalar que la carrera de esta actriz tiene momentos brillantes, más por los autores de las historias, los guionistas, los directores y sus compañeros de reparto que por ella misma, pero sus personajes son recordados con emoción: "Ceremonia Secreta" de Joseph Losey, sobre la novela del argentino Marco Denevi, 1968; "Reflejos en un ojo dorado", novela de Carson McCullers, de John Huston, 1967; "La última vez que ví París" escrita por Scott Fitzgerald y dirigida por Richard Brooks, 1954; "Un lugar en el sol" sobre la novela de Theodore Dreiser, de George Stevens, 1951; "Mujercitas" según la obra de Louisa Mary Alcott, dirigida por Mervin LeRoy, 1949; "El padre de la novia" sobre la novela de Edward Streeter, de Vincente Minelli, 1950, entre otros momentos memorables de su filmografía.
La salud de esta mujer hermosa, temperamental, egoísta, enamorada de la vida, apasionada por los hombres ajenos, excelente amiga de sus amigos, abuela consentidora y última de esa generación de grandes estrellas de Hollywood, está deteriorada pero ella tiene la dosis suficiente de buen humor y coraje para seguir en sus campañas sociales y algunos trabajos en televisión.
Por supuesto, la gente no la olvida ni puede olvidar, así como no olvidan "Pasión" y los demás perfumes que llevan su nombre; no olvidan que es una de las estrellas que más carátulas ha ocupado en todas las revistas del mundo; que siempre aparece en las listas de las 50 o 100 estrellas más deslumbrantes de todos los tiempos; no olvidan que ha dado muestras de amistad profunda, como su recuerdo permanente de Marlon Brando, James Dean y Rock Hudson o la escena que vivió con un Montgomery Clift accidentado, abandonado a la orilla de la autopista, ahogándose con los dientes que le atravesaban el esófago hasta cuando ella introdujo su mano en la garganta y uno a uno fue sacando los dientes que no lo dejaba respirar; la gente no olvida que en varias ocasiones le ha visto la cara a la muerte. La gente no olvida su sentido del humor que le permite soltar estas impertinencias:
-"Mi madre aseguraba que después de nacer, no abrì los ojos durante ocho días, hasta cuando sentí que me colocaban un anillo en el dedo y los abri para contemplarlo...".
- "¿Qué espera la gente de mí, que duerma sola?".
- "El dinero solo sirve para algo: para que el mundo se vea más bello".
- "Cuando uno está gordo, el mundo se divide en dos grandes grupos: los que te humillan y los que te apoyan y te dejan solo... Lo cómico es que en ambos bandos existen los amigos y los saboteadores...".
- "Si me piden un epitafio, diría: Aquí yace Elizabeth Taylor. Odiaba que le dijeran Liz".
- "La fama es el mejor desodorante que existe porque hace desaparecer los peores olores del pasado".
- "Algunos de mis mejores acompañantes masculinos, han sido perros y caballos".
- "Michael Jackson es la persona más normal sobre la tierra".