Arthur Miller en el cine: La conciencia de los perdedores
- por © NOTICINE.com
14-II-05
Por Alberto Duque López
Las fotos tomadas por Inge Morath durante el rodaje de "Vidas rebeldes / Los Inadaptados" son inolvidables. El, alto y delgado, con gafas y la mirada ausente, abrazándola a ella, olorosa a sudor, rubia de trenzas, con los senos grandes, la blusa abierta, los jeans muy ceñidos, sin ropa interior, los pies descalzos y un aire de inocencia que se alimentaba de soledad y perversión.
Ahí estaban en el desierto de Nevada, 1961, donde varios años atrás habían sido realizadas varias explosiones nucleares. Rodeados de caballos salvajes de la mano de John Huston, un director enloquecido que quería acabar la película como fuera porque se sentía cansado de ese guión escrito por uno de los tres grandes dramaturgos norteamericanos, Arthur Miller.
Ahí estaban. Ninguno sigue vivo ahora. Ni siquiera la fotógrafa que se casó con el escritor luego de su divorcio de la estrella, quien se suicidó varios meses después de esa boda. Clark Gable, Montgomery Clift, Eli Wallach, John Huston y por supuesto, ellos dos, enamorados después de haber sido infieles a sus parejas. Miller y Marilyn Monroe, calificados con ironía por Normal Mailer como el cerebro y el cuerpo más grandes de la época.
La película es un homenaje triste del marido-escritor a una mujer-estrella que nunca lo comprendió ni amó, preocupada por sus adicciones y presionada por una prensa amarilla de Hollywood que la odiaba y no perdonaba su auténtica inocencia.
El rodaje fue la culminación de cinco años de matrimonio lleno de peleas, zancadillas, rencores, infidelidades y equivocaciones que Miller retrata con acidez en su autobiografía, en la que confiesa que se dedicó a cuidar más las frustaciones de la rubia y dejar de trabajar en varios proyectos. Huston lo sabía, lo sentía y por eso esta película nunca figuró entre sus recuerdos, a pesar de que estos personajes derrotados y solitarios vienen de la misma esencia del director de tantas películas semejantes.
Reflejos de esos años de agonía con Marilyn se hallan en dos obras posteriores del autor: "Despuès de la caída" y "Finishing the Picture" que abarcan todas las ansiedades, dudas, frustraciones, dolores y crueldades de una relación que nació enferma.
Las relaciones de Arthur Miller siempre fueron estrechas con el cine y la televisión. Sus historias y personajes amargos cazaban bien con los directores que querían lastimar a sus espectadores con estos retratos de perdedores convertidos en la conciencia de millones y millones de norteamericanos ávidos por alcanzar ese sueño lleno de objetos y riquezas y comodidades aunque el alma siguiera vacía, y frustrados al comprender que ese sueño cada vez era más lejano.
La obra más popular y representativa de ese universo creado por un hombre que detestaba a los críticos, nunca los leía y evitaba cualquier contacto con ellos, "La muerte de un viajante" (estrenada en Broadway en 1949 cuando el autor tenía apenas 33 años, dirigida por Elia Kazan y protagonizada por Lee J. Cobb) tiene el personaje de Willy Lomas que se ha convertido en la prueba más exigente para todos los actores dramáticos, tanto, que podemos recordar algunas de sus versiones más memorables para cine y televisión después de Kazan: en 1951, dirigida por Lazlo Benedek, con Frederich March; en 1966, dirigida por Alex Segal, con Lee J. Cobb; en el mismo año, dirigida por Alan Cooke, con Rod Steiger; en 1985, dirigida por Volker Schlöndorff, con Dustin Hoffman y John Malkovich; en 1996, dirigida por David Thacker, con Warren Mitchell; en 2000, dirigida por Kirk Browning, con Brian Dennehy.
Después de "La muerte de un viajante", el cine y la televisión se engolosinaron con la atmósfera represiva, los personajes intolerantes y las víctimas de su obra "El Crucifijo", que retrata con mucho veneno y despiadado humor las batallas del senador McCarthy por atrapar y silenciar a los liberales durante su famosa caza de brujas, una época durante la cual Hollywood fue asaltado y perseguido para que denunciara a los simpatizantes de los comunistas y liberales.
Algunos, como Elia Kazan, sucumbieron y entregaron nombres y direcciones. Otros, como Bogart, Brando, Hetch, Miller, Polonsky y Lumet resistieron el asedio y desafiaron a los inquisidores.
Escrita en 1953, "El Crucifijo" ha conocido varias versiones: la más famosa en 1957 como "Las brujas de Salem", dirigida por Raymond Rouleau, con Simone Signoret e Yves Montand, con un guión que Miller compartió con Jean-Paul Sartre; diez años más tarde, dirigida por Alex Segal, con George C. Scott y Melvyn Douglas; en 1980, dirigida por Don Taylor, con Sarah Berger; en 1985, dirigida por el estupendo Philip Leacock, con Vanessa Redgrave y Kim Hunter; en 1996, dirigida por Nicholas Hytner, con Daniel Day-Lewis (yerno de Miller porque está casado con su hija Rebecca, realizadora de cine) y Winona Ryder.
Además de "La muerte de un viajante" y "El Crucifijo", habría que mencionar la legendaria adaptación que Sidney Lumet hiciera de "Panorama desde el puente" en 1961 con un reparto encabezado por Raff Vallone y Jean Sorel; las películas "Focus", dirigida por Neal Slavin en 2001, con William H. Macy, y "Edén" de Amos Gitai, con Samantha Morton, 2001, basadas en libros de Miller.
Y, por supuesto, la controvertida "Playing for Time", dirigida por Daniel Mann, con Vanessa Redgrave y Jane Alexander, con guión de Miller sobre la autobiografía de Fania Fénelon, sobreviviente de Auschwitz y líder de la orquesta de mujeres que tocaba en el campo de concentración.
Cuando uno mira las superproducciones de Hollywood, optimistas y alegres, debe recordar también que dentro de esa industria se encuentra la obra de autores como Arthur Miller y Tennesse Williams, antes; Raymond Carver y Sam Shepard, ahora, dedicados a mostrarnos el lado oscuro de ese sueño americano que, para el personaje solitario, derrotado y triste de Willy Lomas podía caber en una sonrisa, unos zapatos brillantes y un saludo en voz alta, aunque el resto del mundo estuviera desmoronándose, en el mismo universo de los personajes del director Alexander Payne o el guionista Charlie Kaufman con quienes Arthur Miller tenía muchos elementos comunes.
Por Alberto Duque López
Las fotos tomadas por Inge Morath durante el rodaje de "Vidas rebeldes / Los Inadaptados" son inolvidables. El, alto y delgado, con gafas y la mirada ausente, abrazándola a ella, olorosa a sudor, rubia de trenzas, con los senos grandes, la blusa abierta, los jeans muy ceñidos, sin ropa interior, los pies descalzos y un aire de inocencia que se alimentaba de soledad y perversión.
Ahí estaban en el desierto de Nevada, 1961, donde varios años atrás habían sido realizadas varias explosiones nucleares. Rodeados de caballos salvajes de la mano de John Huston, un director enloquecido que quería acabar la película como fuera porque se sentía cansado de ese guión escrito por uno de los tres grandes dramaturgos norteamericanos, Arthur Miller.
Ahí estaban. Ninguno sigue vivo ahora. Ni siquiera la fotógrafa que se casó con el escritor luego de su divorcio de la estrella, quien se suicidó varios meses después de esa boda. Clark Gable, Montgomery Clift, Eli Wallach, John Huston y por supuesto, ellos dos, enamorados después de haber sido infieles a sus parejas. Miller y Marilyn Monroe, calificados con ironía por Normal Mailer como el cerebro y el cuerpo más grandes de la época.
La película es un homenaje triste del marido-escritor a una mujer-estrella que nunca lo comprendió ni amó, preocupada por sus adicciones y presionada por una prensa amarilla de Hollywood que la odiaba y no perdonaba su auténtica inocencia.
El rodaje fue la culminación de cinco años de matrimonio lleno de peleas, zancadillas, rencores, infidelidades y equivocaciones que Miller retrata con acidez en su autobiografía, en la que confiesa que se dedicó a cuidar más las frustaciones de la rubia y dejar de trabajar en varios proyectos. Huston lo sabía, lo sentía y por eso esta película nunca figuró entre sus recuerdos, a pesar de que estos personajes derrotados y solitarios vienen de la misma esencia del director de tantas películas semejantes.
Reflejos de esos años de agonía con Marilyn se hallan en dos obras posteriores del autor: "Despuès de la caída" y "Finishing the Picture" que abarcan todas las ansiedades, dudas, frustraciones, dolores y crueldades de una relación que nació enferma.
Las relaciones de Arthur Miller siempre fueron estrechas con el cine y la televisión. Sus historias y personajes amargos cazaban bien con los directores que querían lastimar a sus espectadores con estos retratos de perdedores convertidos en la conciencia de millones y millones de norteamericanos ávidos por alcanzar ese sueño lleno de objetos y riquezas y comodidades aunque el alma siguiera vacía, y frustrados al comprender que ese sueño cada vez era más lejano.
La obra más popular y representativa de ese universo creado por un hombre que detestaba a los críticos, nunca los leía y evitaba cualquier contacto con ellos, "La muerte de un viajante" (estrenada en Broadway en 1949 cuando el autor tenía apenas 33 años, dirigida por Elia Kazan y protagonizada por Lee J. Cobb) tiene el personaje de Willy Lomas que se ha convertido en la prueba más exigente para todos los actores dramáticos, tanto, que podemos recordar algunas de sus versiones más memorables para cine y televisión después de Kazan: en 1951, dirigida por Lazlo Benedek, con Frederich March; en 1966, dirigida por Alex Segal, con Lee J. Cobb; en el mismo año, dirigida por Alan Cooke, con Rod Steiger; en 1985, dirigida por Volker Schlöndorff, con Dustin Hoffman y John Malkovich; en 1996, dirigida por David Thacker, con Warren Mitchell; en 2000, dirigida por Kirk Browning, con Brian Dennehy.
Después de "La muerte de un viajante", el cine y la televisión se engolosinaron con la atmósfera represiva, los personajes intolerantes y las víctimas de su obra "El Crucifijo", que retrata con mucho veneno y despiadado humor las batallas del senador McCarthy por atrapar y silenciar a los liberales durante su famosa caza de brujas, una época durante la cual Hollywood fue asaltado y perseguido para que denunciara a los simpatizantes de los comunistas y liberales.
Algunos, como Elia Kazan, sucumbieron y entregaron nombres y direcciones. Otros, como Bogart, Brando, Hetch, Miller, Polonsky y Lumet resistieron el asedio y desafiaron a los inquisidores.
Escrita en 1953, "El Crucifijo" ha conocido varias versiones: la más famosa en 1957 como "Las brujas de Salem", dirigida por Raymond Rouleau, con Simone Signoret e Yves Montand, con un guión que Miller compartió con Jean-Paul Sartre; diez años más tarde, dirigida por Alex Segal, con George C. Scott y Melvyn Douglas; en 1980, dirigida por Don Taylor, con Sarah Berger; en 1985, dirigida por el estupendo Philip Leacock, con Vanessa Redgrave y Kim Hunter; en 1996, dirigida por Nicholas Hytner, con Daniel Day-Lewis (yerno de Miller porque está casado con su hija Rebecca, realizadora de cine) y Winona Ryder.
Además de "La muerte de un viajante" y "El Crucifijo", habría que mencionar la legendaria adaptación que Sidney Lumet hiciera de "Panorama desde el puente" en 1961 con un reparto encabezado por Raff Vallone y Jean Sorel; las películas "Focus", dirigida por Neal Slavin en 2001, con William H. Macy, y "Edén" de Amos Gitai, con Samantha Morton, 2001, basadas en libros de Miller.
Y, por supuesto, la controvertida "Playing for Time", dirigida por Daniel Mann, con Vanessa Redgrave y Jane Alexander, con guión de Miller sobre la autobiografía de Fania Fénelon, sobreviviente de Auschwitz y líder de la orquesta de mujeres que tocaba en el campo de concentración.
Cuando uno mira las superproducciones de Hollywood, optimistas y alegres, debe recordar también que dentro de esa industria se encuentra la obra de autores como Arthur Miller y Tennesse Williams, antes; Raymond Carver y Sam Shepard, ahora, dedicados a mostrarnos el lado oscuro de ese sueño americano que, para el personaje solitario, derrotado y triste de Willy Lomas podía caber en una sonrisa, unos zapatos brillantes y un saludo en voz alta, aunque el resto del mundo estuviera desmoronándose, en el mismo universo de los personajes del director Alexander Payne o el guionista Charlie Kaufman con quienes Arthur Miller tenía muchos elementos comunes.