OPINION: Lemmon, triste y alegre
- por © FP-NOTICINE.com
Por Manuel Leguineche
"Es la persona más triste que he conocido en mi vida" dijo su compañero de reparto Walter Matthau de Jack Lemmon. La tristeza de los humoristas profesionales. Lemmon y Matthau. Desde "La extraña pareja" hasta "El arpa de Hierba" (según la novela de Truman Capote) formaron, gruñones, enfrentados, raros, divertidos la mejor pareja cómica de la historia del cine reciente.
Lemmon era un hombre independiente, con personalidad propia, crítico de los abusos y las costumbres de Hollywood. "Mister Nice" le llamaban (el buenazo, el gran tipo) tenía, en efecto, personalidad propia. Nadaba contra corriente, si era necesario, como cuando se fue a visitar a Fidel Castro. Lo único que le desagradaba eran las malas películas y reconoció que también él había protagonizado alguna bazofia fílmica. Desdeñó la nueva línea hollywoodense basada en los efectos especiales, dinamita y violencia.
Jack Lemmon es el hombre lleno de bonhomía pero no tonto, el neurótico honrado representante de nuestro tiempo, de gran corazón que debe hacer frente a los avatares del mundo y de la vida. Gusta porque es vulnerable, siempre hecho un lío con los demás y con sus problemas. Se veía a si mismo como el probable heredero de Chaplin, como el hombrecillo del mundo moderno. Es un actor versátil, adaptable a casi todos los papeles, hasta al "Hamlet" de Branagh en quien veía a un Orson Welles. Lemmon mejora con los años. Ha sido, sin duda, uno de los actores más queridos. Era un hombre dotado de un sentido liberador del humor, profesional hasta la médula, enamorado de su oficio. "Papeles maravillosos, gente maravillosa y un montón de dinero. No, no me puedo quejar", confesaba a los periodistas. Y sin embargo el actor podía al hombre. En su mirada, en sus ojos se adivinaba un trasfondo de esa tristeza de que hablaba Walter Matthau.
"Es la persona más triste que he conocido en mi vida" dijo su compañero de reparto Walter Matthau de Jack Lemmon. La tristeza de los humoristas profesionales. Lemmon y Matthau. Desde "La extraña pareja" hasta "El arpa de Hierba" (según la novela de Truman Capote) formaron, gruñones, enfrentados, raros, divertidos la mejor pareja cómica de la historia del cine reciente.
Lemmon era un hombre independiente, con personalidad propia, crítico de los abusos y las costumbres de Hollywood. "Mister Nice" le llamaban (el buenazo, el gran tipo) tenía, en efecto, personalidad propia. Nadaba contra corriente, si era necesario, como cuando se fue a visitar a Fidel Castro. Lo único que le desagradaba eran las malas películas y reconoció que también él había protagonizado alguna bazofia fílmica. Desdeñó la nueva línea hollywoodense basada en los efectos especiales, dinamita y violencia.
Jack Lemmon es el hombre lleno de bonhomía pero no tonto, el neurótico honrado representante de nuestro tiempo, de gran corazón que debe hacer frente a los avatares del mundo y de la vida. Gusta porque es vulnerable, siempre hecho un lío con los demás y con sus problemas. Se veía a si mismo como el probable heredero de Chaplin, como el hombrecillo del mundo moderno. Es un actor versátil, adaptable a casi todos los papeles, hasta al "Hamlet" de Branagh en quien veía a un Orson Welles. Lemmon mejora con los años. Ha sido, sin duda, uno de los actores más queridos. Era un hombre dotado de un sentido liberador del humor, profesional hasta la médula, enamorado de su oficio. "Papeles maravillosos, gente maravillosa y un montón de dinero. No, no me puedo quejar", confesaba a los periodistas. Y sin embargo el actor podía al hombre. En su mirada, en sus ojos se adivinaba un trasfondo de esa tristeza de que hablaba Walter Matthau.