Alvin Sargent, el talento detrás de "Spider-Man 2"

por © Alberto Duque-NOTICINE.com
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Lo mejor de la segunda película de "Spider-Man", también dirigida por el inteligente y recursivo Sam Raimi está en su historia, en el desarrollo de su argumento, en sus personajes, en las situaciones cómicas, humanas, dramáticas y cotidianas que se plantean a lo largo de más de dos horas.

O sea, lo mejor de esta película entretenida, juvenil y agresiva está en su guión y el autor de esta maravilla se llama Alvin Sargent, nacido en 1931, libretista en sus primeros años de oficio de series exitosas como "Ben Casey" y "Ruta 66", y guionista de dos cintas míticas en el cine de Hollywood, "Julia" (Fred Zinneman, 1977) y "Gente corriente" (Robert Redford, 1980), con las cuales ganó sendos Oscares, además de nominaciones a los Globos de Oro y los respectivos premios de la Writers Guild of America, la asociación de guionistas que trabajan en Estados Unidos. Por su guión de "Luna de Papel" (Peter Bogdanovich, 1973), fue nominado al Oscar y ganó el mismo premio de la Writers Guild, además de otras nominaciones y galardones.

Decidido a vivir fuera del ruido y el escándalo de Hollywood; enemigo de los lanzamientos de sus películas, las giras promocionales, las fotos y los cócteles, Sargent es uno de los últimos grandes guionistas de ese Hollywood que contaba con excelentes escritores, capaces de remendar el pésimo trabajo ajeno, o inventarse un cuento que, bien dirigido, podía convertirse en una película memorable.

En esta "Spider-Man 2" encontramos los elementos característicos del lenguaje de Sargent. La acumulación de detalles domésticos que le dan un sentido más humano al personaje (las relaciones con la tía que no tiene cómo pagar la hipoteca); las reacciones de ira y frustración en un héroe que no debería actuar como cualquier vecino (el momento en que el hombre-araña arroja su traje en un cubo de basura en un callejón oscuro, es uno de los más dolorosos y significativos); escenas cargadas de humor negro, muy negro (en el ascensor, cuando el otro pasajero le dice "Bonito disfraz, ¿dónde lo compró?", le responde que lo hizo él mismo, y entonces el otro le comenta que le queda bastante ajustado, y el héroe, como en cualquier diálogo de patio trasero le confiesa: "Me aprieta demasiado entre las piernas").

Las dudas, las vacilaciones, los conflictos ante esa mujer enamorada locamente de un muchacho solitario y tímido; las situaciones más domésticas y personales pero magnificadas por la misma naturaleza del héroe (pierde el empleo de repartidor de pizza por entregar tarde un pedido, a pesar de haber volado entre los edificios con el arrume de cajas calientes; las peleas permanentes con el director del periódico que lo explota y la desilusión al descubrir que no puede cobrar porque ya le habían adelantado el pago; la reacción de miedo ante los ataques de esos tentáculos de acero; el dolor antes las reacciones del amigo que lo acusa de la muerte del padre enloquecido; la fijación con la figura paterna de ese tío fracasado a quien no fue capaz de defender).

Todos esos elementos humanos vienen de un escritor sagaz y tierno como Sargent, quien a pesar de su reticencia para comentar este nuevo éxito, fue capaz de soltar una frase críptica: "Este personaje que vacila ante el beso que le ofrece una hermosa muchacha, es el muchacho tímido que todos llevamos, ese muchacho soñador y romántico que no podemos olvidar ni desechar".

La carrera de Sargent como autor de guiones basados en temas propios o ajenas se relaciona con estupendos momentos del cine, como "Infiel" (Adrian Lyne, 2002), con esa escena de Diane Lane temblando en el metro mientras recuerda las manos del amante francés; "A cualquier otro lugar" (Wayne Wang, 1999), con la madre y la hija que pelean hasta demostrarse que se necesitan por encima de todo; "Loca" ("Nuts") (Martin Ritt, 1987) con una hermosa y agresiva Barbra Streisand tratando de demostrar que no está loca y no debe ser encerrada; o "El cuco estéril" (1969), con la actriz indicada, Liza Minelli en los primeros pasos de su carrera y el director adecuado, el mítico y lamentado Alan Pakula.

En esta carrera brillante en sus logros y discreta en lo personal, Sargent tiene dos films casi perfectos que marcaron época: la hermosa "Julia", sobre las memorias de Lilliam Hellman, con tres grandes actores en el mejor momento de sus carreras: Jane Fonda, Vanessa Redgrave y Jason Robards, recreando una de las épocas más difíciles para la libertad en Estados Unidos; y "Gente como uno", delicada y amarga, sincera e inteligente con Donald Sutherland, Mary Tyler Moore y Timothy Hutton.

Ese es el toque que se siente y comparte con esta segunda "Spider-Man" y numerosos críticos de Estados Unidos califican la escogencia de Sargent como una decisión inteligente, hasta el grado de convertir los conflictos emocionales del héroe en elementos tan interesantes como las peleas y los efectos especiales.

Los 820 millones recaudados por la primera película, seguramente serán superados por la segunda. Es que el espectador se siente tocado por esa doble vida que soporta un muchacho que no puede aceptar el amor de la chica porque sus enemigos podrían agredirla, mientras intenta seguir sus estudios en Columbia University, combatir los enemigos, tomar fotos y repartir pizzas para sobrevivir, visitar a la tía, evadir las preguntas del mejor amigo, saltar, correr y volar entre los rascacielos de Manhattan, pelear con el doctor Octopus, morirse de los celos cuando descubre que su amada está a punto de casarse con un astronauta, y lo que es peor: descubrir que sus poderes se han reducido.

Solo un guionista como Alvin Sargent era capaz de mezclar de manera entretenida e inteligente tantos niveles, tantos conflictos, tantos personajes enfrentados, tantas dudas, tanta agonía, tantas lágrimas y también tantos besos, gratificación para los millones de admiradores de Tobey Maguire y Kirsten Dunst en el mundo entero.