Colaboración: Woody Allen: todos dicen te quiero

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Woody Allen
Por Sergio Berrocal     

Menos mal que la que le ha caído a Woody Allen ha sido ahora, en los prolegómenos del fin de su vida profesional, aunque es cierto que el portugués Manoel de Oliveira, fallecido con 106 años, estuvo rodando casi hasta el final. Si llega a ser como Oliveira, al norteamericano le quedaría todavía tiro ya que solo tiene 82 años.

Menos mal, y lo digo con todo el egoísmo de cinéfilo, porque si sus líos sexuales de que le acusan hubiesen desencadenado su caza y captura antes podríamos habernos quedado sin algunos de las obras maestras que dio al cine. “Días de radio” (1987) por ejemplo, que cuando se presentó en el Festival de Cannes fue el gran acontecimiento y él autor solo tenía 53 años. Esto sin contar “Manhattan” y “Annie Hall”. Y el descubrimiento de una Diane Keaton que nunca fue tan grande como cuando él la dirigió.

Imagino a Roman Polanski, pensando que en estas redadas de una inquisición que no quiere ni ser atea ni cristiana él también puede caer, ya que tiene en Estados Unidos una denuncia por violación, que él siempre ha negado diciendo que la muchacha menor de edad estaba de acuerdo. Casualmente son dos de los más grandes del cine mundial. O tal vez no sea casualidad. Porque ya se sabe que son los ricos los que pueden llorar más a gusto.

Cuando empezó esta cacería de brujas, leí un artículo en ABC firmado por una mujer, Rosa Belmonte, que con mucho salero salió en defensa de los excluidos de esta vida de cine.

Y la señora decía: “Voy a acabar viendo sólo películas de Woody Allen y Roman Polanski, leyendo a Céline y quemando todo lo que venga de Oprah Winfrey (como en "El color púrpura" sufre mucho, esa la dejo). A lo mejor hasta empieza a gustarme la mamarrachada pretenciosa de "House of Cards", pero sólo mientras salga Kevin Spacey. Y con "Louie" voy a empezar otra vez desde el principio. Leo tantas tonterías acerca de estos tíos marranos y tantas loas bobas a Oprah que sólo puedo tener una reacción infantil. ¿Pero cuántos discursos ha oído esta gente para que la vulgaridad de Oprah les parezca el Gettysburg del feminismo y el hasta aquí hemos llegado? Menos mal que Catherine Deneuve y otras también denuncian la caza de brujas contra la libertad sexual”.

Ella escribió lo que muchos de nosotros, admiradores incondicionales de Woody Allen, a quienes tantas alegrías dio, deberíamos haber hecho nada más conocerse la condena. Pero la cobardía tiene caminos que solo la razón conoce. Y es lástima.

Ahora parece que las cosas van más lejos, siguiendo un crescendo siniestro. Un periódico asegura que en una ciudad de España donde por lo visto en un momento de agradecimiento pusieron una estatua de Woody Allen –no daré el nombre de esa localidad para evitar que el incendio se extienda a otros ayuntamientos— están pensando echarla abajo.

Pero, oigan, que no son ustedes Bush y que ese cineasta no es Sadam Hussein, ni siquiera Francisco Franco.

En Nueva York, por lo leído, ya le han bajado de la cartelera una adaptación teatral que estaba prevista sobre una de sus películas. Y es de temer que en un país tan puritano no tengan otras geniales ideas para echarle abajo con todas las de la ley de la imbecilidad. Ya que están podían pedirle a algún museo francés una guillotina y cortarle la cabeza a Woody Allen y a Roman Polanski en Times Square, donde seguramente serían aplaudidos con las dos manos por las majaretas que han llevado las cosas a estos extremos.

Entretanto, agregan otras fuentes, la productora Amazon Studios está sopesando si saca a las carteleras la última película de Woody Allen que ellos produjeron, “A Rainy Day In New York”.

Seguramente que todas esas excitadas del linchamiento no han visto nunca, o no las han entendido, películas gloriosas como “Broadway Danny Rose”, “Hannah y sus hermanas” y “Todos dicen te quiero”, escritas y dirigidas por el infame Woody Allen.

Da rabia, rabieta pura, pensar que tal vez Woody Allen no volverá a maravillarnos con sus historias de judíos, como la del propio realizador, y de cristianos desencantados de la vida.

Uno se pregunta si hubiesen boicoteado a Miguel Angel porque le hubiesen descubierto algún affaire sexual fuera de norma en una época en que algún que otro papa había tenido hijos adulterinos y los demás mataban con veneno de los Borgia. Y vuelvo a preguntarme si como castigo, hubiesen echado abajo la bóveda que da todo su sentido a la Capilla Sixtina del Vaticano.

Ahora va a resultar que las extremistas de hace unos cuantos siglos tenían más sentido de la belleza que las de ahora. Cosas de ese cine que es la vida envenenada por la envidia y la sinrazón.

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