Colaboración: El irrealismo mágico de la horterada
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Por Sergio Berrocal
En estos tiempos de memez elocuente, uno se entera de cosas que le ponen cara de esperanza. En el Centre Pompidou de Málaga (Andalucía, España), cubo de plástico que es una especie de sucursal del gigantesco Pompidou de París, me enteré de que existía un nuevo realismo, grupo, grito que nadie oye, propuesto por artistas entre los que se encuentra la argentina Niki de Saint Phalle que en tiempos de la espantosa y arcaica prohibición de la exportación del jamón español a otros países de Europa armaba la marimorena en la capital de Francia.
Claro que eran otros tiempos, Donald Trump se dedicada a estudiar, seguro que para realizar negocios inmobiliarios, y nosotros en París salíamos del divertido Mayo del 68 convertidos en negociantes de papas y gasolina que, ante la huelga general en París, teníamos que ir a comprar a la frontera con Bélgica.
Puede parecer atrevidamente absurdo esta simplificación de ese momento que se supone fue histórico, pero para los no políticos, lo que no disponíamos de chófer con Jaguar, gasolina in fine y dineros fuera del banco (porque los bancos también estaban cerrados) la vida de todos los días, la que no estabas acostumbrado a buscar y rebuscar, fue absurdamente difícil durante un mes. Y como tampoco éramos revolucionarios con carné reversible y corbata de seda que se quitaba cuando aquellos señores progresistas tenían que acercarse a los estudiantes mal lavados y a los obreros muy justamente desconfiados…
Ya les digo, tiempos de cuplé porque, además, el general Charles de Gaulle, en pleno surrealismo y antes de dar un puñetazo en su mesa del Palacio del Elíseo, se había perdido con un helicóptero en una base militar francesa en Alemania. Y cuando por fin regresó, el Comandante mandó parar.
Estos artistas, los del nuevo realismo, dice un folleto, "proponen (desde 1960) nuevos enfoques perceptivos de lo real", como a Restany le gustaba calificar sus gestos fundacionales; arrancar, acumular, ensamblar, comprimir, embalar, etc… Estos artistas se inscriben en la órbita y en la superación de la estética dadá… Neodadaismo, "junk culture", arte de ensamblaje, son términos empleados para designar corrientes que realizan incursiones en torno a la apropiación de objetos nuevos o reciclados, utilizados como materiales constitutivos de la obra de arte"…
Luego pasamos a la obra de Spoerri que "consiste en la transformación de las mesas, tras marcharse sus invitados, en "cuadros trampa" en los que fija los relieves de estos ágapes. Le Répas hongrois(le restaurant de la galerie)… Es una de estas naturalezas muertas reales",
"Una cierta violencia atraviesa igualmente la obra de Niki de Saint Phalle: "Disparé porque quería ver sangrar y morir el cuadro".
Todo eso debe de ser verdad pero con neodadaísmo o con neorrealismo, los artistas que exponían su realismo, su significación del realismo, tenían y probablemente tienen talento todavía. Y ya les digo, en un momento en que tanta gente te pregunta, porque sabes que escribes, que lees y esas otras cosas nefastas con tufillo intelectual, que ¿para qué puñetas sirve la cultura? No hay más remedio que contestar: Para nada, sólo para saber amar lo bello, bellaco de baja estofa. ¡Y quién ama hoy lo bello cuando la cultura oficial barriobajera y populachera pasa por televisiones que enseñan a venerar lo feo, lo despreciable, lo insignificante, lo burdo, la horterada. Desde luego, para nada vale la cultura en un siglo sin luces y en un año que se anuncia todavía peor.
En "L’Oeuvre", el escritor naturalista, realista y singularmente actual, Emile Zola, cuenta la historia de un pintor que muere literalmente de amor, aunque siga vivo para los demás, en los brazos de una criatura que ha pintado en un cuadro monumental, mientras la modelo, su propia esposa, desfallece de celos, de hambre de amor y de ganas de ser en un espacio que no le da ninguna realidad.
También amamos a la gran dama que siempre tiene el cine a disposición de sus amantes, sobre todo cuando se inventó la comedia musical, ahora llamada musical a secas, o será que no he entendido nada, que debería operar una reestructuración dadaísta hacia "el nuevo realismo"…
Dejemos de imitar a todas las gloriosos comedias musicales que cantamos bajo la ducha, bajo la lluvia amordazada y atenuada por nuestros deseos, vaya, y que los jóvenes realizadores lean la historia del cine antes de creerse seriamente que lo están inventando. Y casi de pensar que antes de ello el cinematógrafo era un juguete para niños de clases acomodadas y para obreros que acudían a salas llamadas de espectáculos para ver cosas tan progre como la Salida de los obreros de una fábrica.
Todo tiene un tiempo. Los que vivimos las gloriosas comedias musicales de Hollywood sabíamos que ahí estaba lo bello.
Eran tiempos de belleza, de sentimientos amorosos que fatalmente no tenían que coincidir con la supuesta libertad sexual que dicta la aberración de que amar esté fuera de órbita de la moda.
Resucitar no se puede. No se puede dar marcha atrás. Lo que fue se quedó en otra dimensión. Si los cines y las televisiones se llenaran de películas y series que volvían locos a la gente de los años cincuenta y sesenta, la sorpresa podría ser desagradable. Porque el público de los años dos mil, que en su mayoría considera que la belleza clásica está fuera de foco, que lo cutre es lo bello porque en eso lo han educado en un mundo donde la única belleza es el poder del dinero o el dinero del poder, rechazaría esos cánones de lo bello.
Volver atrás, por muchos Oscar que te den, es ganas de rizar el rizo de la insensatez- ¿Qué diría la gente educada por la telebasura, si viesen cómo Silvana Mangano volvía locos a todos los machos del mundo con un simple meneo de caderas es "Arroz amargo"? Se partirían de risa.
Porque los cretinos también se ríen.
¿Cómo quieren hablar de "nuevo realismo" a gente nutrida en la fe de la más absoluta imbecilidad como principal artes del buen vivir?
¿Cómo quieren ustedes que sientan emoción o hasta ternura por una pareja que baila ridículamente al ritmo de un Gershwin, de un Cole Porter o de un simple Louis Armstrong?
Por mucho que se siga citando la frase maestra de "Casablanca" o se finja emoción con Audrey Hepburn en "Desayuno con diamantes", la gente de 2017 prefiere la sordidez de geniecillos de ambos sexos, bueno, es mucho decir, que medran al compás de la inmadurez de una ortodoncia tardía que les hace creerse algo parecido en su mundo de moda chatarrera a Gene Kelly o Leslie Caron… Pero, ¿qué saben ellos de que lo bello es talento y cultura cuando les han enseñado, les enseñan y a marchas forzadas, que con presumir de analfabetos y ser osados de sexo ya basta?
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En estos tiempos de memez elocuente, uno se entera de cosas que le ponen cara de esperanza. En el Centre Pompidou de Málaga (Andalucía, España), cubo de plástico que es una especie de sucursal del gigantesco Pompidou de París, me enteré de que existía un nuevo realismo, grupo, grito que nadie oye, propuesto por artistas entre los que se encuentra la argentina Niki de Saint Phalle que en tiempos de la espantosa y arcaica prohibición de la exportación del jamón español a otros países de Europa armaba la marimorena en la capital de Francia.
Claro que eran otros tiempos, Donald Trump se dedicada a estudiar, seguro que para realizar negocios inmobiliarios, y nosotros en París salíamos del divertido Mayo del 68 convertidos en negociantes de papas y gasolina que, ante la huelga general en París, teníamos que ir a comprar a la frontera con Bélgica.
Puede parecer atrevidamente absurdo esta simplificación de ese momento que se supone fue histórico, pero para los no políticos, lo que no disponíamos de chófer con Jaguar, gasolina in fine y dineros fuera del banco (porque los bancos también estaban cerrados) la vida de todos los días, la que no estabas acostumbrado a buscar y rebuscar, fue absurdamente difícil durante un mes. Y como tampoco éramos revolucionarios con carné reversible y corbata de seda que se quitaba cuando aquellos señores progresistas tenían que acercarse a los estudiantes mal lavados y a los obreros muy justamente desconfiados…
Ya les digo, tiempos de cuplé porque, además, el general Charles de Gaulle, en pleno surrealismo y antes de dar un puñetazo en su mesa del Palacio del Elíseo, se había perdido con un helicóptero en una base militar francesa en Alemania. Y cuando por fin regresó, el Comandante mandó parar.
Estos artistas, los del nuevo realismo, dice un folleto, "proponen (desde 1960) nuevos enfoques perceptivos de lo real", como a Restany le gustaba calificar sus gestos fundacionales; arrancar, acumular, ensamblar, comprimir, embalar, etc… Estos artistas se inscriben en la órbita y en la superación de la estética dadá… Neodadaismo, "junk culture", arte de ensamblaje, son términos empleados para designar corrientes que realizan incursiones en torno a la apropiación de objetos nuevos o reciclados, utilizados como materiales constitutivos de la obra de arte"…
Luego pasamos a la obra de Spoerri que "consiste en la transformación de las mesas, tras marcharse sus invitados, en "cuadros trampa" en los que fija los relieves de estos ágapes. Le Répas hongrois(le restaurant de la galerie)… Es una de estas naturalezas muertas reales",
"Una cierta violencia atraviesa igualmente la obra de Niki de Saint Phalle: "Disparé porque quería ver sangrar y morir el cuadro".
Todo eso debe de ser verdad pero con neodadaísmo o con neorrealismo, los artistas que exponían su realismo, su significación del realismo, tenían y probablemente tienen talento todavía. Y ya les digo, en un momento en que tanta gente te pregunta, porque sabes que escribes, que lees y esas otras cosas nefastas con tufillo intelectual, que ¿para qué puñetas sirve la cultura? No hay más remedio que contestar: Para nada, sólo para saber amar lo bello, bellaco de baja estofa. ¡Y quién ama hoy lo bello cuando la cultura oficial barriobajera y populachera pasa por televisiones que enseñan a venerar lo feo, lo despreciable, lo insignificante, lo burdo, la horterada. Desde luego, para nada vale la cultura en un siglo sin luces y en un año que se anuncia todavía peor.
En "L’Oeuvre", el escritor naturalista, realista y singularmente actual, Emile Zola, cuenta la historia de un pintor que muere literalmente de amor, aunque siga vivo para los demás, en los brazos de una criatura que ha pintado en un cuadro monumental, mientras la modelo, su propia esposa, desfallece de celos, de hambre de amor y de ganas de ser en un espacio que no le da ninguna realidad.
También amamos a la gran dama que siempre tiene el cine a disposición de sus amantes, sobre todo cuando se inventó la comedia musical, ahora llamada musical a secas, o será que no he entendido nada, que debería operar una reestructuración dadaísta hacia "el nuevo realismo"…
Dejemos de imitar a todas las gloriosos comedias musicales que cantamos bajo la ducha, bajo la lluvia amordazada y atenuada por nuestros deseos, vaya, y que los jóvenes realizadores lean la historia del cine antes de creerse seriamente que lo están inventando. Y casi de pensar que antes de ello el cinematógrafo era un juguete para niños de clases acomodadas y para obreros que acudían a salas llamadas de espectáculos para ver cosas tan progre como la Salida de los obreros de una fábrica.
Todo tiene un tiempo. Los que vivimos las gloriosas comedias musicales de Hollywood sabíamos que ahí estaba lo bello.
Eran tiempos de belleza, de sentimientos amorosos que fatalmente no tenían que coincidir con la supuesta libertad sexual que dicta la aberración de que amar esté fuera de órbita de la moda.
Resucitar no se puede. No se puede dar marcha atrás. Lo que fue se quedó en otra dimensión. Si los cines y las televisiones se llenaran de películas y series que volvían locos a la gente de los años cincuenta y sesenta, la sorpresa podría ser desagradable. Porque el público de los años dos mil, que en su mayoría considera que la belleza clásica está fuera de foco, que lo cutre es lo bello porque en eso lo han educado en un mundo donde la única belleza es el poder del dinero o el dinero del poder, rechazaría esos cánones de lo bello.
Volver atrás, por muchos Oscar que te den, es ganas de rizar el rizo de la insensatez- ¿Qué diría la gente educada por la telebasura, si viesen cómo Silvana Mangano volvía locos a todos los machos del mundo con un simple meneo de caderas es "Arroz amargo"? Se partirían de risa.
Porque los cretinos también se ríen.
¿Cómo quieren hablar de "nuevo realismo" a gente nutrida en la fe de la más absoluta imbecilidad como principal artes del buen vivir?
¿Cómo quieren ustedes que sientan emoción o hasta ternura por una pareja que baila ridículamente al ritmo de un Gershwin, de un Cole Porter o de un simple Louis Armstrong?
Por mucho que se siga citando la frase maestra de "Casablanca" o se finja emoción con Audrey Hepburn en "Desayuno con diamantes", la gente de 2017 prefiere la sordidez de geniecillos de ambos sexos, bueno, es mucho decir, que medran al compás de la inmadurez de una ortodoncia tardía que les hace creerse algo parecido en su mundo de moda chatarrera a Gene Kelly o Leslie Caron… Pero, ¿qué saben ellos de que lo bello es talento y cultura cuando les han enseñado, les enseñan y a marchas forzadas, que con presumir de analfabetos y ser osados de sexo ya basta?
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