Wash Westmoreland escribe sobre "Siempre Alice / Still Alice"
- por © Golem-NOTICINE.com
Por Wash Westmoreland *
Richard y yo recibimos una llamada en diciembre de 2011 del dúo productor británico-australiano formado por Lex Lutzus y James Brown, pidiéndonos que leyéramos un libro para su posible adaptación. Era una de esas oportunidades con las que todo cineasta sueña, pero cuando nos enteramos del tema del libro, nuestro entusiasmo disminuyó. Nos dijeron que se trataba de una mujer brillante en la plenitud de su vida a la que diagnostican alzhéimer de inicio precoz, lo que sugería una película en torno a la enfermedad, la tristeza y la pérdida. Era un tema demasiado cercano a nosotros.
Hacía unos meses, Richard había ido a ver a un neurólogo en Los Ángeles cuando empezó a notar un leve problema en el habla. El médico le examinó la boca y la lengua, que presentaba una extraña ondulación, y le dijo: “Creo que puede ser ELA” (Esclerosis Lateral Amiotrófica). Durante los meses siguientes pasamos mucho tiempo enfrentándonos a las repercusiones tanto médicas como emocionales.
Al leer los primeros capítulos del libro, encontramos ciertas similitudes con nuestra experiencia: el neurólogo hace las mismas preguntas a Alice que le hicieron a Richard al principio, cuando pensaron que podía tratarse de un derrame; la creciente sensación de fatalidad a medida que se acerca el diagnóstico final; la sensación de que te aparten de un manotazo cuando estás en lo mejor de la vida, todo era demasiado familiar.
El alzhéimer y la ELA son dos enfermedades muy diferentes. Más tarde, cuando conocimos a Elizabeth Gelfand Stearns, la socia productora de Maria Shriver, lo explicó sucintamente: “Son dos enfermedades casi opuestas. El alzhéimer ataca la cognición y al principio deja el cuerpo intacto, mientras que la ELA deja el intelecto intacto, pero el cuerpo…” No acabó la frase por no abochornar a nadie. Pero las dos enfermedades tienen similitudes: las dos son terminales, incurables y acaban aislando al paciente del mundo que le rodea. Y peor aún, ambas minan el sentido de identidad, por lo que es de vital importancia agarrarse a sí mismo.
El libro empezó a apoderarse de nosotros. Es una historia absorbente y emocionalmente accesible gracias al estilo narrativo directo y honesto de Lisa Genova. A medida que leíamos la novela, nos dábamos cuenta de que la película podía realizarse en el mismo tono franco y fresco. La novela estudia con detalle, día a día, el impacto que tiene la pérdida de memoria en la vida profesional de Alice, en su rutina diaria, en su vida social… y en la dinámica de su familia.
“¿Has visto 'Cuentos de Tokio'?” fue lo primero que Richard tecleó en la aplicación de su iPad en nuestra reunión inicial con Kristen Stewart. “No la he visto, pero ahora lo haré”, contestó. Hace tiempo que la obra que filmó Ozu en 1953 es una de nuestras películas favoritas. La vi por primera vez cuando estudiaba en la Universidad Fukuoka de Japón, y Richard incluyó una referencia en su primer largometraje, 'Grief', en 1993. La película nunca cae en el sentimentalismo y consigue una fuerte carga emocional gracias a su control. Aporta una visión universal de cómo se comportan las familias ante la enfermedad y ante la vejez, como en “El rey Lear”, al ser una familia con tres hijos, la misma visión que se repetía en el libro de Lisa.
Nos enamoramos del personaje central. Había algo realmente estimulante en Alice, en su tenacidad, su obstinación, su decisión de no rendirse. Fueran cuales fueran los estragos de la enfermedad, estaba decidida a hacerles frente de la forma más práctica. No sé exactamente en qué capítulo ocurrió, pero la melena morena de la Alice del libro empezó a adquirir un fuerte tono pelirrojo. “¿Quién crees que podría ser?”, le pregunté a Richard. “Julianne Moore”, tecleó.
Cuanto más lo pensábamos, más buena nos parecía la idea. Julianne no solo era perfectamente capaz de proyectar la brillante inteligencia y complejidad de una profesora de Lingüística, sino también la vulnerabilidad y sencillez de Alice en las etapas posteriores. Podía dominar cada fase del deterioro del personaje. Es una de las mejores actrices de este planeta. La habíamos conocido unos años antes para otro proyecto. Intentamos convencerla y esperamos semanas mientras se lo pensaba y acabó por decir que no. Pero esta vez fue diferente. Le hicimos llegar el libro y lo leyó antes de que le mandáramos el guión. Al cabo de dos días, hablamos por Skype, a los pocos segundos dijo: “Contad conmigo”.
Mientras leíamos los últimos capítulos del libro, empezamos a pensar en el estilo conceptual de la película. La clave residía en que se contara desde la experiencia de Alice para que el público entendiera su punto de vista y la siguiera en la intimidad que los otros personajes ignoran. Para eso sería necesario un estilo de fotografía y de montaje muy personal, que respondiera a sus estados mentales, sus cambios de humor, su percepción del momento, que respirara con ella, literalmente. Hemos tenido la enorme suerte de trabajar con dos conocidos técnicos franceses en este proyecto, el director de fotografía de fama internacional Denis Lenoir y el montador Nicolas Chaudeurge, que se ocupó de una de nuestras películas favoritas recientes, "Fish Tank". Ambos compartían plenamente nuestra visión y supieron recalcar la interpretación de Julianne.
Bajo el auspicio de Killer Films, las imparables Pamela Koffler y Christine Vachon, y con la financiación de Marie Savare de Laitre, de BSM, la producción empezó a avanzar y la preproducción coincidió con el peor invierno en Nueva York en 20 años. Me fui a la Costa Este para supervisar esta primera fase, mientras Richard se quedó en la cálida Los Ángeles. Cuando me fui, acababa de resignarse a que no volvería a conducir, pero llegó una semana antes del rodaje, cuando apenas podía mover las manos y los brazos.
A pesar de todo, estaba en el plató cada día, dirigiendo la película, superando tremendas dificultades físicas. Esto infundió un propósito más profundo a todo el rodaje. En esencia, de eso trata la película. Estaba allí. Todos sintieron que pasaba algo especial y aguantaron las largas horas con una sonrisa.
El final de la novela es tan fuerte como inesperado. Pilló a Richard desprevenido. Yo llevaba un par de capítulos de retraso, pero vi la mirada de Richard y lo entendí: “Creo que vamos a hacer la película”, le dije.
(*): La pareja sentimental y artística formada por Richard Glatzer y Wash Westmoreland se reveló con "Quinceañera", la película sobre una adolescente latina que ganó el Premio del Público y el Premio del Jurado en Sundance 2006. También han escrito y realizado "Grief", "The Fluffer" y "La última aventura de Robin Hood". Con "Siempre Alice / Still Alice", su nuevo estreno, han regalado a Julianne Moore un papel que la ha convertido en favorita para el Oscar.
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Richard y yo recibimos una llamada en diciembre de 2011 del dúo productor británico-australiano formado por Lex Lutzus y James Brown, pidiéndonos que leyéramos un libro para su posible adaptación. Era una de esas oportunidades con las que todo cineasta sueña, pero cuando nos enteramos del tema del libro, nuestro entusiasmo disminuyó. Nos dijeron que se trataba de una mujer brillante en la plenitud de su vida a la que diagnostican alzhéimer de inicio precoz, lo que sugería una película en torno a la enfermedad, la tristeza y la pérdida. Era un tema demasiado cercano a nosotros.
Hacía unos meses, Richard había ido a ver a un neurólogo en Los Ángeles cuando empezó a notar un leve problema en el habla. El médico le examinó la boca y la lengua, que presentaba una extraña ondulación, y le dijo: “Creo que puede ser ELA” (Esclerosis Lateral Amiotrófica). Durante los meses siguientes pasamos mucho tiempo enfrentándonos a las repercusiones tanto médicas como emocionales.
Al leer los primeros capítulos del libro, encontramos ciertas similitudes con nuestra experiencia: el neurólogo hace las mismas preguntas a Alice que le hicieron a Richard al principio, cuando pensaron que podía tratarse de un derrame; la creciente sensación de fatalidad a medida que se acerca el diagnóstico final; la sensación de que te aparten de un manotazo cuando estás en lo mejor de la vida, todo era demasiado familiar.
El alzhéimer y la ELA son dos enfermedades muy diferentes. Más tarde, cuando conocimos a Elizabeth Gelfand Stearns, la socia productora de Maria Shriver, lo explicó sucintamente: “Son dos enfermedades casi opuestas. El alzhéimer ataca la cognición y al principio deja el cuerpo intacto, mientras que la ELA deja el intelecto intacto, pero el cuerpo…” No acabó la frase por no abochornar a nadie. Pero las dos enfermedades tienen similitudes: las dos son terminales, incurables y acaban aislando al paciente del mundo que le rodea. Y peor aún, ambas minan el sentido de identidad, por lo que es de vital importancia agarrarse a sí mismo.
El libro empezó a apoderarse de nosotros. Es una historia absorbente y emocionalmente accesible gracias al estilo narrativo directo y honesto de Lisa Genova. A medida que leíamos la novela, nos dábamos cuenta de que la película podía realizarse en el mismo tono franco y fresco. La novela estudia con detalle, día a día, el impacto que tiene la pérdida de memoria en la vida profesional de Alice, en su rutina diaria, en su vida social… y en la dinámica de su familia.
“¿Has visto 'Cuentos de Tokio'?” fue lo primero que Richard tecleó en la aplicación de su iPad en nuestra reunión inicial con Kristen Stewart. “No la he visto, pero ahora lo haré”, contestó. Hace tiempo que la obra que filmó Ozu en 1953 es una de nuestras películas favoritas. La vi por primera vez cuando estudiaba en la Universidad Fukuoka de Japón, y Richard incluyó una referencia en su primer largometraje, 'Grief', en 1993. La película nunca cae en el sentimentalismo y consigue una fuerte carga emocional gracias a su control. Aporta una visión universal de cómo se comportan las familias ante la enfermedad y ante la vejez, como en “El rey Lear”, al ser una familia con tres hijos, la misma visión que se repetía en el libro de Lisa.
Nos enamoramos del personaje central. Había algo realmente estimulante en Alice, en su tenacidad, su obstinación, su decisión de no rendirse. Fueran cuales fueran los estragos de la enfermedad, estaba decidida a hacerles frente de la forma más práctica. No sé exactamente en qué capítulo ocurrió, pero la melena morena de la Alice del libro empezó a adquirir un fuerte tono pelirrojo. “¿Quién crees que podría ser?”, le pregunté a Richard. “Julianne Moore”, tecleó.
Cuanto más lo pensábamos, más buena nos parecía la idea. Julianne no solo era perfectamente capaz de proyectar la brillante inteligencia y complejidad de una profesora de Lingüística, sino también la vulnerabilidad y sencillez de Alice en las etapas posteriores. Podía dominar cada fase del deterioro del personaje. Es una de las mejores actrices de este planeta. La habíamos conocido unos años antes para otro proyecto. Intentamos convencerla y esperamos semanas mientras se lo pensaba y acabó por decir que no. Pero esta vez fue diferente. Le hicimos llegar el libro y lo leyó antes de que le mandáramos el guión. Al cabo de dos días, hablamos por Skype, a los pocos segundos dijo: “Contad conmigo”.
Mientras leíamos los últimos capítulos del libro, empezamos a pensar en el estilo conceptual de la película. La clave residía en que se contara desde la experiencia de Alice para que el público entendiera su punto de vista y la siguiera en la intimidad que los otros personajes ignoran. Para eso sería necesario un estilo de fotografía y de montaje muy personal, que respondiera a sus estados mentales, sus cambios de humor, su percepción del momento, que respirara con ella, literalmente. Hemos tenido la enorme suerte de trabajar con dos conocidos técnicos franceses en este proyecto, el director de fotografía de fama internacional Denis Lenoir y el montador Nicolas Chaudeurge, que se ocupó de una de nuestras películas favoritas recientes, "Fish Tank". Ambos compartían plenamente nuestra visión y supieron recalcar la interpretación de Julianne.
Bajo el auspicio de Killer Films, las imparables Pamela Koffler y Christine Vachon, y con la financiación de Marie Savare de Laitre, de BSM, la producción empezó a avanzar y la preproducción coincidió con el peor invierno en Nueva York en 20 años. Me fui a la Costa Este para supervisar esta primera fase, mientras Richard se quedó en la cálida Los Ángeles. Cuando me fui, acababa de resignarse a que no volvería a conducir, pero llegó una semana antes del rodaje, cuando apenas podía mover las manos y los brazos.
A pesar de todo, estaba en el plató cada día, dirigiendo la película, superando tremendas dificultades físicas. Esto infundió un propósito más profundo a todo el rodaje. En esencia, de eso trata la película. Estaba allí. Todos sintieron que pasaba algo especial y aguantaron las largas horas con una sonrisa.
El final de la novela es tan fuerte como inesperado. Pilló a Richard desprevenido. Yo llevaba un par de capítulos de retraso, pero vi la mirada de Richard y lo entendí: “Creo que vamos a hacer la película”, le dije.
(*): La pareja sentimental y artística formada por Richard Glatzer y Wash Westmoreland se reveló con "Quinceañera", la película sobre una adolescente latina que ganó el Premio del Público y el Premio del Jurado en Sundance 2006. También han escrito y realizado "Grief", "The Fluffer" y "La última aventura de Robin Hood". Con "Siempre Alice / Still Alice", su nuevo estreno, han regalado a Julianne Moore un papel que la ha convertido en favorita para el Oscar.
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