Crítica: "El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos", despedida y desmedida
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Por Edurne Sarriegui
Y finalmente llegó la última entrega de "El Hobbit", precuela de "El Señor de los Anillos". Peter Jackson necesitó tres capítulos para contarnos la historia de Bilbo Bolsón y su viaje junto a Gandalf y los enanos desterrados de Erebor para recuperar su reino perdido de la Montaña Solitaria. El realizador neozelandés cierra la trilogía a toda orquesta con una larguísima batalla que encontrará a los ejércitos de los enanos, de los elfos y de los hombres enfrentados entre ellos y dudando sobre si se unirán o no para oponerse a sus enemigos comunes, los orcos.
"El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos / The Hobbit:The Battle of the Five Armies" empieza exactamente donde termina la segunda parte: con el ataque a la Ciudad del Lago por parte del dragón Smaug, con un despliegue de acción que lleva la adrenalina bien alto y marca cual será la tónica de la historia. Los enfrentamientos y las batallas se suceden hasta llegar a la que da título al film. ¡Y qué batalla! Son cuarenta y cinco minutos sin un respiro y con una fuerza visual enorme potenciada con el uso del 3D.
Este último capítulo es el más dramático. Se deja sentir el gusto amargo y triste de las despedidas. En un mundo en el que la bondad y la maldad están perfectamente definidas, se permite mostrar algún resquebrajamiento moral en el comportamiento de un personaje "bueno". Parece ser que las almas de distintos seres son igualmente sensibles a la codicia.
Los recursos digitales otorgan una enorme espectacularidad a las imágenes. Criaturas sorprendentes, abismos vertiginosos, ejércitos multitudinarios y peleas que desafían las leyes de la física son medios efectivos para lograrlo. Pero en ciertos momentos la artificiosidad se impone y esas imágenes se parecen demasiado a las de un videojuego.
"El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos" es una epopeya narrada con grandilocuencia. Todo es exceso: los efectos digitales desmedidos, las escenas alargadas al extremo y el metraje desmesurado de casi dos horas y media que nos dejan con la sensación de "déjà vu", una ausencia de novedad que desilusiona.
Los espectadores que disfrutaron los dos primeros capítulos de la saga sin duda también disfrutarán de esta. Para el resto de los mortales será una película más sin mayor trascendencia. Es que "El Señor de los Anillos" había dejado el listón muy alto y es más difícil conformarse cuando nos habían prometido tanto…
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