Colaboración: Robin Williams, el genial payaso que nos hizo llorar
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Por Jon Apaolaza
Mutis por el foro. Tal vez se cansó de luchar contra sí mismo y vio que sus tiempos de gloria habían pasado. Su intento de volver a la televisión -donde a finales de los 70 empezó su fama de la mano de "Mork & Mindy"- con una nueva serie, "The Crazy Ones", había fracasado, y la idea de volver a convertirse en la señora Doubtfire dos décadas después no le pareció suficientemente interesante para seguir aquí. Y se fue... Descanse en paz Robin Williams, un genio de la comedia que demostró que podía emocionarnos hasta la lágrima. Y así ha sido su último papel, una tragedia.
Conocí a Robin Williams en un hotel de Madrid. Eran los años 90 y estaba en el apogeo de su carrera. Pocas veces en mi vida he hecho una entrevista así, que más bien podría considerarse como el privilegio de ver la actuación de un cómico a metro y medio. Pretender un diálogo pregunta-respuesta con él era como aspirar a una cena romántica con Scarlett Johansson. No paraba de hablar, lo hacía en diferentes tonos e idiomas. Alternaba frases más o menos inteligibles con otras en un idioma que quizás le sonaba a español, pero que era de su absoluta y personal autoría. Una locura. Una divertida e inolvidable locura.
De Williams podemos admirar muchas cosas. Particularmente, aparte de su talento incontenible por la comedia, y del calor humano que emanaba de su sonrisa, me quedo con un par de personajes que no están entre los inmediatamente recordables, porque poco tenían que ver con la mayor parte de su trayectoria, el de "El hombre bicentenario / Bicentennial Man", donde interpretaba a un robot que a lo largo de los años, generación tras generación, adquiría características humanas, y el del villano Walter Finch en "Insomnio / Insomnia", la desosegante cinta helada de Chris Nolan. Dos muestras de que no necesitaba ponerse la careta de payaso para ganarse la vida, y la confirmación de que un gran cómico es por encima de todo un gran actor.
Y claro, está la tragedia humana, la derrota que todos sufrimos cuando desaparece alguien que nos ha hecho felices en algún momento. Es la amargura de asumir que tras la sonrisa pintada del comediante hay alguien con nuestras mismas debilidades, que pensó que no merecía la pena seguir, que "the show is over", y debía dejar el escenario para que otros lo ocuparan. Si ese ha sido su deseo, respetémoslo, despidámoslo con un caluroso aplauso y una lágrima, mientras las luces se apagan.
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Mutis por el foro. Tal vez se cansó de luchar contra sí mismo y vio que sus tiempos de gloria habían pasado. Su intento de volver a la televisión -donde a finales de los 70 empezó su fama de la mano de "Mork & Mindy"- con una nueva serie, "The Crazy Ones", había fracasado, y la idea de volver a convertirse en la señora Doubtfire dos décadas después no le pareció suficientemente interesante para seguir aquí. Y se fue... Descanse en paz Robin Williams, un genio de la comedia que demostró que podía emocionarnos hasta la lágrima. Y así ha sido su último papel, una tragedia.
Conocí a Robin Williams en un hotel de Madrid. Eran los años 90 y estaba en el apogeo de su carrera. Pocas veces en mi vida he hecho una entrevista así, que más bien podría considerarse como el privilegio de ver la actuación de un cómico a metro y medio. Pretender un diálogo pregunta-respuesta con él era como aspirar a una cena romántica con Scarlett Johansson. No paraba de hablar, lo hacía en diferentes tonos e idiomas. Alternaba frases más o menos inteligibles con otras en un idioma que quizás le sonaba a español, pero que era de su absoluta y personal autoría. Una locura. Una divertida e inolvidable locura.
De Williams podemos admirar muchas cosas. Particularmente, aparte de su talento incontenible por la comedia, y del calor humano que emanaba de su sonrisa, me quedo con un par de personajes que no están entre los inmediatamente recordables, porque poco tenían que ver con la mayor parte de su trayectoria, el de "El hombre bicentenario / Bicentennial Man", donde interpretaba a un robot que a lo largo de los años, generación tras generación, adquiría características humanas, y el del villano Walter Finch en "Insomnio / Insomnia", la desosegante cinta helada de Chris Nolan. Dos muestras de que no necesitaba ponerse la careta de payaso para ganarse la vida, y la confirmación de que un gran cómico es por encima de todo un gran actor.
Y claro, está la tragedia humana, la derrota que todos sufrimos cuando desaparece alguien que nos ha hecho felices en algún momento. Es la amargura de asumir que tras la sonrisa pintada del comediante hay alguien con nuestras mismas debilidades, que pensó que no merecía la pena seguir, que "the show is over", y debía dejar el escenario para que otros lo ocuparan. Si ese ha sido su deseo, respetémoslo, despidámoslo con un caluroso aplauso y una lágrima, mientras las luces se apagan.
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