Reportaje: "El último samurai", ¿Oscar para Tom Cruise?
- por © Alberto Duque López-NOTICINE.com
26-XI-03
Se anuncia como una de las cintas más destacadas de la temporada navideña, una superproducción "con contenido", de esas que los académicos rescatan de un panorama repleto de productos comerciales de puro entretenimiento. El próximo día 5 de diciembre (en enero en España y América Latina), se estrena en EEUU "El último samurai", y todos los ojos se dirigen a su protagonista, Tom Cruise. Muchos apuestan por que el actor norteamericano será nominado al Oscar y los Globos de Oro por este personaje que el actor ha interpretado con una dosis mayor de furia, vehemencia y disciplina mayor a la acostumbrada, dosis que directores como Oliver Stone, Ron Howard, Tony Scott, Steven Spielberg y ahora Edward Zwyck con "El último samurai" conocen suficientemente.
Aunque suene a frase conocida, Cruise nació para interpretar este personaje de Nathan Algren, oficial de caballería durante la Guerra Civil, atormentado por la matanza de civiles e indígenas, degradado por el alcohol, el juego y el tráfico de armas, y convertido en un ser resentido y peligroso, hasta cuando en mayo de 1876 otro oficial (Bill Connolly) le propone marcharse al Japón donde el Emperador, enfrentado a una sangrienta e incierta guerra civil necesita de sus servicios para entrenar a sus soldados y combatir a los samurais que se defienden con sus espadas largas, las favoritas de Tarantino.
La película como le ocurre al Martin Sheen de "Apocalypse now" se convierte en el viaje largo, interminable y extenuante de este hombre hacia el interior de si mismo, en busca de lo poco bueno que le queda, tratando de identificar de dónde vienen ese desasosiego, ese desarraigo que en alguna ocasión quiso echar mano del suicidio.
Personaje y actor pronto aprenden algo que Occidente trató de ignorar durante siglos: los samurais no son simples guerreros, así como las geishas jamás han sido rameras. Los samurais son poetas y filósofos, guardianes de las tradiciones más antiguas, defensores de las leyendas más sangrientas y hermosas, fanáticos de la libertad, el honor, la familia, el deber hacia el Emperador y sus creencias religiosas, la defensa del cuerpo como un templo sagrado que jamás debe ser manchado. Por defender ese sentido tradicional de los samurais, un excelente escritor como Yukio Mishima decidió el 25 de noviembre de 1970, frente a miles de testigos y vestido con su traje de guerrero, abrirse el vientre con su espada más corta. Cometió "sepuko" y Paul Schrader lo inmortalizó con una hermosa película.
Hollywood siente predilección por las leyendas y en este caso, cuentan que el productor y director Edward Zwick quería hacer la película con Cruise pero no sabía cómo acercársele y proponerle el proyecto tan costoso. Ahora sostiene que echó mano de una sentencia Zen: "Cava el estanque sin esperar a que aparezca la luna, y cuando esté listo, la luna sabrá sumergirse". Cruise enloqueció con el personaje y la historia. Los estaba necesitando como una vuelta de tuerca en su carrera. Aceptó los largos meses de rodaje en Japón y Nueva Zelanda, el alejamiento de los suyos, los 20 millones de dólares de sueldo dentro de un presupuesto que sobrepasa fácilmente los 120 millones y sobre todo, el entrenamiento salvaje con maestros que no solo le enseñaron a manejar las armas de los samurais sino a entender esa filosofía que tiene un código estricto y antiguo, alimentado con frases crípticas que en Occidente, especialmente en los apartamentos de los intelectuales de Greenwich Village, Soho y otros barrios sofisticados, han sido degradadas al papel de grafittis ociosos.
Luego del año y medio en el laboratorio Kubrick mientras rodaba "Eyes wide shut", Cruise, como lo ha confesado en recientes entrevistas, sintió que ahora nacía de nuevo, que este personaje del oficial que se marcha a entrenar a los soldados del emperador no se parece a nada de lo filmado anteriormente y que su vida ha cambiado profundamente, que conoce mejor las doctrinas del Zen, que reconoce lo que lleva por dentro y que mira a la humanidad y el mundo con otros ojos. Ya conocía Japón en distintos viajes pero esta filmación le exigió sumergirse en un mundo diametralmente opuesto al que siempre había compartido. Dice que cada jornada de rodaje, cada diàlogo con los numerosos actores japoneses, cada encuentro con los asesores en armas, diàlogos, costumbres, vestuarios, gestos y comidas era parte de un descubrimiento profundo, el de un universo que lo ha transformado en un ser absolutamente diferente.
Para llegar al rodaje, productores, director, protagonista y actores tuvieron que atravesar numerosas sendas, entre ellas, varios guiones y borradores que fracasaban porque no captaban el verdadero sentido de la saga. Hasta cuando el director y guionista Vincent Ward tomó todos esos borradores, escribió un nuevo texto, se apartó del proyecto y fue encargado Edward Zwick, un director de 51 años con una filmografía no tan extensa pero con títulos significativos como "Estado de sitio", "En honor a la verdad", "Leyendas de pasión" y sobre todo, "Tiempos de gloria" sobre la Guerra Civil.
Zwick aceptó el reto pero impuso otro guionista, John Logan, famoso por su trabajo en "Un domingo cualquiera" y "Gladiator". Con esos antecedentes perfiló mejor la historia, ubicò al oficial norteamericano en manos de los samurais enemigos, derrotado y recluido en una casa donde se recupera de las heridas recibidas en batalla, conoce al líder de los rebeldes y a su hermana, una mujer muy hermosa que tiene varios hijos. Por supuesto, ya el lector puede anticipar el giro que toma la historia. El oficial y el actor conocen a fondo el código de los samurais alimentado con el valor, la disciplina, la fuerza, la inteligencia, la sabiduría, el sentido común y otros elementos que para los occidentales se traducen en un desprecio hacia la muerte.
Cruise, quizás cándidamente, dice: "Yo creo en la honestidad, la compasión, la lealtad, el honor y otros principios. O sea, en el fondo comparto muchos conceptos de los samurais y la doctrina Zen. Este personaje se parece mucho a mí, a mi vida, o al revés, yo me parezco a èl, somos como siameses". Cruise y su socia, Paula Wagner también son coproductores.
Controvertido, maniático de su intimidad y la perfección de sus personajes, adicto al trabajo físico, con dos proyectos en marcha ("Collateral" con el director Michael Mann sobre un sicario, y la tercera película de "Misión Imposible"), Cruise evita enredarse en las actuales especulaciones sobre un Oscar para su personaje de este oficial de caballería que viste un traje rojo de samurai y maneja la espada con la destreza que le proporcionan más de seis meses de diario entrenamiento, y prefiere decir que lo importante es que el estudio, Warner, recupere el dinero invertido para que vuelvan a contratarlo, lo cual es un comentario sarcástico porque sin él, esta película no hubiera sido posible.
Sus admiradores que somos millones en el mundo preferimos pensar que luego de sus nominaciones al Oscar por "Nacido el 4 de julio", "Jerry Maguire" y "Magnolia" seguramente esta vez también será nominado y si no gana, no importa: ahí queda una película que comienza con un personaje destrozado por el alcohol y la culpa, luego debe atravesar su propio infierno y lavar su remordimiento y renacer, tranquilo y sereno, dispuesto a morir por una causa que varios meses atrás ni siquiera conocía.
Se anuncia como una de las cintas más destacadas de la temporada navideña, una superproducción "con contenido", de esas que los académicos rescatan de un panorama repleto de productos comerciales de puro entretenimiento. El próximo día 5 de diciembre (en enero en España y América Latina), se estrena en EEUU "El último samurai", y todos los ojos se dirigen a su protagonista, Tom Cruise. Muchos apuestan por que el actor norteamericano será nominado al Oscar y los Globos de Oro por este personaje que el actor ha interpretado con una dosis mayor de furia, vehemencia y disciplina mayor a la acostumbrada, dosis que directores como Oliver Stone, Ron Howard, Tony Scott, Steven Spielberg y ahora Edward Zwyck con "El último samurai" conocen suficientemente.
Aunque suene a frase conocida, Cruise nació para interpretar este personaje de Nathan Algren, oficial de caballería durante la Guerra Civil, atormentado por la matanza de civiles e indígenas, degradado por el alcohol, el juego y el tráfico de armas, y convertido en un ser resentido y peligroso, hasta cuando en mayo de 1876 otro oficial (Bill Connolly) le propone marcharse al Japón donde el Emperador, enfrentado a una sangrienta e incierta guerra civil necesita de sus servicios para entrenar a sus soldados y combatir a los samurais que se defienden con sus espadas largas, las favoritas de Tarantino.
La película como le ocurre al Martin Sheen de "Apocalypse now" se convierte en el viaje largo, interminable y extenuante de este hombre hacia el interior de si mismo, en busca de lo poco bueno que le queda, tratando de identificar de dónde vienen ese desasosiego, ese desarraigo que en alguna ocasión quiso echar mano del suicidio.
Personaje y actor pronto aprenden algo que Occidente trató de ignorar durante siglos: los samurais no son simples guerreros, así como las geishas jamás han sido rameras. Los samurais son poetas y filósofos, guardianes de las tradiciones más antiguas, defensores de las leyendas más sangrientas y hermosas, fanáticos de la libertad, el honor, la familia, el deber hacia el Emperador y sus creencias religiosas, la defensa del cuerpo como un templo sagrado que jamás debe ser manchado. Por defender ese sentido tradicional de los samurais, un excelente escritor como Yukio Mishima decidió el 25 de noviembre de 1970, frente a miles de testigos y vestido con su traje de guerrero, abrirse el vientre con su espada más corta. Cometió "sepuko" y Paul Schrader lo inmortalizó con una hermosa película.
Hollywood siente predilección por las leyendas y en este caso, cuentan que el productor y director Edward Zwick quería hacer la película con Cruise pero no sabía cómo acercársele y proponerle el proyecto tan costoso. Ahora sostiene que echó mano de una sentencia Zen: "Cava el estanque sin esperar a que aparezca la luna, y cuando esté listo, la luna sabrá sumergirse". Cruise enloqueció con el personaje y la historia. Los estaba necesitando como una vuelta de tuerca en su carrera. Aceptó los largos meses de rodaje en Japón y Nueva Zelanda, el alejamiento de los suyos, los 20 millones de dólares de sueldo dentro de un presupuesto que sobrepasa fácilmente los 120 millones y sobre todo, el entrenamiento salvaje con maestros que no solo le enseñaron a manejar las armas de los samurais sino a entender esa filosofía que tiene un código estricto y antiguo, alimentado con frases crípticas que en Occidente, especialmente en los apartamentos de los intelectuales de Greenwich Village, Soho y otros barrios sofisticados, han sido degradadas al papel de grafittis ociosos.
Luego del año y medio en el laboratorio Kubrick mientras rodaba "Eyes wide shut", Cruise, como lo ha confesado en recientes entrevistas, sintió que ahora nacía de nuevo, que este personaje del oficial que se marcha a entrenar a los soldados del emperador no se parece a nada de lo filmado anteriormente y que su vida ha cambiado profundamente, que conoce mejor las doctrinas del Zen, que reconoce lo que lleva por dentro y que mira a la humanidad y el mundo con otros ojos. Ya conocía Japón en distintos viajes pero esta filmación le exigió sumergirse en un mundo diametralmente opuesto al que siempre había compartido. Dice que cada jornada de rodaje, cada diàlogo con los numerosos actores japoneses, cada encuentro con los asesores en armas, diàlogos, costumbres, vestuarios, gestos y comidas era parte de un descubrimiento profundo, el de un universo que lo ha transformado en un ser absolutamente diferente.
Para llegar al rodaje, productores, director, protagonista y actores tuvieron que atravesar numerosas sendas, entre ellas, varios guiones y borradores que fracasaban porque no captaban el verdadero sentido de la saga. Hasta cuando el director y guionista Vincent Ward tomó todos esos borradores, escribió un nuevo texto, se apartó del proyecto y fue encargado Edward Zwick, un director de 51 años con una filmografía no tan extensa pero con títulos significativos como "Estado de sitio", "En honor a la verdad", "Leyendas de pasión" y sobre todo, "Tiempos de gloria" sobre la Guerra Civil.
Zwick aceptó el reto pero impuso otro guionista, John Logan, famoso por su trabajo en "Un domingo cualquiera" y "Gladiator". Con esos antecedentes perfiló mejor la historia, ubicò al oficial norteamericano en manos de los samurais enemigos, derrotado y recluido en una casa donde se recupera de las heridas recibidas en batalla, conoce al líder de los rebeldes y a su hermana, una mujer muy hermosa que tiene varios hijos. Por supuesto, ya el lector puede anticipar el giro que toma la historia. El oficial y el actor conocen a fondo el código de los samurais alimentado con el valor, la disciplina, la fuerza, la inteligencia, la sabiduría, el sentido común y otros elementos que para los occidentales se traducen en un desprecio hacia la muerte.
Cruise, quizás cándidamente, dice: "Yo creo en la honestidad, la compasión, la lealtad, el honor y otros principios. O sea, en el fondo comparto muchos conceptos de los samurais y la doctrina Zen. Este personaje se parece mucho a mí, a mi vida, o al revés, yo me parezco a èl, somos como siameses". Cruise y su socia, Paula Wagner también son coproductores.
Controvertido, maniático de su intimidad y la perfección de sus personajes, adicto al trabajo físico, con dos proyectos en marcha ("Collateral" con el director Michael Mann sobre un sicario, y la tercera película de "Misión Imposible"), Cruise evita enredarse en las actuales especulaciones sobre un Oscar para su personaje de este oficial de caballería que viste un traje rojo de samurai y maneja la espada con la destreza que le proporcionan más de seis meses de diario entrenamiento, y prefiere decir que lo importante es que el estudio, Warner, recupere el dinero invertido para que vuelvan a contratarlo, lo cual es un comentario sarcástico porque sin él, esta película no hubiera sido posible.
Sus admiradores que somos millones en el mundo preferimos pensar que luego de sus nominaciones al Oscar por "Nacido el 4 de julio", "Jerry Maguire" y "Magnolia" seguramente esta vez también será nominado y si no gana, no importa: ahí queda una película que comienza con un personaje destrozado por el alcohol y la culpa, luego debe atravesar su propio infierno y lavar su remordimiento y renacer, tranquilo y sereno, dispuesto a morir por una causa que varios meses atrás ni siquiera conocía.