Colaboración: Ed Wood, ¿el último dadaísta de Hollywood?
- por © NOTICINE.com
Por Sergio Berrocal *
Ed Wood, el peor cineasta del mundo (norteamericano) a juicio de sus contemporáneos del mismo cine, murió apestoso, alcoholizado y sin un centavo para una flor con 53 años. La chusma vestida de limpio que aullaba de entusiasmo bebido en frascas de güisqui barato a los futbolistas estrellas de primera millonaria no estaba en el entierro del director. Hasta la gentuza le había abandonado. La chusma vestida de limpio se excusó diciendo que tenía que jalear un partido de polo acuático con novillos mansos de una ganadería de lujo que no sabían nadar.
Los toreros de cuarto nivel, con la misma fama de Wood, se habían dado cita con futbolistas multimillonarios para masacrar a los animalillos que aprendieran a nadar.
Una modelo de altos vuelos que ya ni aterrizaba espera impaciente su pensión de cuando era cosaco a las órdenes del emperador Alejandro Nosecuántos.
Había pasado la modelo cientos de años en los campos de concentración de Stalin, más terroríficos que los de Hitler, decía ella, que además se conocía al dedillo las cámaras de gas inventadas por los jerarcas del III Reich.
La vampiresa modelo, que también afirma haber sido una sombra en una película de Ed Wood, "Plan 9 del espacio exterior", y una mucama paraguaya en "La novia del monstruo", y haberse tomado algunas copas de cianuro con Perrier con Bela Lugosi, ha mordido a un novillo y perdido el único diente de oro que le quedaba de sus tiempos felices de amante de un pescador de carpas furtivas.
Aulla de placer, vuelve a aullar de placer mejor dicho, la chusma que sigue matando las crías de los toros.
Esto es la fiesta nacional, se envalentona el futbolista mayor del reino que se queja de no ganar más que un millón de euro por mes, eso sí, más la voluntad.
Vuelvo a ver con mucho cariño a Ed Wood cuando la televisión me lo propone, principalmente en la película que retraza su biografía.
Hay una ferocidad de martirio de Fu Manchu en todos aquellos que escriben y dicen, cuando se acuerdan porque son tan majaras que ya les falta la memoria a punto de montarse en el cochecito del Alzheimer.
Edward D. Wood Jr (1924-1978) ¿fue realmente un malísimo cineasta, un deplorable manipulador de historias?
El cine actual, del que se nutre una industria bien pertrechada y que no come precisamente pastas con tomate sino más bien langosta a la moda de Caen, está hecho de un porcentaje de fraude de nefastas películas.
Algunos de estos films, pésimos por su temática, perniciosos por las doctrinas que quieren mandarnos desde Hollywood, donde no triunfan precisamente las tesis palestinas, se emborrizan de harina de oro y a la vuelta de la esquina los coronan con premios a destajo.
Probablemente porque quedan pocos críticos que tengan talento y además prescindan de los bonitos dossiers primorosamente enlatados en adjetivos y nombres propios rimbombantes que envían los productores, el cine se ha convertido en una fiesta de mediocres.
El actor que se gana muy bien la vida haciendo publicidad de un café encapsulado sale de vez en cuando de su retiro para proponer una película "combativa" con las tesis políticas preponderantes. Pero que se queda antes de la crítica.
Quizá, digo yo, que admiro a Charles Bukowski, uno de los más grandes escritores norteamericanos al que probablemente se privó de una carrera triunfal por ser borracho empedernido, bocazas de todo cuanto había que decir y amante triunfal de mujeres.
Es probable que algunos digan que, como Henry Miller, fue un autor menor porque nunca siguió la línea recta que marcaba la decencia de los fariseos que tal vez leían sus novelas a escondidas.
Y digo yo, ¿por qué Wood no fue un gran cineasta? ¿Porque unos cuantos, los que tenían la sartén por el mango, decidieron que era un majara insolvente?
Salvador Dalí me dijo en una oportunidad que le costaba ver una película porque lo cambiaba todo y cuando tenía que contarla no tenía nada que ver con el original.
Charles Bukowski decía: "Nunca he visto una película que no me hiciera vomitar".
Ni a Salvador Dalí le pregunté nunca que pensaba de Ed Wood ni tengo referencias de que Bukowski se pronunciara.
Dali fue coautor con Luis Buñuel de "Un perro andaluz" y es difícil saber si de no haber sido por el furor surrealista que imperaba en esa época en París la película habría triunfado hasta escalonar la torreta del cine clásico.
Quién sabe si a Dalí no le habría pasmado ese descaro de Ed Wood a la hora de recitar el catecismo cinematográfico y si sus extravagancias heréticas, su falta de rigor y el cachondeo que parecía empujarlo no le hubiesen arrancado una de esas sonrisas suyas en las que los ojos bailaban la danza de los siete velos.
Con su manera anárquica de ver el cine, con su fama de chapucero empedernido a la hora de meterse en el estudio, ¿no habrá sido Ed Wood un surrealista a su manera que tuvo que refugiarse en la borrachera eterna y final para huir de la incomprensión de sus compatriotas?
O tal vez ¿el último dadaísta de Hollywood?
(*): Sergio Berrocal es periodista y crítico de cine. Su último libro se titula "Calle Falange Española" .
Ed Wood, el peor cineasta del mundo (norteamericano) a juicio de sus contemporáneos del mismo cine, murió apestoso, alcoholizado y sin un centavo para una flor con 53 años. La chusma vestida de limpio que aullaba de entusiasmo bebido en frascas de güisqui barato a los futbolistas estrellas de primera millonaria no estaba en el entierro del director. Hasta la gentuza le había abandonado. La chusma vestida de limpio se excusó diciendo que tenía que jalear un partido de polo acuático con novillos mansos de una ganadería de lujo que no sabían nadar.
Los toreros de cuarto nivel, con la misma fama de Wood, se habían dado cita con futbolistas multimillonarios para masacrar a los animalillos que aprendieran a nadar.
Una modelo de altos vuelos que ya ni aterrizaba espera impaciente su pensión de cuando era cosaco a las órdenes del emperador Alejandro Nosecuántos.
Había pasado la modelo cientos de años en los campos de concentración de Stalin, más terroríficos que los de Hitler, decía ella, que además se conocía al dedillo las cámaras de gas inventadas por los jerarcas del III Reich.
La vampiresa modelo, que también afirma haber sido una sombra en una película de Ed Wood, "Plan 9 del espacio exterior", y una mucama paraguaya en "La novia del monstruo", y haberse tomado algunas copas de cianuro con Perrier con Bela Lugosi, ha mordido a un novillo y perdido el único diente de oro que le quedaba de sus tiempos felices de amante de un pescador de carpas furtivas.
Aulla de placer, vuelve a aullar de placer mejor dicho, la chusma que sigue matando las crías de los toros.
Esto es la fiesta nacional, se envalentona el futbolista mayor del reino que se queja de no ganar más que un millón de euro por mes, eso sí, más la voluntad.
Vuelvo a ver con mucho cariño a Ed Wood cuando la televisión me lo propone, principalmente en la película que retraza su biografía.
Hay una ferocidad de martirio de Fu Manchu en todos aquellos que escriben y dicen, cuando se acuerdan porque son tan majaras que ya les falta la memoria a punto de montarse en el cochecito del Alzheimer.
Edward D. Wood Jr (1924-1978) ¿fue realmente un malísimo cineasta, un deplorable manipulador de historias?
El cine actual, del que se nutre una industria bien pertrechada y que no come precisamente pastas con tomate sino más bien langosta a la moda de Caen, está hecho de un porcentaje de fraude de nefastas películas.
Algunos de estos films, pésimos por su temática, perniciosos por las doctrinas que quieren mandarnos desde Hollywood, donde no triunfan precisamente las tesis palestinas, se emborrizan de harina de oro y a la vuelta de la esquina los coronan con premios a destajo.
Probablemente porque quedan pocos críticos que tengan talento y además prescindan de los bonitos dossiers primorosamente enlatados en adjetivos y nombres propios rimbombantes que envían los productores, el cine se ha convertido en una fiesta de mediocres.
El actor que se gana muy bien la vida haciendo publicidad de un café encapsulado sale de vez en cuando de su retiro para proponer una película "combativa" con las tesis políticas preponderantes. Pero que se queda antes de la crítica.
Quizá, digo yo, que admiro a Charles Bukowski, uno de los más grandes escritores norteamericanos al que probablemente se privó de una carrera triunfal por ser borracho empedernido, bocazas de todo cuanto había que decir y amante triunfal de mujeres.
Es probable que algunos digan que, como Henry Miller, fue un autor menor porque nunca siguió la línea recta que marcaba la decencia de los fariseos que tal vez leían sus novelas a escondidas.
Y digo yo, ¿por qué Wood no fue un gran cineasta? ¿Porque unos cuantos, los que tenían la sartén por el mango, decidieron que era un majara insolvente?
Salvador Dalí me dijo en una oportunidad que le costaba ver una película porque lo cambiaba todo y cuando tenía que contarla no tenía nada que ver con el original.
Charles Bukowski decía: "Nunca he visto una película que no me hiciera vomitar".
Ni a Salvador Dalí le pregunté nunca que pensaba de Ed Wood ni tengo referencias de que Bukowski se pronunciara.
Dali fue coautor con Luis Buñuel de "Un perro andaluz" y es difícil saber si de no haber sido por el furor surrealista que imperaba en esa época en París la película habría triunfado hasta escalonar la torreta del cine clásico.
Quién sabe si a Dalí no le habría pasmado ese descaro de Ed Wood a la hora de recitar el catecismo cinematográfico y si sus extravagancias heréticas, su falta de rigor y el cachondeo que parecía empujarlo no le hubiesen arrancado una de esas sonrisas suyas en las que los ojos bailaban la danza de los siete velos.
Con su manera anárquica de ver el cine, con su fama de chapucero empedernido a la hora de meterse en el estudio, ¿no habrá sido Ed Wood un surrealista a su manera que tuvo que refugiarse en la borrachera eterna y final para huir de la incomprensión de sus compatriotas?
O tal vez ¿el último dadaísta de Hollywood?
(*): Sergio Berrocal es periodista y crítico de cine. Su último libro se titula "Calle Falange Española" .