Crítica: "El juego de Ender", niños salvadores de la humanidad

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'El juego de Ender'


Por Cristina F. Fimia

“El juego de Ender / Ender´s Game”, ya en salas de Estados Unidos y España, es el largometraje que Gavin Hood ha desarrollado a partir de la novela juvenil de Orson Scott Card. Con una cinta cargada de ficción, Hood demuestra que se puede entretener sin llevar a cabo grandes trabajos. Así, nos vemos inmersos en una historia de niños contra alienígenas, donde los conceptos de lo bueno y lo malo se entremezclan para dar lugar a un enrevesado final donde el protagonista se replanteará todo lo hecho hasta entonces.

Para el que no conozca la historia: setenta años después de una guerra interespacial entre humanos y alienígenas, un niño es reclutado en una escuela militar con el fin de convertirlo en el salvador de la humanidad, que destruirá a la especie enemiga.  

Es imposible no mencionar lo mejor de la película, los actores; un Asa Butterfield ("Hugo") que vuelve a ser protagonista, logrando representar con bastante precisión un complejo papel caracterizado por los sentimientos enfrentados que lo dominan, acompañado por grandes nombres del cine como Harrison Ford (que vuelve a meterse en la piel de un secundario) y Ben Kingsley, que como siempre y a pesar de aparecer pocos minutos, actúa de forma impecable. Pero si algo hay que destacar del reparto, son las caras jóvenes que aparecen y que parecen dirigirse hacia lo más alto del séptimo arte. Hailee Steinfeld, Abigail Breslin o Conor Carroll son algunos de esos rostros, que apuntan maneras para futuros proyectos.

Visualmente, lo más atractivo es esa simulación de la gravedad cero (que aún así, queda superada por otros recientes films como “Gravity / Gravedad”). Por lo demás, violencia revestida de imperante necesidad de salvación, con guiño incluido a los videojuegos. A destacar, quizás, un anticlímax que podría significar un final abierto. ¿Con vistas a una segunda parte? Puede.

No queda mucho más que decir, aparte de que Hood rellena minutos y minutos gracias al entrenamiento de Ender, que se desarrolla a lo largo de los tres actos. Baja el listón con respecto a “X-Men Orígenes: Lobezno/ X-Men Origins: Wolverine” y permite preguntarse si el guión era el adecuado, aunque es cierta la complejidad de trasladar a pantalla los diálogos de la novela.

¿Lo mejor? Probablemente, el proceso de maduración que sufre el protagonista, quien se curte a lo largo de todo el film y crece, pasando de niño a adulto. Además, tampoco pasa desapercibida la importancia que se concede a la inteligencia frente a la fuerza bruta. Ello, unido a unos decentes efectos especiales y a un potente elenco, contribuye a mejorar la imagen que da la cinta.

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