Crítica: "Somos los Miller / We're the Millers", muerte entre las flores
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Por Iván Kazi
Es bastante sencillo. La gran virtud de "Somos los Miller / ¿Quién *&$%! son los Miller? / We're the Millers" (2013), que esta semana se estrena en parte de Latinoamérica y España, tras su exitoso lanzamiento norteamericano, donde ya acumula 93 millones de dólares en 3 semanas, es su introducción. Hasta podría ir más allá y ampliar el mérito abarcando a toda la primera mitad. Son 110 minutos de cinta, la mitad representaría poco menos de una hora.
Listo. Si bien el resto no es basura, emite una fragancia bastante repulsiva. Algo comienza a pudrirse en la película. La simpatía se esfuma. La comicidad perece. Todo hasta el momento imperceptible en donde se produce la escisión es auspicioso. Una cadena de arrebatos histriónicos y duelos verbales astutos. Bien, bien. Sí, sí. Sí. No. ¿Qué le pasó a la película? ¿Cuándo murió? ¿En qué momento cesó el pulso? Es tan repentino que no puede evitarse la disociación íntegra de las facultades del espectador. Caerá invariablemente en un limbo de angustia e hipotermia espiritual. Dolor. Oscuridad. Quizá le invada una sensación de optimismo ante falsas promesas de restauración. Pronto comprobará que su impresión inicial era acertada. No hay retorno. Está perdida. Tal vez aparte la vista de la pantalla con la intención de cotejar otras reacciones. Quizá advierta una lágrima deslizándose por la mejilla de su acompañante. La necesidad de alivio es imperativa. No tema demostrar su frustración. Baje la guardia, no ahogue el sollozo. Tiene motivos. A veces las comedias, como tantas otras de su generación, mueren jóvenes. Antes de su hora.
Si la primera parte es virtud, la segunda parte es debacle. Se entendió. Sobre la marcha, mientras la película empieza a descartar estratos, desfilan por la mente todas las posibles variantes y ramificaciones que el argumento podría haber desplegado. La única alternativa por la que no deberían haber optado, esa es la que capturan y sumergen en tedio, astenia y reiteración. Se fractura el momentum y naufraga en un abismo de cacoquimia y gags prescindibles.
Pero basta de negatividad. Discutamos el elenco. Están Jason Sudeikis, un tipo genuinamente gracioso, cómodamente asentado aunque se dificulta identificar cuándo se consolidó como protagonista de comedia en cine. Jennifer Aniston, consagrada en pantalla grande y chica con igual legitimidad. Will Poulter, de la muy interesante "El Hijo de Rambow" (Son of Rambow, 2007) y Emma Roberts, la sobrina de Julia Roberts. Todos prosperan en sus respectivos papeles. Sí, en este tipo de proyectos se contratan "physique du rôle" en lugar de intérpretes, pero eso no es necesariamente negativo. Si es bueno, es plausible.
En cuanto a la sinopsis de la película, puede definirse en una oración: Traficante, stripper, muchacho virgen y adolescente marginada se unen bajo el propósito común de pasar algunos kilos de marihuana a través de la frontera mexicana y hacia los Estados Unidos.
Las pequeñas victorias humorísticas en "Somos los Miller / ¿Quién *&$%! son los Miller? / We're the Millers" únicamente profundizan el desamparo por lo que pudo haber sido. Es allí, en esa ruptura, en donde se evidencia la imprecisa distribución de los chistes, la gracia. En definitiva, lo único trascendente en cualquier título de estas características.