Salman Rushdie escribe sobre la adaptación de su novela "Hijos de la medianoche"

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Salman Rushdie y Deepa Mehta
Por Salman Rushdie *

Deepa Mehta y yo decidimos colaborar para hacer una película basada en "Hijos de la medianoche" el 9 de junio de 2008. Yo estaba de paso por Toronto, en una gira por América del Norte con motivo de la publicación de "La encantadora de Florencia", y cené con Deepa la única noche que me quedaba libre. Me preguntó quién tenía los derechos de "Hijos de la medianoche"; le contesté que yo; me preguntó si podía rodarla; le dije que sí. Fue así de sencillo.

Cuatro años y cuarto más tarde, la adaptación del libro que era «imposible de adaptar» está por fin terminada, y he aprendido mucho sobre lo que de verdad implica hacer una película. Ahora sé, por ejemplo, que cuando unos patrocinadores potenciales te dicen que les encanta tu libro, que les gusta tu guión al 100 %, que adoran a Deepa y que se comprometen plenamente a contribuir a que esa película se haga realidad, eso es lo que quieren decir: «Bienvenidos».

Durante años, antes de que Deepa, David Hamilton y yo emprendiéramos este viaje juntos, varios intentos de rodar "Hijos de la medianoche" se habían ido a pique. Un proyecto cinematográfico puede fracasar por muchos motivos. Por eso, me merece un gran respeto cualquier persona que haya conseguido terminar una película y sacarla al mercado. También he llegado a sentir —y en general no soy una persona supersticiosa ni inclinada al misticismo— que fue positivo que esos primeros intentos de rodar mi libro fracasaran, de modo que este pudiera llegar a buen término. Casi podríamos utilizar la palabra karma.

Me alegra que pudiésemos conservar totalmente el control creativo del proyecto y hacer la película que Deepa y yo queríamos hacer. Nadie nos dijo cómo escribirla, cómo elegir el reparto, cómo rodarla ni cómo montarla, así que no puede culparse a nadie más, y así es precisamente como queríamos que fuera.

Años antes, Hanif Kureishi me había contado lo mucho que le había gustado colaborar con Stephen Frears en "Mi hermosa lavandería", y Paul Auster dijo más o menos lo mismo sobre su colaboración con Wayne Wang en "Smoke" y "Blue in the Face". Hacía mucho que albergaba el deseo de coincidir algún día con un director de cine con el que pudiera darse ese tipo de relación de trabajo estrecha, gozosa y fructífera. Deepa Mehta fue la realización de ese sueño.

Desde nuestra primera reunión para elaborar el guión, descubrimos asombrados que pensábamos prácticamente igual sobre cómo abordar la adaptación. Cuando sugerí abandonar la «narración marco» de la novela, la historia que Saleem, el protagonista, cuenta retrospectivamente a Padma, la «poderosa mujer de los encurtidos», en la fábrica de encurtidos Braganza, en Bombay —por tratarse de un recurso demasiado literario que, en una película, interferiría constantemente en la identificación emocional del público con los personajes—, Deepa dijo: «Lo iba a sugerir, pero pensé que no te gustaría». Y cuando le mostré mi primera lista de escenas que debíamos incluir para que fuera una verdadera adaptación de la novela, me enseñó su lista y eran prácticamente idénticas.

Realizamos gran parte del casting juntos en Bombay, e incluso cuando no estábamos en el mismo lugar en el mismo momento intercambiábamos impresiones sobre los actores, miramos vídeos de sus trabajos, nos entusiasmábamos con algunos y descartábamos a otros. Cuando Deepa pensó en el entonces relativamente desconocido Satya Bhabha para el papel principal, le dijo que fuera a verme y sólo después de que ambos hubiésemos visto en él la dulzura y la vulnerabilidad que estábamos buscando, le ofreció el papel formalmente. Nos reunimos con varios titanes de Bollywood, a los que tuve que «narrar» la película en sus casas, e incluso en sus grandes limusinas; pero al final decidimos evitar dar papeles a esas megaestrellas de Bombay que no estaban acostumbradas a trabajar como parte de un reparto coral. En lugar de eso, elegimos a actores magníficos, muy aclamados allá donde se ven películas indias, que dejaron sus egos en casa y nos entregaron todo su ser.

Ha sido una experiencia extraordinaria ver mi novela cobrar vida gracias al talento de tantas personas trabajando en armonía. El diseño de producción de Dilip Mehta, con su ojo atento a los detalles de cada periodo, recreó el universo de "Hijos de la medianoche", en gran parte extraído de mis recuerdos de infancia, de forma tan vívida y precisa que por momentos se me entrecortó la respiración —¡Fíjate, ahí está la vieja Rolleiflex de mi padre! ¡Y, mira, los fieros gansos de mi abuela!—. La magnífica cámara de Giles Nuttgens captó un mundo a un tiempo épico e íntimo, al que Colin Monie dio ritmo y forma durante el montaje; la banda sonora de Nitin Sawhney elevó escena tras escena a nuevas cotas, añadiendo capas de emoción; y, por encima de todo, la dirección afablemente feroz de Deepa Mehta orquestó todo esto y creó una película que no sólo es fiel al espíritu de la novela original, sino que, además, posee su propia legitimidad y se erige como una obra de arte por derecho propio.

Y ahora que está terminada, corresponde a los demás juzgar lo que hicimos. Esta es la apuesta del arte: crear la obra que deseas crear y luego ofrecérsela a su público con la esperanza de que los conmueva. Cuando eso ocurre, sea un libro o una película, se trata de la mejor sensación del mundo.

(*): Salman Rushdie, el escritor indio formado en Gran Bretaña que alcanzó fama mundial tras la condena a muerte que contra él dictó en forma de " fatwa" el iraní ayatolah Jomeini por su novela "Los versos satánicos", había publicado unos años antes "Hijos de la medianoche", la cual ha tardado más de tres décadas en llegar al cine de la mano de su compatriota afincada en Canadá Deepa Mehta. Ahora llega a los cines españoles.