Crítica: "Efectos secundarios / Efectos colaterales", empastillados
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Por Benjamín Harguindey
Se corrió el rumor de que esta sería la última película de Steven Soderbergh, director de clásicos como "Traffic" y "Erin Brockovich" (ambas del 2000). Sobre su retiro, el realizador dijo "Es sólo sabático". De momento nos ha dejado "Efectos secundarios / Efectos colaterales" ("Side Effects", 2013), un pequeño y efectivo "thriller" psicológico que entretiene, pero a fin de cuentas es otro de esos proyectos menores en los que Soderbergh vuelca todo su estilo sobre un guión sin demasiada substancia.
Emily Taylor (Rooney Mara, la de los ojos perturbados) recibe a su marido Martin (Channing Tatum), que acaba de salir de prisión luego de una condena por tráfico de influencias. La pareja posee una sólida base de clase media y comienza a rearmarse social y laboralmente, muy a pesar de Emily, que es diagnosticada con depresión y pronto queda bajo el cuidado del Dr. Banks (Jude Law). Banks le receta un largo cocktail de drogas que culmina con la experimental Ablixa, alias Retome el Mañana ("puede incluir efectos secundarios como confusión, pensamientos suicidas y molestias para dormir, incluyendo sonambulismo").
Luego de verse enredada en un infortunado cuadro de tales "efectos colaterales", el protagonismo pasa a manos del Dr. Banks, que se enfrenta al dilema de culpar a la droga (y a sí mismo por prescribirla), o lavarse las manos del asunto y dejar a Emily a merced de la corte. ¿Y qué si elige la segunda opción? ¿Quién es la culpable, Emily o Ablixa? Banks hace su propia investigación, durante la cual acude a la vieja psiquiatra de Emily, la Dra. Siebert (Catherine Zeta-Jones) – aquella que le había hablado de Ablixa en primer lugar.
Son los personajes de Emily y Banks los que generan tensión, jugando con la atención y la simpatía del espectador a medida que recorren en paralelo caminos muy distintos. Las indagaciones del Dr. Banks le llevan a considerar conspiraciones sin fondo que de a poco le van costando trozos de su vida, mientras que Emily se ve atrapada por el largo y arduo proceder de la justicia, que no tiene muy en claro a quién culpar. Todo lo que aman cae bajo amenaza: sus hogares, sus carreras, pero por sobre todo –horror de horrores – su credibilidad.
De a momentos parece que Soderbergh está construyendo la secuela espiritual de "Contagio" ("Contagion", 2011), película sobre la medicina en tiempos de pandemia (y su inquietante irrupción en la cotidianidad de nuestras vidas). Ambas fueron escritas por Scott Z. Burns . Pero a medida que la película progresa se vuelve evidente que no posee tales pretensiones, que la trama existe para dar sensacionales puntos de giro y dejar la crítica social a medio cocer. El desenlace es tan implausible y absurdo que automáticamente baja la película a los estratos de la serie "B" y la graba en la memoria como el entretenido y tonto "thriller" que siempre fue.