Crítica: "La vida de Pi", una fabula sobre la fe
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Por Carolina G. Guerrero
"La vida de Pi" ("Life of Pi", 2012), una historia creada por el escritor Yann Martel, que por su complejidad hasta ahora no había visto la luz en forma de celuloide, llega por fin a la gran pantalla de la mano del oscarizado Ang Lee, con sensibilidad, inteligencia y espléndidos efectos digitales, al servicio de un relato de superación, de fe, de no perder jamás la esperanza para sobrevivir.
El director de origen chino acumula entre otros codiciados premios dos Oscars por películas tan recordadas como "Brokeback Mountain - En terreno vedado / Secreto en la montaña" y "Tigre y dragón", y títulos en su filmografía tan dispares como "Sentido y sensibilidad / Sensatez y sentimientos" o "La tormenta de hielo".
Se atreve Lee esta vez con una historia fantástica presentada en tres dimensiones, y que habla de las aventuras y aconteceres del joven Piscine Militor, interpretado por el debutante actor de origen indio Suraj Sharma, que llegó a esta producción tras superar un casting de más de tres mil aspirantes, para encarnar al protagonista de una de las novelas mas vendidas de los últimos tiempos.
Le acompañan en el reparto Irrfan Khan, Tabu, Rafe Spall y Gérard Depardieu. La cinta se ha rodado principalmente en escenarios de India y Taiwan, y Ang Lee ha tardado casi cuatro años en ver cómo se materializaba este complicado proyecto, que según todos los interesados no ha podido caer en mejores manos.
"The life of Pi" se pone al servicio del espectador, con todo el despliegue y la última tecnología del 3D, una forma de implicar lo más posible al auditorio, que según palabras de su director ha sido la razón fundamental por la que se decantó por este formato, para acercar y conseguir que el público sea otro más al lado del protagonista. La India presenta su mejor cara, con imágenes y paisajes sorprendentes, regalándonos a través de la mirada de su director de fotografía, el chileno Claudio Miranda, todo su colorido y su esplendor.
Piscine parte de su tierra natal (Podicherry), antigua colonia francesa, donde hasta ese momento tiene una existencia aparentemente feliz, con sus padres que regentan un zoológico.
Por decisión paterna toda la familia y varios de los animales del zoo abandonan el país, para iniciar un viaje marítimo que les llevara a Canadá, y comenzar allí una nueva vida. Se embarcan en un carguero japonés, y en sus bodegas viajan muchos de los animales como en un arca de Noé improvisada.
El adolescente Pi es un muchacho con marcadas inclinaciones espirituales, tanto es así que procesa mas de dos y de tres fes al mismo tiempo, un chico muy listo, distinto, con una búsqueda interior y unas inquietudes que le dan un carisma especial.
El padre de Pi siempre le insistió en la carencia de alma en los animales, pero el chico traspasa todas esas enseñanzas y se sumerge en su propia lucha interna a la que se sujetará firmemente para no perder el norte, en un lugar donde las coordenadas no están marcadas.
La película nos hace vivir momentos de angustia, de zozobra, en los que el mar es aparte de recurrente escenario, coprotagonista de esta obra sorprendente y con un final totalmente inesperado.
El fondo y trasfondo de la temática en la que se sostiene la base de la realidad que vive su protagonista hace reflexionar y mucho desde la butaca, un cierto efecto de bálsamo en los tiempos que nos toca vivir. Con esa enseñanza incluida, "La vida de Pi", en palabras de su creador ante todo "una fabula sobre la fe", seguramente va a dar mucho que hablar.
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