Colaboración: De Woody Allen, la infidelidad y otras ciudades
- por © NOTICINE.com
Por Eduardo Larrocha
Promiscuo e infiel es Woody Allen en el terreno de amores urbanos. Muchos espectadores guardamos en nuestra retina aquellas calles de Manhattan que aportan mucha magia al encuentro viajero con la ciudad de los rascacielos. Entonces creíamos que Allen era el profeta exclusivo de Nueva York. En los Festivales de Venecia, Berlín y Cannes cuando, año tras año, estrenaba su última película, Woody Allen era remiso a acudir a la cita.
Algunos pensábamos que –como el alter ego que encarna en "A Roma con amor"- entre sus fobias está el miedo a volar. Él tenía bastante con tocar el saxo en garitos de la Gran Manzana. Al parecer el más europeo de los cineastas americanos no necesitaba pasear por las calles del Viejo Continente.
Pero ¡Ay vanidad¡ en 2002 le dieron el Príncipe de Asturias y se sintió como tal en Oviedo. Le rindieron estatua y honores y Woody vivió allí su propio cuento de hadas. Como él mismo confesó "un cuento con Princesa y todo". Desde entonces ha frecuentado Europa, primero en Londres y luego ha dirigido tres de sus películas más recientes en emblemáticas urbes continentales. Dicen que él ha dicho que con "A Roma con amor" cierra el periplo europeo de producciones cinematográficas. Siempre nos quedarán París, Roma y Barcelona para recordar al Bergman y Fellini que hay en las películas de Woody Allen.
El director de esa guía para turista americano, un poco tópico y perdido, que viene a ser "Vicky, Cristina, Barcelona" luego firmaría otra postal, pero con mucho encanto: "Midnigth in Paris". En esta coproducción encarna en imágenes el arquetipo de Cenicienta y también lleva a la pantalla aromas de un pequeño relato que él mismo firma: "Reminiscencias: paisajes y figuras". En este texto escrito en los setenta, define París como la ciudad de adoquines húmedos y luces por todas partes… Claro que si nos vamos a su obra literaria en sus "Cuentos sin plumas" encontramos muchos de sus personajes y situaciones, como "La puta de mensa", una madame con el título de literatura comparada por escote. Penélope Cruz encarna el contrapunto carnal de esa meretriz en "A Roma con amor".
Nuestra actriz sirve de enlace con "Vicky, Cristina Barcelona". Y de esta manera se cierra el círculo de las ciudades europeas y sus personajes. Una sospecha: le gustan todas. ¿No tiene límites al amor?
Amigo en sus historias de incluir referencias y homenajes propios y ajenos, entre las secuencias de "A Roma con amor" no debemos olvidar "Préstame a tu marido", aquella comedia disparatada de David Swift con Jack Lemmon y Romy Schneider infieles a su pesar por culpa de una herencia. O el "Show de Truman" que convierte a un ser anónimo, encarnado en esta ocasión por Roberto Benigni, en fenómeno mediático.
Como el conjunto de su películas, tampoco las producciones europeas, incluida "A Roma con amor", no gustan a nadie que deteste a Woody Allen. Lo que es peor, defraudará a algunos de los fieles de su llamada primera época. Pero hay otros espectadores, entre los que me encuentro, que somos incondicionales del director americano, incluido cuando él mismo sale en pantalla para dar fe de sus obsesiones y neurosis de diván. Unas nos gustan más, otras menos, pero todas nos invitan a acudir a las salas. Se pasa un rato agradable con ese tono cínico a sabiendas de que entra en territorio esperpéntico, pero es Woody y le seguimos agradeciendo los momentos que nos ha hecho pasar todos estos años. Encima, en la última década, nos permite saber cómo un cineasta americano mira a la vieja Europa a través de la vida en tres grandes ciudades: París, Roma, Barcelona.
Promiscuo e infiel es Woody Allen en el terreno de amores urbanos. Muchos espectadores guardamos en nuestra retina aquellas calles de Manhattan que aportan mucha magia al encuentro viajero con la ciudad de los rascacielos. Entonces creíamos que Allen era el profeta exclusivo de Nueva York. En los Festivales de Venecia, Berlín y Cannes cuando, año tras año, estrenaba su última película, Woody Allen era remiso a acudir a la cita.
Algunos pensábamos que –como el alter ego que encarna en "A Roma con amor"- entre sus fobias está el miedo a volar. Él tenía bastante con tocar el saxo en garitos de la Gran Manzana. Al parecer el más europeo de los cineastas americanos no necesitaba pasear por las calles del Viejo Continente.
Pero ¡Ay vanidad¡ en 2002 le dieron el Príncipe de Asturias y se sintió como tal en Oviedo. Le rindieron estatua y honores y Woody vivió allí su propio cuento de hadas. Como él mismo confesó "un cuento con Princesa y todo". Desde entonces ha frecuentado Europa, primero en Londres y luego ha dirigido tres de sus películas más recientes en emblemáticas urbes continentales. Dicen que él ha dicho que con "A Roma con amor" cierra el periplo europeo de producciones cinematográficas. Siempre nos quedarán París, Roma y Barcelona para recordar al Bergman y Fellini que hay en las películas de Woody Allen.
El director de esa guía para turista americano, un poco tópico y perdido, que viene a ser "Vicky, Cristina, Barcelona" luego firmaría otra postal, pero con mucho encanto: "Midnigth in Paris". En esta coproducción encarna en imágenes el arquetipo de Cenicienta y también lleva a la pantalla aromas de un pequeño relato que él mismo firma: "Reminiscencias: paisajes y figuras". En este texto escrito en los setenta, define París como la ciudad de adoquines húmedos y luces por todas partes… Claro que si nos vamos a su obra literaria en sus "Cuentos sin plumas" encontramos muchos de sus personajes y situaciones, como "La puta de mensa", una madame con el título de literatura comparada por escote. Penélope Cruz encarna el contrapunto carnal de esa meretriz en "A Roma con amor".
Nuestra actriz sirve de enlace con "Vicky, Cristina Barcelona". Y de esta manera se cierra el círculo de las ciudades europeas y sus personajes. Una sospecha: le gustan todas. ¿No tiene límites al amor?
Amigo en sus historias de incluir referencias y homenajes propios y ajenos, entre las secuencias de "A Roma con amor" no debemos olvidar "Préstame a tu marido", aquella comedia disparatada de David Swift con Jack Lemmon y Romy Schneider infieles a su pesar por culpa de una herencia. O el "Show de Truman" que convierte a un ser anónimo, encarnado en esta ocasión por Roberto Benigni, en fenómeno mediático.
Como el conjunto de su películas, tampoco las producciones europeas, incluida "A Roma con amor", no gustan a nadie que deteste a Woody Allen. Lo que es peor, defraudará a algunos de los fieles de su llamada primera época. Pero hay otros espectadores, entre los que me encuentro, que somos incondicionales del director americano, incluido cuando él mismo sale en pantalla para dar fe de sus obsesiones y neurosis de diván. Unas nos gustan más, otras menos, pero todas nos invitan a acudir a las salas. Se pasa un rato agradable con ese tono cínico a sabiendas de que entra en territorio esperpéntico, pero es Woody y le seguimos agradeciendo los momentos que nos ha hecho pasar todos estos años. Encima, en la última década, nos permite saber cómo un cineasta americano mira a la vieja Europa a través de la vida en tres grandes ciudades: París, Roma, Barcelona.
SI QUIERES COMENTAR ESTA INFORMACIÓN, VEN A NUESTRO FACEBOOK... O SIGUENOS A TRAVÉS DE TWITTER: @NOTICINEcom