Colaboración: Más allá de la decepción

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Eastwood y sus actores de 'Más allá de la vida'
Eastwood y sus actores de 'Más allá de la vida'
Por Sergio Berrocal *

Para los que de algún modo hemos apoyado nuestras vidas en ídolos, a cuyas espaldas nos encaramamos a medida que los años pasaban o que las dificultades tomaban velocidad de vértigo, la caída siempre es peor. Un día, o una noche, te das cuenta de que tus ídolos tienen los pies de barro y que se te han desmoronado  como un castillo de cartas. Pataleas pero ya no puedes nada.

Te crías con los primeros idolitos de dibujos animados y con el tiempo pasas de Donald a la madurez desesperada de Charlie Brown y al amargo caminar de Charles Dickens o a la larga ilusión de Ernest Hemingway. De todo hay en el mundo de la idolatría, a veces muy necesaria para sobrevivir.

Una de las primeras lecciones gratuitas de periodismo práctico e inmediato que recibí cuando era un primerizo aprendiz convencido de que la vida era un vals, fue que nunca intimase con el personaje que luego iba a utilizar para un reportaje.

Si el periodismo de estos años dos mil es tan poco creíble es simplemente porque muchos periodistas ceden al goce efímero de ser tuteados por un político, cuanto más alto esté en el escalafón de la influencia, tanto mejor. La objetividad vuela con esa supuesta amistad como al cabo de un tiempo vuelan las ilusiones que uno se forjó sobre esas amistades peligrosas.

Seguí la lección que recibiera en Keystone Press Agency, a dos pasos de la plaza de la Concorde de París. Esto me ha permitido conservar algunas ilusiones y decirme que, finalmente, si Frank Sinatra fue más o menos mafioso, era sobre todo un cantante único.

Esa regla siempre la apliqué a rajatabla en la crítica cinematográfica. Una tarde, en nuestra Redacción del sótano del Palacio de Festivales de Cannes vi a una compañera llorar porque no tenía más remedio que poner verde a un realizador con el que de vez en cuando se tomaba alguna copa de champán.

Pese a ello, estoy convencido de que los críticos en general saben cuidarse mucho mejor que el resto de los periodistas de las amistades peligrosas. Salvo alguna excepción, claro.

Muy amigo de Clint Eastwood, y mucho chanpán habría que haber escanciado con él para no gritarle que su última película, "Más allá de la vida" roza el disparate, produce desesperación y lleva a la desesperanza del suicidio.

Hunde al espectador que busca las mismas respuestas que él, sencillamente qué hay después de la muerte, en una agonía infinita que despierta los más bajos instintos de venganza. ¿Cómo –se pregunta el espectador para el que Clint Eastwood es marca de calidad suprema—se puede engañar a la gente tan vilmente, atrayéndola hasta un cine con la promesa implícita de abrirle las puertas de lo que todos queremos saber?

"Más allá de la vida" es todo menos una buena película y todo menos una película honrada. Engaña y decepciona gravemente, con la alevosía de una puesta en escena que podría servir para vender dentífrico.

Una parte de esta cosa transcurre con diálogos en francés, con la peregrina idea de quien sea de que así se ambientaban mejor las escenas que transcurren en París entre una linda francesita y un novio que la abandona por otra tipa más exótica. Hay también, ya en lengua vernácula, un vidente, y un niño que quiere hablar con su hermano muerto. Y, ¿qué más? Nada más, mucho ruido y ni una mísera nuez para consolarse del berrenchín.

Antes no quise decir que era  una mala película pero a estas alturas del enfado retrospectivo, de la tomadura de pelo, es imposible no reconocer, por mucho champán que hubiese entre nosotros, que Clint Eastwood hubiese estado más mono pegando manporros y dejándose de pseudos misticismo. Y no nos habría decepcionado hasta el embrutecimiento.

Que vuelva a agarrar el Mágnum 357 de "Harry el Sucio" y que liquide a malhechores, que tanta falta le hace al mundo. O que salve la vida de un huérfano.

Su única excusa es que tiene ochenta años, tiempo de hacerse preguntas sin respuestas. Pero, por favor,  que se quede quieto, por favor, con temas que le dejan chiquito. Irá al infierno por habernos hecho creer que iba a darnos la esperanza del otro lado de la vida. Sólo hemos encontrado un pasillo muy largo y muy confuso que no ha conducido más que al engaño más vil. Espero que cuando él llegue a ese otro lado del que al parecer quería instruirnos, que Dios o quien le salga al paso le de un buen susto.

(*): Sergio Berrocal es periodista y crítico de cine. Acaba de publicar "Lula y otros gladiadores" (www.publibook.com).

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