Clint Eastwood cumple 80 años en plena actividad creativa
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Por Alberto Duque López
El retiro no tiene sentido en el particular vocabulario de Clint Eastwood, quien cumple este lunes 80 años. Hace poco que presentaba su cinta sobre Nelson Mandela y el equipo de rugby de Suráfrica "Invictus", en diciembre se estrenará su primera incursión en el género del "thriller" sobrenatural, "Hereafter", y ya está preparando otra atractiva propuesta: la "biopic" de uno de los seres más amados y odiados en la Historia de los Estados Unidos, el que fuera durante décadas jefe supremo del FBI, J. Edgar Hoover.
Esta leyenda del cine universal (San Francisco, 31 de mayo de 1930), tiene más de 60 películas como actor una treintena como director, sin contar las que ha producido, e incluso musicado como compositor. Es reconocido como una de las últimas grandes figuras del cine clásico de Hollywood. Por supuesto, hasta hace poco, lo respetaban más en Europa que en Estados Unidos y películas suyas como "Mystic River", "Sin perdón", "Los puentes de Madison", "Bird" y "El jinete pálido", entre otras, son analizadas sin cansancio, aunque los más nostálgicos insisten en sus vaqueros con Sergio Leone o sus historias policíacas como "Harry, el sucio".
Eastwood nunca ha ganado un Oscar como actor pero ha sido nominado 9 veces en varias categorías: en 1993 y 2005 ganó por mejor director y mejor película, en ambas ocasiones.
Este hombre muy alto, delgado, endurecido por una vida espartana que comenzó con los peores augurios profesionales y cambió cuando en 1963 un italiano que no conocía la mesura ni la compostura, le ofreció 15.000 dólares para que se fuera con él a los desiertos de Almería a filmar la primera de tres películas de vaqueros que cambiarían el lenguaje del género, "Por un puñado de dólares", en la que Eastwood casi no hablaba, mordía un pucho de tabaco, cojeaba con unas botas desgastadas, escondía una mano debajo de un poncho, cerraba los ojos bajo la resolana del desierto y mataba a todo el que se atravesara en ese paisaje miserable.
Al lado de ese italiano enloquecido con las pastas, las armas clásicas y los bandoleros sin dientes ni nombres, llamado Sergio Leone, el actor que tenía ya 33 años y no sabía qué hacer con su carrera, filmó también "La muerte tenía un precio / Por unos dólares más" y "El bueno, el feo y el malo", y se convirtió con el trasfondo de la música de Ennio Morricone, en uno de los grandes íconos del cine, el pistolero sin conciencia ni precio ni ley, solitario, inescrutable, valiente y paciente, con la sabiduría del escorpión que hunde el aguijón solo cuando llega el momento.
Ocho años más tarde esos mismos gestos de desprecio y cansancio por la vida, esa misma filosofía de que hay que limpiar la tierra de la escoria que la degrada porque ningún delincuente merece una segunda oportunidad, esa misma actitud que algunos siguen calificando de fascista, servirían para el surgimiento del segundo icono aportado por Eastwood a la historia del cine y la cultura.
Aparece un detective que opera en San Francisco armado de una Magnun 44, camina arrastrando los pies y nunca se quita la chaqueta ni las gafas oscuras, atraviesa las calles empinadas y difíciles de la ciudad como si fuera el desierto del Oeste, mientras destruye todos los automóviles de la Policía que ponen en sus manos y acribilla a los delincuentes, sin compasión, sin remordimiento, preguntando al asustado y sorprendido maleante si acaso se siente con suerte ese día para pensar que puede salir vivo y escapar al castigo.
Solo con un director salvaje y libre como Don Siegel, su amigo de toda la vida y con quien ya había filmado antes tres películas, podía Eastwood lograr la violencia, la agresividad y la dureza del protagonista de "Harry el Sucio". Fueron cinco películas con este personaje que muchos atacaron sin piedad. Después vendrían "Magnun Force / Harry, el fuerte", "The Enforcer / Harry, el ejecutor", "Sudden Impact / Impácto súbito" y "The Dead Pool / La lista negra" pero con otros directores y otros resultados.
Inmortalizado con sus tres películas del Oeste a la italiana y sus cinco historias de Harry el Sucio, y señalado como uno de los personajes más liberales de Hollywood al lado de Sydney Pollack, Robert Redford, Paul Newman, Warren Beatty, Susan Sarandon, Sydney Poitier y otros, Eastwood se ha dedicado durante todos estos años a construir una filmografía como director que casi siempre protagoniza y compuesta por temas, personajes, situaciones y alcances que guardan una relación profunda con su preocupación por las minorías, las injusticias y desigualdades en Estados Unidos, la rebelión de los débiles, los desmanes de los poderosos, la corrupción de los organismos estatales y sobre todo, la defensa de la libertad.
Los historiadores y analistas de la vida cotidiana de su país con todos sus conflictos y reveses, encuentran en sus películas, aún las más comerciales, un reflejo de la imagen de libertad, prosperidad y ambiciones que Estados Unidos intenta preservar ante los ojos del mundo. Es un recuento de las preocupaciones sociales, los encuentros y desencuentros políticos que han sacudido ese país desde cuando este hombre decidió producir, dirigir y protagonizar historias que estremecen por su sinceridad y honestidad.
Sinceridad y honestidad encaradas de una manera ruda, austera, desnuda y simple en sus últimas películas: "El Intercambio / El sustituto" ("Changeling"), "Gran Torino" e "Invictus", que han vuelto a poner de manifiesta el rigor y la seriedad con las que encara temas muy diferentes, y su capacidad para hacer tangibles y próximas al espectador historias humanas ajenas.
El retiro no tiene sentido en el particular vocabulario de Clint Eastwood, quien cumple este lunes 80 años. Hace poco que presentaba su cinta sobre Nelson Mandela y el equipo de rugby de Suráfrica "Invictus", en diciembre se estrenará su primera incursión en el género del "thriller" sobrenatural, "Hereafter", y ya está preparando otra atractiva propuesta: la "biopic" de uno de los seres más amados y odiados en la Historia de los Estados Unidos, el que fuera durante décadas jefe supremo del FBI, J. Edgar Hoover.
Esta leyenda del cine universal (San Francisco, 31 de mayo de 1930), tiene más de 60 películas como actor una treintena como director, sin contar las que ha producido, e incluso musicado como compositor. Es reconocido como una de las últimas grandes figuras del cine clásico de Hollywood. Por supuesto, hasta hace poco, lo respetaban más en Europa que en Estados Unidos y películas suyas como "Mystic River", "Sin perdón", "Los puentes de Madison", "Bird" y "El jinete pálido", entre otras, son analizadas sin cansancio, aunque los más nostálgicos insisten en sus vaqueros con Sergio Leone o sus historias policíacas como "Harry, el sucio".
Eastwood nunca ha ganado un Oscar como actor pero ha sido nominado 9 veces en varias categorías: en 1993 y 2005 ganó por mejor director y mejor película, en ambas ocasiones.
Este hombre muy alto, delgado, endurecido por una vida espartana que comenzó con los peores augurios profesionales y cambió cuando en 1963 un italiano que no conocía la mesura ni la compostura, le ofreció 15.000 dólares para que se fuera con él a los desiertos de Almería a filmar la primera de tres películas de vaqueros que cambiarían el lenguaje del género, "Por un puñado de dólares", en la que Eastwood casi no hablaba, mordía un pucho de tabaco, cojeaba con unas botas desgastadas, escondía una mano debajo de un poncho, cerraba los ojos bajo la resolana del desierto y mataba a todo el que se atravesara en ese paisaje miserable.
Al lado de ese italiano enloquecido con las pastas, las armas clásicas y los bandoleros sin dientes ni nombres, llamado Sergio Leone, el actor que tenía ya 33 años y no sabía qué hacer con su carrera, filmó también "La muerte tenía un precio / Por unos dólares más" y "El bueno, el feo y el malo", y se convirtió con el trasfondo de la música de Ennio Morricone, en uno de los grandes íconos del cine, el pistolero sin conciencia ni precio ni ley, solitario, inescrutable, valiente y paciente, con la sabiduría del escorpión que hunde el aguijón solo cuando llega el momento.
Ocho años más tarde esos mismos gestos de desprecio y cansancio por la vida, esa misma filosofía de que hay que limpiar la tierra de la escoria que la degrada porque ningún delincuente merece una segunda oportunidad, esa misma actitud que algunos siguen calificando de fascista, servirían para el surgimiento del segundo icono aportado por Eastwood a la historia del cine y la cultura.
Aparece un detective que opera en San Francisco armado de una Magnun 44, camina arrastrando los pies y nunca se quita la chaqueta ni las gafas oscuras, atraviesa las calles empinadas y difíciles de la ciudad como si fuera el desierto del Oeste, mientras destruye todos los automóviles de la Policía que ponen en sus manos y acribilla a los delincuentes, sin compasión, sin remordimiento, preguntando al asustado y sorprendido maleante si acaso se siente con suerte ese día para pensar que puede salir vivo y escapar al castigo.
Solo con un director salvaje y libre como Don Siegel, su amigo de toda la vida y con quien ya había filmado antes tres películas, podía Eastwood lograr la violencia, la agresividad y la dureza del protagonista de "Harry el Sucio". Fueron cinco películas con este personaje que muchos atacaron sin piedad. Después vendrían "Magnun Force / Harry, el fuerte", "The Enforcer / Harry, el ejecutor", "Sudden Impact / Impácto súbito" y "The Dead Pool / La lista negra" pero con otros directores y otros resultados.
Inmortalizado con sus tres películas del Oeste a la italiana y sus cinco historias de Harry el Sucio, y señalado como uno de los personajes más liberales de Hollywood al lado de Sydney Pollack, Robert Redford, Paul Newman, Warren Beatty, Susan Sarandon, Sydney Poitier y otros, Eastwood se ha dedicado durante todos estos años a construir una filmografía como director que casi siempre protagoniza y compuesta por temas, personajes, situaciones y alcances que guardan una relación profunda con su preocupación por las minorías, las injusticias y desigualdades en Estados Unidos, la rebelión de los débiles, los desmanes de los poderosos, la corrupción de los organismos estatales y sobre todo, la defensa de la libertad.
Los historiadores y analistas de la vida cotidiana de su país con todos sus conflictos y reveses, encuentran en sus películas, aún las más comerciales, un reflejo de la imagen de libertad, prosperidad y ambiciones que Estados Unidos intenta preservar ante los ojos del mundo. Es un recuento de las preocupaciones sociales, los encuentros y desencuentros políticos que han sacudido ese país desde cuando este hombre decidió producir, dirigir y protagonizar historias que estremecen por su sinceridad y honestidad.
Sinceridad y honestidad encaradas de una manera ruda, austera, desnuda y simple en sus últimas películas: "El Intercambio / El sustituto" ("Changeling"), "Gran Torino" e "Invictus", que han vuelto a poner de manifiesta el rigor y la seriedad con las que encara temas muy diferentes, y su capacidad para hacer tangibles y próximas al espectador historias humanas ajenas.