¿Qué pasa con Robert de Niro?: Dos nuevas propuestas para el bostezo

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En 'Algo pasa en Hollywood'
En 'Algo pasa en Hollywood'
Por Alberto Duque López

Robert De Niro vuelve a ser noticia en estos días, dentro y fuera de Estados Unidos. Con el estreno doméstico y navideño de una comedia familiar, nostálgica y agridulce, "Everybody´s fine", adaptación de la inolvidable "Todos estamos bien" de Giuseppe Tornatore, 1990, en la que un padre viudo decide sorprender a sus hijos, visitándolos en distintas ciudades italianas.  Y en el plano internacional con el lanzamiento de "Algo pasa en Hollywood" ("What just happened"). La primera realizada por Kira Jones y la segunda por el mítico Barry Levinson, quien lo dirige por segunda vez después de la venenosa "Wag the dog / La tapadera".

Ambas películas son desechables y solo la buena paga explica que uno de los actores más grandes de los últimos años acepte historias, guiones, personajes y circunstancias que dan la espalda a una de las filmografías más brillantes de todos de todos los tiempos.

En la película italiana, el personaje Matteo Scuro es interpretado con humor, ingenuidad y acidez por Marcello Mastroianni. En esta versión de Hollywood, De Niro es Frank Goode, obrero enfermo y retirado de una fábrica de cables y alambres, a quien los hijos pintan las historias más optimistas sobre sus estados financieros. Los invita a su casa y se sorprende cuando uno a uno,  se excusan y entonces, contradiciendo a los médicos, decide visitarlos en los lejanos lugares donde viven y conocer de cerca sus verdaderas situaciones.

La cinta sigue a un exagerado De Niro recorriendo la geografía de Estados Unidos para descubrir que, David, el pintor, ya no está en Nueva York sino escondido en México; Amy, una ejecutiva, vive en Chicago, en una casa sofisticada pero vacía; en Denver sorprende a Robert que no ha logrado el sueño del padre, ser director de una orquesta, y en Las Vegas se encuentra con Rosie, una bailarina. De todos esos encuentros desagradables algo queda en claro: Goode fue un padre indeseable y los hijos pagan con sus frustraciones.

De Niro, acompañado por Drew Barrymore, Kate Beckinsale, Sam Rockwell y Melissa Leo repite todos los gestos, todas las mañas, todos los lugares comunes de un auténtico "plomazo" en una película que suena falsa, llena de miel por todas sus costuras y destinada a ser retirada pronto de algunos centros comerciales donde está, gracias a esos  4 millones de dólares recaudados en taquilla, en su primer fin de semana.

La otra frustración provocada por este gigantesco actor se llama "Algo pasa en Hollywood" que se acerca tímida y equívocamente a un universo, un tema, unos personajes, unas circunstancias que obsesionan a Hollywood desde hace muchos años: el cine que se hace en Hollywood.

La lista de las películas que narran, analizan, arman y desarman, contemplan, critican, elogian y voltean al derecho y al revés todo cuanto Hollywood encierra y significa, es larga, muy larga pero uno puede, con la complicidad del buen lector, recordar algunos contados títulos que nos ayudan a comprender mejor ese mundo de cartón, celofán y sueños truncados: "Sunset Boulevard", por supuesto, al lado de "The Player" y "Nace una estrella", "Ed Wood", "Baby Jane", "Cantando bajo la lluvia", "Rosa Púrpura del Cairo", "El Aviador", "La fiesta inolvidable", "Frances", "Sweet & Lowdown", "El día de la langosta", "Dos semanas en otra ciudad", "SOB", "Cautivos del Mal", "Insertos", "Get Shorty", "La condesa descalza", "Buenos días, Babilonia", "Doble de cuerpo", "La noche americana", "Mamita Querida", "Hollywood Ending" (la tercera de Woody Allen en esta lista), "America´s Sweethearts", "To Die For" y la lista continúa.

En 'Algo pasa en Hollywood'Lo malo de "Algo pasa en Hollywood" es que, precisamente, nada pasa, todo lo hemos visto en otras películas, y el personaje de De Niro, ese productor que atraviesa la ciudad en medio de conflictos familiares, discusiones con agentes y empleados, reuniones en elegantes y conocidos restaurantes y clubes nocturnos, y peleas escandalosas con actores que no obedecen sus órdenes (Bruce Willis interpreta a Bruce Willis que no acepta cortarse una horrible barba), encuentros con sus hijos pequeños, funerales, citas sexuales y todo lo que podría sonar excitante para un desprevenido espectador, todo, absolutamente, suena conocido, gastado, explotado y envejecido.

Ni siquiera algunos momentos como la batalla para convencer, supuestamente, al joven, narcisista y desagradable director para que suprima las escenas en que un perro y Sean Penn son destrozados a balazos junto al mar y las gaviotas, mientras la sangre de ambos salpican el lente de la cámara, ni siquiera esas escenas que untan a toda una elegante audiencia en Cannes en medio del estupor del productor y sus colegas, salvan una película que, desde el comienzo anticipa su naufragio irremediable.
Uno se pregunta, en qué pensaba Barry Levinson mientras hacía esta película luego de habernos asombrado con obras maestras como "Sleepers", "Bugsy", "Avalon", "Rain Man", "Buenos días, Vietnam", "Young Shlerlock Colmes", "The Natural" y "Diner", en qué pensaba mientras superaba el hastío, los lugares comunes y la ausencia de inteligencia y humor en una película que además de De Niro, Willis y Penn cuenta con Catherine Keener, Robin Wright Penn, Kristen Stewart (como la hija mayor del productor), Stanley Tucci y otros destados actores, todos mal utilizados.

Ahora viene lo peor y más inquietante: es que las recientes películas protagonizadas por De Niro (17 de agosto de 1943, Nueva York) preocupan a sus millones de fanáticos en el mundo entero porque son desechables y no reflejan con su escasa calidad, el significado que este actor encierra para la historia contemporánea del cine.

Es como si su ambición (varios restaurantes, hoteles y negocios, el festival de Tribeca, numerosos apartamentos  y casas, la obsesión por mantenerse ocupado, su papel como productor y otros motivos) lo empujara a protagonizar historias fallidas como "Los Focker, la familia de mi esposo", "El enviado del mal" y "Mente Siniestra" en las cuales repite sus gestos característicos: arrugar la frente y pronunciar las profundas arrugas, torcer la boca, caminar escorado, mover las manos de camionero, entrecerrar los ojos y recitar los diálogos desganado.

Es que sus admiradores y críticos no le perdonan que se haya convertido en comediante y que a partir de "Analízame" piense que puede protagonizar escenas de humor con los mismos gestos dramáticos que han sacudido y marcado a varias generaciones.
Y como si todo lo anterior fuera poco, apenas se repone del fracaso como productor y director de su segunda película, "El buen pastor" ("Un cuento del Bronx", 1993, fue la primera y en el rodaje de "The Score", 2001, dirigió las escenas de Marlon Brando porque éste odiaba al titular Frank Oz), la historia tormentosa de uno de los fundadores de la CIA, James Wilson que rodó antes por varias manos y oficinas (John Frankenheimer, Philip Kaufman entre otros).

Viendo frustraciones como "Todos estamos bien" y "Algo pasa en Hollywood", uno se pregunta por qué un actor que pasó a la historia del cine con sus personajes singulares de obras maestras como "Heat" de Michael Mann; "Casino", "Toro Salvaje", "Calles Peligrosas", "Nueva York, Nueva York", "Buenos Muchachos", "Cabo de Miedo", "El rey de la comedia" y  "Taxi Driver", todas con Martin Scorsese; "Novecento" de Bernardo Bertolucci; "Erase una vez en América" de Sergio Leone; "Los Intocables" de Brian de Palma y "El Padrino II" de Francis Coppola, entre otras, por qué ha aceptado parodiar sus personajes originales en frustrantes películas como las dos historias de los Focker; "El enviado del mal" (como ese médico frustrado que engaña a los padres de un niño que perece en un accidente y es clonado); "Mente Siniestra" (como el padre de Dakota Fanning, la mejor actriz juvenil del momento); "Showtime" (compitiendo en chistes con Eddie Murphy); comedias como "Shark Tale" y "The adventures of Rocky & Bullwinkle" (presta la voz como malvado y  mafioso); "Analízame" y "Analízate" (sin comentarios); películas de acción que pronto son olvidadas como "Ronin", "15 Minutos", "Men of Honor", "Jackie Brown", "Copland", "The Fan" con personajes planos, aburridos, comunes y corrientes que se nutren de películas mejores, más importantes y por las cuales, por supuesto, De Niro entró a la leyenda. Para no citar su personaje del monstruo en "Frankenstein" o su aparición como el Diablo en "Angel Heart". Y para no mencionar su aparición al lado de Al Pacino en "Righteous Kill".

Contemplando estas deplorables películas en las que De Niro parodia sus célebres personajes a un ritmo de cinco títulos  anuales, uno podría entender que se sienta exhausto, aburrido y preocupado, tanto como quienes lo adoramos infinitamente. A pesar de todo.