Clint Eastwood: Testigo insobornable... y ahora taquillero

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En 'Gran Torino'
En 'Gran Torino'
Por Alberto Duque López

Esta semana, mientras sigue el lanzamiento internacional de "Gran Torino", que se estrena este viernes en México y próximamente en España, Clint Eastwood celebra por el mismo título un record personal: esta historia sobre un veterano de Corea enfrentado a los conflictos sociales, raciales y violentos de su propio barrio ha superado los 115 millones de dólares es su título más taquillero.

Eastwood nació en San Francisco hace 78 años. Actúa en 66 películas de cine y televisión, y en las primeras 16 su nombre no aparece en los créditos. Ha producido 30 y dirigido 33, en la mayoría de las cuales actúa como protagonista. Ha compuesto la banda sonora y los temas de 16 de sus películas. Nunca ha ganado un Oscar como actor pero ha sido nominado 9 veces en varias categorías: en 1993 y 2005 ganó por mejor director y mejor película, en ambas ocasiones. En los Globos de Oro ha sido nominado 12 veces, de las cuales recibió 4 premios.

Este hombre muy alto, delgado, endurecido por una vida espartana que comenzó con los peores augurios profesionales y cambió cuando en 1963 un italiano que no conocía la mesura ni la compostura, le ofreció 15.000 dólares para que se fuera con él a los desiertos de Almería a filmar la primera de tres películas de vaqueros que cambiarían el lenguaje del género, "Por un puñado de dólares", en la que Eastwood casi no hablaba, mordía un pucho de tabaco, cojeaba con unas botas desgastadas, escondía una mano debajo de un poncho, cerraba los ojos bajo la resolana del desierto y mataba a todo el que se atravesara en ese paisaje miserable.

Al lado de ese italiano enloquecido con las pastas, las armas clásicas y los bandoleros sin dientes ni nombres, llamado Sergio Leone, el actor que tenía ya 33 años y no sabía qué hacer con su carrera, filmó también "La muerte tenía un precio / Por unos dólares más" y "El bueno, el feo y el malo", y se convirtió con el trasfondo de la música de Ennio Morricone, en uno de los grandes íconos del cine, el pistolero sin conciencia ni precio ni ley, solitario, inescrutable, valiente y paciente, con la sabiduría del escorpión que hunde el aguijón solo cuando llega el momento.

Ocho años más tarde esos mismos gestos de desprecio y cansancio por la vida, esa misma filosofía de que hay que limpiar la tierra de la escoria que la degrada porque ningún delincuente merece una segunda oportunidad, esa misma actitud que algunos siguen calificando de fascista, servirían para el surgimiento del segundo icono aportado por Eastwood a la historia del cine y la cultura.

Aparece un detective que opera en San Francisco armado de una Magnun 44, camina arrastrando los pies y nunca se quita la chaqueta ni las gafas oscuras, atraviesa las calles empinadas y difíciles de la ciudad como si fuera el desierto del Oeste, mientras destruye todos los automóviles de la Policía que ponen en sus manos y acribilla a los delincuentes, sin compasión, sin remordimiento, preguntando al asustado y sorprendido maleante si acaso se siente con suerte ese día para pensar que puede salir vivo y escapar al castigo.

Solo con un director salvaje y libre como Don Siegel, su amigo de toda la vida y con quien ya había filmado antes tres películas, podía Eastwood lograr la violencia, la agresividad y la dureza del protagonista de "Harry el Sucio". Fueron cinco películas con este personaje que muchos atacaron sin piedad. Después vendrían "Magnun Force / Harry, el fuerte", "The Enforcer / Harry, el ejecutor", "Sudden Impact / Impácto súbito" y "The Dead Pool / La lista negra" pero con otros directores y otros resultados.

Inmortalizado con sus tres películas del Oeste a la italiana y sus cinco historias de Harry el Sucio, y señalado como uno de los personajes más liberales de Hollywood al lado de Sydney Pollack, Robert Redford, Paul Newman, Warren Beatty, Susan Sarandon, Sydney Poitier y otros, Eastwood se ha dedicado durante todos estos años a construir una filmografía como director que casi siempre protagoniza y compuesta por temas, personajes, situaciones y alcances que guardan una relación profunda con su preocupación por las minorías, las injusticias y desigualdades en Estados Unidos, la rebelión de los débiles, los desmanes de los poderosos, la corrupción de los organismos estatales y sobre todo, la defensa de la libertad.

Los historiadores y analistas de la vida cotidiana de su país con todos sus conflictos y reveses, encuentran en sus películas, aún las más comerciales, un reflejo de la imagen de libertad, prosperidad y ambiciones que Estados Unidos intenta preservar ante los ojos del mundo. Es un recuento de las preocupaciones sociales, los encuentros y desencuentros políticos que han sacudido ese país desde cuando este hombre decidió producir, dirigir y protagonizar historias que estremecen por su sinceridad y honestidad.

Sinceridad y honestidad encaradas de una manera ruda, austera, desnuda y simple en sus dos nuevas películas que, curiosamente, se han estrenado en pocos meses: "El Intercambio / El sustituto" ("Changeling") y "Gran Torino" en las cuales con inteligencia y valor contempla esa Norteamérica corrupta, venal e intolerante con la historia de esa madre (Angelina Jolie) que se enfrenta a la policía de Los Angeles cuando su hijo es secuestrado el 10 de marzo de 1928 y seis meses después intentan obligarla a aceptar un muchacho desconocido que aparece en otra ciudad.

En "Gran Torino" recrea el personaje de un veterano de Corea que trabajó cincuenta años en una planta de automóviles Ford y ahora, en los suburbios degradados de Detroit tiene que compartir vecindario con inmigrantes latinos y asiáticos a quienes desprecia e insulta porque le ensucian el paisaje y el césped. El título le viene del auto que el hombre conserva en su garaje y que el hijo de los vecinos intenta robarle para poder ingresar a una banda de maleantes juveniles.

En un medio pagano y mercantilista como Hollywood, la sensibilidad de Eastwood como director al escoger sus personajes, situaciones y temas deja en el espectador una dosis de incomodidad que aumenta a medida que uno comprueba que solo alguien como este creador, convencido de que hay que contar historias sobre injusticias y cacerías, es capaz de dedicar una película a este drama de una madre sublevada contra el poder desorbitado e injusto que arrasa con la tranquilidad de los ciudadanos en Los Angeles, en plena Depresión, cuando la gente andaba tras el olor de un mendrugo o la ausencia de un caldo de sopa caliente, y al otro drama, al de ese veterano detestado por los hijos que se convierte, contra su voluntad, en protector de los hijos adolescentes de esos inmigrantes que no entienden el inglés, comen como cerdos y lo miran como a un marciano que los escupe y maldice.

No hay duda que esta madre y ese obrero retirado, están emparentados por su soledad y su aire de rebeldía con los boxeadores derrotados de "Million Dollar Baby", o el padre de familia a quien acusan injustamente de la violación y el asesinato de una joven en "Río Místico / Mystic River", o el detective que busca afanosamente el rastro del donante de su nuevo y cansado corazón en "Deuda de sangre", o los millonarios que sobreviven a su propia descomposición en "Medianoche en el jardín del bien y el mal", o el guardaespaldas que descubre lo peor de la Casa Blanca en "Poder Absoluto", o el asesino jubilado y viudo que se amarra las pistolas de nuevo para defender a las rameras explotadas por un bárbaro en "Imperdonable / Sin perdón", o el fotógrafo y la señora casada que descubren el amor, la compasión y la nostalgia en "Los puentes de Madison County", o el fugitivo que huye con un niño en "Un mundo perfecto", o el director de cine y cazador que perdona al elefante en "Cazador blanco, corazón negro", o el jazzista perdido en el escenario, en París, buscando la muerte que se demora en aparecer en "Bird", personajes y situaciones dirigidos por Eastwood en  películas, casi siempre, también protagonizadas por él.

Como dijo alguien, la grandeza de una película como "Gran Torino" se encuentra en ese proceso de transformación que se produce en los personajes: el uno, permitiendo que esos extranjeros asustados y amenazados invadan poco a poco su espacio, y los otros, buscando y aceptando protección en un salvaje racista e intolerante que, por cualquier tontería, saca su rifle de la guerra de Corea y los amenaza.
Si alguien duda de las intenciones sociales, humanas y políticas de Eastwood basta citar el tema de su película en preparación, Nelson Mandela, y  este pensamiento suyo: "Mi visión política es, eminentemente, libertaria, creo que cada uno debe  poder hacer lo que le da la gana y que es malo regular en exceso la vida. En este momento, no hay ningún partido o movimiento político que represente los valores en los que yo creo".

Lo dice el mismo que mata forajidos en los desiertos calcinados o en las calles serpenteantes de San Francisco, con los ojos cerrados y el pucho mordido y sin temblarle la mano con sus pistolas Colt y Mágnum.