"Siete almas": Will Smith, samaritano y manipulador

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Will Smith, en 'Siete almas'
Will Smith, en 'Siete almas'
Por Alberto Duque López

La nueva película de Will Smith, que este viernes se ha estrenado en España, se llama "Seven Pounds", siete libras (en castellano, con un roce místico, "Siete Almas") y es una de las historias más manipuladoras y tramposas de los últimos años.

Bueno, alguien dijo que el cine es eso, manipulación y trampas o sea, lograr que el espectador indefenso crea lo que el guionista y el director quieren que crea, llevarlo de la mano, darle falsas pistas y cuando falten pocos minutos, como en este caso, aplastarlo con las evidencias que ellos estiman conveniente y oportuno entregar para que  el ciclo de tantas desventuras se cierre.

Muchos se preguntan de dónde viene el título original. Se encuentra en una de las piezas más complejas y agresivas de William Shakespeare, quizás el escritor que mejor ha retratado todo lo oscuro, todo lo brillante, todo lo grotesco y todo lo sublime que se anidan en la naturaleza humana. Se trata de "El Mercader de Venecia" que tiene como personaje principal a Shylock,  un usurero judío que todos desprecian, persiguen y humillan a pesar de sacarlos de apuro con sus monedas, se presenta una de las escenas más desgarradoras, dolorosas, infames y crueles de la literatura de todos los tiempos. Escena que golpeó a los espectadores de 1596 cuando la obra comenzó a divulgarse con sus 5 actos y 20 escenas.

Para entender lo de "Siete almas" hay que recordar cómo uno de los personajes, Bassanio quiere casarse con Porcia de Belmonte, rica heredera pero no tiene dinero, entonces acude a su mejor amigo, Antonio, que ha invertido toda  su fortuna en numerosos barcos que viajan por mares lejanos, repletos de mercancías.

Los dos amigos acuden entonces ante Shylock, logran el préstamo y como garantía, el usurero les impone que si incumplen la obligación de la deuda, Antonio deberá pagar con una libra de carne de su cuerpo. Bassanio conquista la mano de Porcia y cuando todos están felices, llega la falsa noticia de que las naves de Antonio han sido hundidas por una tormenta.

La deuda se vuelve impagable, Shylock exige cortar una libra de carne del cuerpo de Antonio, lo demandan ante el Dux, autoridad de Venecia y en uno de los juicios más esperpénticos (Porcia se disfraza de hombre y demanda al judío), Shylock es acorralado con el argumento más tramposo y salvaje: puede cortar la libra de carne pero no puede derramar una sola gota de sangre porque sería condenado a muerte por atentar, como extranjero, contra la vida de Antonio, un ciudadano veneciano. Por supuesto la justicia hunde a Shylock y lo despoja de todas sus riquezas.

Curiosamente, la película también adopta ese aire de exageraciones, extravagancias, escenas surrealistas y la sensación explícita de que ese personaje de Ben Thomas, interpretado con angustia, dolor, soledad y desesperación por Will Smith, es un ángel o un enviado del más allá que carga con la culpa, el remordimiento, la expiación y todos los elementos cristianos posibles para reparar una tragedia provocada por un descuido suyo.

Su expiación busca cambiar y mejorar la vida de siete personas, algunas de ellas escogidas al azar. La película muestra esa operación que busca rescatar, salvar y proteger a esos siete desconocidos, aún contra su voluntad.

Pero, tanto el director Gabriele Muccino (con quien Smith filmó antes otro drama sentimental, "En busca de la felicidad"), como el guionista Grant Nieporte no cuentan la historia así, con sencillez, prefieren jugar con el espectador, envolverlo, darle falsas pistas, comenzar con las escenas finales, intercalar el pasado con el presente, y lo que es peor en el cine, esconder elementos claves para que el público se confunda y extravíe. Cuando descubren los resultados de su juego nefasto, ya es demasiado tarde. El tiempo de la película se acaba y el espectador recibe en pocos minutos una carga tremendista de emociones, sobresaltos y suspiros que hacen pensar a algunos que han visto una estupenda película, lo que no es cierto. Todo lo contrario.

Esa expiación que Smith anhela, lo lanza al encuentro de los personajes más curiosos: un ciego que toca el piano y trabaja en el  call center de una distribuidora de carne (Woody Harrelson); una mujer latina con dos hijos, golpeada salvajemente por el marido (Elpidia Carrillo); un médico que maltrata a una paciente que sufre con sus últimos días porque no recibe le menor dosis de ternura; un niño que tiene problemas serios con su médula; una hermosa mujer que necesita con urgencia el trasplante de su corazón cada vez más desbordado (Rosario Dawson en un papel sensacional); su atormentado hermano; el coach con quien jugaba jockey muchos años atrás, y Smith maneja todas las situaciones con frialdad y hasta cinismo, hasta cuando el personaje de Dawson lo atrapa y la película toma otro giro.

Volviendo al título original de "Siete almas" podrìamos afirmar que el personaje al redimir cada una de las vidas ajenas en conflicto, se despoja cada vez de de una libra de carne de su cuerpo (lo que ocurre en la realidad pero dejemos que el espectador lo descubra y lo compruebe), o mejor una libra de su alma cansada, abatida, castigada y perseguida por las pesadillas de una tragedia que provocó por simple negligencia, no por mala fe.

La reparación de ese daño a siete personas, el castigo por esa culpa que carga con impaciencia, la expiación de ese error forman el núcleo de una película que está mal contada pero con sus escenas finales logra golpear al indefenso espectador.

Pocos actores de Hollywood con una carrera tan sólida como Smith, auténtico triunfador en la taquilla a pesar de  ocasionales críticas adversas: "Hitch", "Hancock", "Soy leyenda", "En busca de la felicidad", "Alí", "Yo, Robot", las dos de "Bad Boys", "Independence day / Día de Independencia", las dos de "Hombres de negro", "La leyenda de Bagger Vance", "Enemigo público / Enemigo de Estado", "Wild, Wild West", además de su notable carrera en la música y la televisión. En esta nueva película, Smith produce y los primeros resultados en taquilla no fueron favorables. Sus admiradores que son incontables, afirmaron que el crudo invierno impidió una mayor asistencia. Los medios con sus comentarios, tampoco ayudaron.

Eso, pensamos, es "Siete almas" o "Siete almas" que comienza con un sudoroso, tembloroso y angustiado Smith llamando al 911 para reportar su propio suicidio, sigue con el mismo Smith, bien vestido, insultando y humillando a un ciego que responde su llamada, y así sucesivamente, avanzando y retrocediendo, frenándose, mirándose en el espejo o en la pupila del espectador y convenciendo al guionista primero y al director que son unos genios. Que no lo son. Aunque provoquen lágrimas en las señoras en esas escenas finales, desgarradoras y angustiosas, en medio de una banda sonora espectacular. Como el reclamo de Shylock sobre la libra de carne del cuerpo del pobre Antonio, en Venecia, no en Hollywood.