Crítica: "Barbie", una fábula feminista con Margot Robbie y Ryan Gosling

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"Barbie"
"Barbie"
Por Benjamín Harguindey           

"Barbie" (2023), la nueva comedia dirigida por Greta Gerwig y coescrita junto a Noah Baumbach, es una oda a la muñeca más popular de todos los tiempos (se vende una cada tres segundos, según Mattel).

La cinta logra ser fiel a la esencia kitsch del producto, encuentra el humor en sus idiosincrasias y contradicciones, lo usa para reflejar temáticas sociales tan atemporales como urgentes y cuenta su propia historia sin que parezca una propaganda glorificada para el juguete.

Todo esto se hace en clave live-action con los excelentes Margot Robbie y Ryan Gosling en los papeles de los arquetípicos Barbie y Ken. Robbie posee una belleza tan magna que es capaz de romper la cuarta pared (van dos veces con "La gran apuesta"). No sólo es lo más parecido que tiene el mundo a una Barbie de verdad, sino que es reiteradamente una gran actriz cómica a la hora de mostrarse perfecta mientras intenta esconder sentimientos de pánico. Y Gosling le da una personalidad graciosa a Ken, un narcisista lleno de inseguridades que quiere atención pero no sabe qué hacer con ella.

La acción transcurre en la rosada Barbie Land, una utopía hecha de colores pastel, casas de muñecas y playas de plástico. Barbies de todas las formas y colores han copado todos los oficios y puestos de gobierno (representando los distintos productos de Mattel, diferenciados más por su apariencia que por su carácter o personalidad) mientras que los Ken son relegados a ser ciudadanos de segunda clase, demasiado inútiles para trabajar y demasiado tontos para darse cuenta. Día tras día la vida es una celebración impecablemente coreografiada de una existencia fársica y asexuada que no conoce la vejez o la muerte.

Todo cambia cuando Barbie tiene una crisis existencial que la lleva junto a Ken a buscar soluciones en el mundo real. La relación entre el mundo real y el fantástico es difusa y mejor comprendida como algo salido del realismo mágico (varios chistes invitan a no pensarlo demasiado). La cuestión es que Barbie cree que su utopía es un reflejo del mundo real, pero al arribar descubre en minutos el sexismo que sufren las mujeres en él (algo que despierta lo peor de Ken, de la forma más cómica posible). Peor aún, Barbie descubre que las niñas Gen Z a las que creía estar inspirando la culpan a ella del materialismo de las mujeres y su objetificación patriarcal.

La yuxtaposición con el mundo real es visible en su encuadre e iluminación, pero el tono de Los Angeles no es tan distinto al de Barbie Land y la sátira que sale de la comparación no es tan mordaz como podría serlo. El mundo real no sólo comparte más o menos el mismo registro exagerado de comedia de Barbie Land, también está contaminado por el mismo realismo mágico que invoca absurdos como un histérico Will Ferrell liderando un séquito de ejecutivos en persecuciones a lo Scooby-Doo, Rhea Perlman como un fantasma que hace dos veces de deus exmachina y un dúo dinámico de madre e hija salido de Disney Channel. Con tanta caricaturización el contraste con el mundo de fantasía no es tan agudo.

"Barbie" es una película graciosa e ingeniosa, llena de momentos creativos, humor visual, narración sarcástica (cortesía de Helen Mirren) y con dos grandes actuaciones que ironizan efectivamente la batalla de los sexos. La sátira se disuelve un poco en un segundo acto impar, y quizás por inseguridad el tercer acto se resume en una serie de discursos y escenas pretendidamente emotivas que vienen a repetir - por las dudas - todos los puntos que la película ya ha hecho con mucha más inteligencia y de manera más orgánica. De todas formas Barbie es divertida y memorable, una fábula feminista llena de personalidad que logra conciliar la frivolidad de una muñeca con un ideal progresista.

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