Crítica Netflix: "El juego del calamar / Squid Game", un fenómeno global coreano
- por © EscribiendoCine-NOTICINE.com
Por Emiliano Basile
En "El juego del calamar / Squid Game", la serie coreana de Hwang Dong-hyuk que es furor en Netflix, un grupo de personas con deudas impagables aceptan participar de un juego por dinero en el que perder implica ser eliminado literalmente.
Ya lo dijimos cuando surgieron "El huésped / The Host / Gwoemul" (2006) e "Invasión Zombie / Train to Busan" (2016): los coreanos manejan el cine de género hoy en día mucho mejor que los norteamericanos. No por nada "Parasite" (2019) ganó el Oscar al mejor film y "El juego del calamar Squid Game" (2021) es la serie del momento en la plataforma de la N.
La premisa mezcla fantasía y realidad con maestría, mediante un relato que convence y desarrolla unos personajes sumamente atractivos. El protagonista es Seong Gi-Hun (Lee Jung-jae), un perdedor nato que vive con su madre enferma y por ser adicto a las apuestas debe más dinero que la Argentina al FMI. A él lo acompañan una serie de personajes en similares condiciones económicas, el matón Deok-su (Heo Sung-tae), la carterista Sae-byeok (Jung Ho-yeon) y el corredor de bolsa Sang-woo (Park Hae-soo), entre otros.
Los juegos infantiles propuestos por la futurista "compañía" esconden el lado macabro detrás de la ternura al fusilar a los perdedores sin ningún tipo de piedad. El denominado "líder" utiliza máscaras al estilo THX 1138 (George Lucas, 1971), fusionando orden y perfección con perversión humana. En ese sentido la propuesta visual, con colores estridentes, refuerza la idea con trajes fucsia y decorados de color pastel contrastados con los uniformes verde de los participantes.
Pero el costado de ciencia ficción, nada original en materia de juegos de supervivencia, adquiere fuerza dramática gracias al lugar otorgado al dinero, único horizonte para los personajes. Seres considerados parias por un sistema social que les crea la ilusión de poder elegir -si arriesgan sus vidas o no- como si realmente tuvieran la oportunidad de hacerlo. Esta parábola social presente en las películas coreanas se refuerza aquí de manera extraordinaria: No es el crimen el problema sino su naturalización en pos de la subsistencia.
No estamos frente a un relato de superhéroes que siguen valores anticuados, sino de perdedores natos propios de nuestros tiempos, quienes arriesgan sus vidas por unos billetes a diario, sea en la calle o en los juegos propuestos. El orden y el progreso tecnológico de Corea del Sur colisionan con el subdesarrollo en el que está sumergida la mayoría de la sociedad. Situación con la que podemos sentirnos más familiarizados desde este lado del mundo.
"El juego del calamar / Squid Game" está bien contada, bien producida, hace verosímil lo inverosímil y renueva un universo hasta el momento agotado en materia de ciencia ficción fatalista.
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En "El juego del calamar / Squid Game", la serie coreana de Hwang Dong-hyuk que es furor en Netflix, un grupo de personas con deudas impagables aceptan participar de un juego por dinero en el que perder implica ser eliminado literalmente.
Ya lo dijimos cuando surgieron "El huésped / The Host / Gwoemul" (2006) e "Invasión Zombie / Train to Busan" (2016): los coreanos manejan el cine de género hoy en día mucho mejor que los norteamericanos. No por nada "Parasite" (2019) ganó el Oscar al mejor film y "El juego del calamar Squid Game" (2021) es la serie del momento en la plataforma de la N.
La premisa mezcla fantasía y realidad con maestría, mediante un relato que convence y desarrolla unos personajes sumamente atractivos. El protagonista es Seong Gi-Hun (Lee Jung-jae), un perdedor nato que vive con su madre enferma y por ser adicto a las apuestas debe más dinero que la Argentina al FMI. A él lo acompañan una serie de personajes en similares condiciones económicas, el matón Deok-su (Heo Sung-tae), la carterista Sae-byeok (Jung Ho-yeon) y el corredor de bolsa Sang-woo (Park Hae-soo), entre otros.
Los juegos infantiles propuestos por la futurista "compañía" esconden el lado macabro detrás de la ternura al fusilar a los perdedores sin ningún tipo de piedad. El denominado "líder" utiliza máscaras al estilo THX 1138 (George Lucas, 1971), fusionando orden y perfección con perversión humana. En ese sentido la propuesta visual, con colores estridentes, refuerza la idea con trajes fucsia y decorados de color pastel contrastados con los uniformes verde de los participantes.
Pero el costado de ciencia ficción, nada original en materia de juegos de supervivencia, adquiere fuerza dramática gracias al lugar otorgado al dinero, único horizonte para los personajes. Seres considerados parias por un sistema social que les crea la ilusión de poder elegir -si arriesgan sus vidas o no- como si realmente tuvieran la oportunidad de hacerlo. Esta parábola social presente en las películas coreanas se refuerza aquí de manera extraordinaria: No es el crimen el problema sino su naturalización en pos de la subsistencia.
No estamos frente a un relato de superhéroes que siguen valores anticuados, sino de perdedores natos propios de nuestros tiempos, quienes arriesgan sus vidas por unos billetes a diario, sea en la calle o en los juegos propuestos. El orden y el progreso tecnológico de Corea del Sur colisionan con el subdesarrollo en el que está sumergida la mayoría de la sociedad. Situación con la que podemos sentirnos más familiarizados desde este lado del mundo.
"El juego del calamar / Squid Game" está bien contada, bien producida, hace verosímil lo inverosímil y renueva un universo hasta el momento agotado en materia de ciencia ficción fatalista.
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