Crítica: "La mujer del espía", traiciones, fanatismo y un ciego amor
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Por Eduardo Larrocha
Kiyoshi Kurosawa, dirige y escribe en parte el guión de "La mujer del espía / Supai no tsuma" (2020). El personaje protagonista que anuncia el título es Satoko, papel que encarna Yû Aoi, a quien pudimos ver en "Verano de una familia en Tokyo / Kazoku wa tsuraiyo" (2017). Esta es la nueva producción realizada en Japón por el singular cineasta, conocido dentro del género fantástico y de terror pero también con películas más apegadas a lo cotidiano. Pudimos ver "Tokyo Sonata" 2008), aquel melodrama sobre un proceso familiar de renovación tras bajar a los infiernos y reencontrar el propio sentido de la existencia.
En "La mujer del espía / Supai no tsuma" Satoko es capaz del sacrificio debido a su devoción y dependencia emocional hacia Yussaku, Issei Takahashi, su marido. Casi cree no conocerle cuando descubre que el amado esposo está a punto de denunciar una atrocidad de las autoridades de su país. Empieza la película en los albores de la II Guerra mundial en el Lejano Oriente, año 1940. Durante las dos horas de metraje y sin que veamos bombardeos, ni ataques, ni trincheras asistimos en off al comienzo y final de la contienda. En un viaje de negocios a Manchuria, el coprotagonista se topa con la siniestra realidad de los experimentos que realizaron con prisioneros chinos inoculándoles la peste negra. Una más de las atrocidades que los japoneses, como los alemanes en Europa, cometieron contra sus enemigos. En nuestros días de COVID-19 resulta aún más aterradora la denuncia.
Con citas a cineastas nipones de prestigio, alguno olvidado como Sadao Yamanaka, otro de renombre, nada menos que el legendario Kenzo Mizogouchi, el largometraje de Kurosawa es también cine dentro del cine. No sólo porque veamos en pantalla a los personajes contemplando escenas de algunas películas de los años treinta sino porque con sutileza sugiere que el Séptimo Arte tiene un valor no sólo para mirar y denunciar la realidad, sino también para transformarla, para bien o incluso para desdibujarla y manipularla. Elocuente esa repetición de unas imágenes que se están rodando -los personajes están vinculados a la industria del cine- y que, sin ver el espectador lo que ocurre, anticipan el desenlace.
León de plata en el último Festival de Venecia al mejor director, "La mujer del espía / Supai no tsuma" transita entre el melodrama y el thriller con una narración tensa derivada del suspense que implica el que el entorno de Satoko está enfrentado al poder de los gobernantes militares en tiempos de guerra, entre los que ella cuenta con un amigo de la infancia. Hasta el vestuario del matrimonio hiere la sensibilidad patriotera de quienes en ese momento ostentaban el poder en el Imperio del Sol Naciente.
Los acontecimientos que narra el film de Kurosawa ocurrieron realmente en el transcurso de la contienda. Cuando llega el final de la tragedia, con Satoko dejando el hospital psiquiátrico en el que ha sido internada, la vemos desorientada con una guerra que está a punto de concluir y habiendo aprendido una lección de la vida: nunca confiar en nadie y menos entregarse a un amor incondicional.
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Kiyoshi Kurosawa, dirige y escribe en parte el guión de "La mujer del espía / Supai no tsuma" (2020). El personaje protagonista que anuncia el título es Satoko, papel que encarna Yû Aoi, a quien pudimos ver en "Verano de una familia en Tokyo / Kazoku wa tsuraiyo" (2017). Esta es la nueva producción realizada en Japón por el singular cineasta, conocido dentro del género fantástico y de terror pero también con películas más apegadas a lo cotidiano. Pudimos ver "Tokyo Sonata" 2008), aquel melodrama sobre un proceso familiar de renovación tras bajar a los infiernos y reencontrar el propio sentido de la existencia.
En "La mujer del espía / Supai no tsuma" Satoko es capaz del sacrificio debido a su devoción y dependencia emocional hacia Yussaku, Issei Takahashi, su marido. Casi cree no conocerle cuando descubre que el amado esposo está a punto de denunciar una atrocidad de las autoridades de su país. Empieza la película en los albores de la II Guerra mundial en el Lejano Oriente, año 1940. Durante las dos horas de metraje y sin que veamos bombardeos, ni ataques, ni trincheras asistimos en off al comienzo y final de la contienda. En un viaje de negocios a Manchuria, el coprotagonista se topa con la siniestra realidad de los experimentos que realizaron con prisioneros chinos inoculándoles la peste negra. Una más de las atrocidades que los japoneses, como los alemanes en Europa, cometieron contra sus enemigos. En nuestros días de COVID-19 resulta aún más aterradora la denuncia.
Con citas a cineastas nipones de prestigio, alguno olvidado como Sadao Yamanaka, otro de renombre, nada menos que el legendario Kenzo Mizogouchi, el largometraje de Kurosawa es también cine dentro del cine. No sólo porque veamos en pantalla a los personajes contemplando escenas de algunas películas de los años treinta sino porque con sutileza sugiere que el Séptimo Arte tiene un valor no sólo para mirar y denunciar la realidad, sino también para transformarla, para bien o incluso para desdibujarla y manipularla. Elocuente esa repetición de unas imágenes que se están rodando -los personajes están vinculados a la industria del cine- y que, sin ver el espectador lo que ocurre, anticipan el desenlace.
León de plata en el último Festival de Venecia al mejor director, "La mujer del espía / Supai no tsuma" transita entre el melodrama y el thriller con una narración tensa derivada del suspense que implica el que el entorno de Satoko está enfrentado al poder de los gobernantes militares en tiempos de guerra, entre los que ella cuenta con un amigo de la infancia. Hasta el vestuario del matrimonio hiere la sensibilidad patriotera de quienes en ese momento ostentaban el poder en el Imperio del Sol Naciente.
Los acontecimientos que narra el film de Kurosawa ocurrieron realmente en el transcurso de la contienda. Cuando llega el final de la tragedia, con Satoko dejando el hospital psiquiátrico en el que ha sido internada, la vemos desorientada con una guerra que está a punto de concluir y habiendo aprendido una lección de la vida: nunca confiar en nadie y menos entregarse a un amor incondicional.
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