Crítica: "Eurovisión: la historia de Fire Saga", larga vida a Will Ferrell
- por © Escribiendocine-NOTICINE.com
Por Emiliano Basile
Will Ferrell es de esos actores cómicos que, cuanto mas están contenidos por la trama, mejor actuación entregan. Es el caso de "Eurovisión: la historia de Fire Saga / Eurovision Song Contest: The Story of Fire Saga" (2020) la comedia musical de Netflix producida y escrita por él, en la que interpreta a un músico mediocre de adolescencia tardía obsesionado con triunfar en el festival de la canción europeo.
Lars (Ferrell) sueña desde su infancia en un pueblo de Islandia, con ser estrella pop junto a su amiga (Rachel McAdams). Parece imposible que sus deseos se materialicen en un lugar regido por creencias populares de elfos y vikingos, sin embargo, las extrañas circunstancias los llevan a la oportunidad de sus vidas. En el medio esta la historia de amor entre ambos y su relación contrariada con su padre (Pierce Brosnan).
Eurovisión: la historia de Fire Saga, que también produce Adam McKay, es de esos films redondos por funcionar donde se lo proponen: una historia que avanza de manera fluida entre justas dosis de humor y emociones. Porque si bien la estructura narrativa del camino al éxito y la comedia romántica es archiconocida, cuando está bien contada, funciona. El ingenio está puesto en este caso en el reemplazo de los elementos del argumento. Islandia como epicentro marginal de Europa que busca su lugar, la grandilocuencia de la música pop como evento simpático y divertido, y una dupla protagónica (sumemos a Rachel McAdams) que entiende perfecto por donde va la historia y que tono imprimirle para entretener y emocionar.
El film tiene el equilibrio justo entre la parodia y el homenaje de las formas y costumbres europeas (por eso se permite también agredir con una sonrisa a los estadounidenses) con el fin de no ofender a nadie. Las escenas musicales son lo mejor de la película, con todo el ridículo de las puestas en escena de la música pop, tanto en los videoclips como en los vestuarios y actitudes de estrella de sus protagonistas, un delirio encantador.
Will Ferrell demuestra ser un grande, no sólo porque esté pasado en edad para sus personajes, sino porque sabe cuál es su nicho. No necesita hacer papeles denominados "serios" para ser querido y valorado. El tipo va por el camino que conoce, y parece hacerlo muy bien.
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Will Ferrell es de esos actores cómicos que, cuanto mas están contenidos por la trama, mejor actuación entregan. Es el caso de "Eurovisión: la historia de Fire Saga / Eurovision Song Contest: The Story of Fire Saga" (2020) la comedia musical de Netflix producida y escrita por él, en la que interpreta a un músico mediocre de adolescencia tardía obsesionado con triunfar en el festival de la canción europeo.
Lars (Ferrell) sueña desde su infancia en un pueblo de Islandia, con ser estrella pop junto a su amiga (Rachel McAdams). Parece imposible que sus deseos se materialicen en un lugar regido por creencias populares de elfos y vikingos, sin embargo, las extrañas circunstancias los llevan a la oportunidad de sus vidas. En el medio esta la historia de amor entre ambos y su relación contrariada con su padre (Pierce Brosnan).
Eurovisión: la historia de Fire Saga, que también produce Adam McKay, es de esos films redondos por funcionar donde se lo proponen: una historia que avanza de manera fluida entre justas dosis de humor y emociones. Porque si bien la estructura narrativa del camino al éxito y la comedia romántica es archiconocida, cuando está bien contada, funciona. El ingenio está puesto en este caso en el reemplazo de los elementos del argumento. Islandia como epicentro marginal de Europa que busca su lugar, la grandilocuencia de la música pop como evento simpático y divertido, y una dupla protagónica (sumemos a Rachel McAdams) que entiende perfecto por donde va la historia y que tono imprimirle para entretener y emocionar.
El film tiene el equilibrio justo entre la parodia y el homenaje de las formas y costumbres europeas (por eso se permite también agredir con una sonrisa a los estadounidenses) con el fin de no ofender a nadie. Las escenas musicales son lo mejor de la película, con todo el ridículo de las puestas en escena de la música pop, tanto en los videoclips como en los vestuarios y actitudes de estrella de sus protagonistas, un delirio encantador.
Will Ferrell demuestra ser un grande, no sólo porque esté pasado en edad para sus personajes, sino porque sabe cuál es su nicho. No necesita hacer papeles denominados "serios" para ser querido y valorado. El tipo va por el camino que conoce, y parece hacerlo muy bien.
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