Crítica: "Los hermanos Sisters / The Sisters Brothers", bandidos en el Oeste del siglo XIX
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Por Eduardo Larrocha
Emoción tan épica como psicológica destila "Los Hermanos Sisters / The Sisters Brothers" (2018), que demuestra como el western no sólo no está muerto, sino que tiene un nuevo aliento en este siglo XXI, más allá del espíritu originario del que le impregnaba Hollywood. Basada en una novela del mismo título de Patrick deWitt, escritor canadiense afincado en Estados Unidos, el film cuenta con buenos intérpretes que dan solidez a este drama con toques de comedia dirigido por Jacques Audiard, quien también ha escrito el guión. El realizador francés, al que hemos podido ver al frente de películas como "De óxido y Hueso" (De rouille et d’os) y "Un profeta" (Un prophète), se lanza a rodar en inglés este western ambientado en la segunda mitad del XIX.
Cuenta la historia de dos hermanos que vagan por los desiertos de Oregón después de haber perdido a su padre y temer que sus caminos les devuelvan a la violencia vivida en su hogar durante la infancia. Ambos emprenden una búsqueda personal hacia la normalidad de sus vidas. Como entorno para sus ansias de libertad cabalgan por paisajes áridos o fértiles de infinitos horizontes. Su trayectoria familiar les lleva por un sendero de bandidaje con escala en varias localidades pobladas de salones, burdeles y matones a los que habrán de enfrentarse y cuyas peleas les darán el rango de ser casi invencibles.
Los hermanos que llevan en su apellido el título contradictorio de la película están encarnados por John C. Reilly y Joaquín Phoenix –respectivamente, Charlie, el mayor que sueña con una vida corriente y Eli, alcohólico y líder de esta pareja de bandidos–. Junto a ellos Jake Gyllenhaal en el papel de John Morris, un investigador que les sigue la pista, enviados por el Comodoro (Rutger Hauer) que le contrata para capturar a Rid Ahmed, un científico que esconde un valioso truco para los buscadores de oro. A este personaje le da vida Hermann Kermit Warm.
Hay momentos en que toda la ansiedad y el esfuerzo se sosiegan en la infinita indolencia y reposo de la naturaleza. Esta frase atribuida a Henry David Thoreau –escritor norteamericano, referente del canto a la vida natural y citado en la película- viene a ser la síntesis del aliento vital que mueve a los Hermanos Sisters para recorrer el Estado de Oregón y hacer sus gestas de bandidos más bien simpáticos en esta coproducción de Francia, Estados Unidos, España y Rumanía.
Rodada y ambientada en espacios similares a esos cinematográficos poblados del Oeste que aún quedan en el desierto almeriense de Tabernas y también en parajes de Navarra y Aragón, Jacques Audiard ha obtenido el Premio al mejor director en la última Mostra de Venecia con "Los hermanos Sisters / The Sisters Brothers", película que luego se proyectó en la sección Perlas del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. También se ha llevado un César para el director, otro para la espléndida fotografía de Benôit Debie, además de otros dos galardones del cine francés para el diseño de producción y el mejor sonido. No está pensada para pasar, sin más, las dos horas justas de la película, que además de ser reflexiva e intimista, entretiene y hasta hace sonreir.
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Emoción tan épica como psicológica destila "Los Hermanos Sisters / The Sisters Brothers" (2018), que demuestra como el western no sólo no está muerto, sino que tiene un nuevo aliento en este siglo XXI, más allá del espíritu originario del que le impregnaba Hollywood. Basada en una novela del mismo título de Patrick deWitt, escritor canadiense afincado en Estados Unidos, el film cuenta con buenos intérpretes que dan solidez a este drama con toques de comedia dirigido por Jacques Audiard, quien también ha escrito el guión. El realizador francés, al que hemos podido ver al frente de películas como "De óxido y Hueso" (De rouille et d’os) y "Un profeta" (Un prophète), se lanza a rodar en inglés este western ambientado en la segunda mitad del XIX.
Cuenta la historia de dos hermanos que vagan por los desiertos de Oregón después de haber perdido a su padre y temer que sus caminos les devuelvan a la violencia vivida en su hogar durante la infancia. Ambos emprenden una búsqueda personal hacia la normalidad de sus vidas. Como entorno para sus ansias de libertad cabalgan por paisajes áridos o fértiles de infinitos horizontes. Su trayectoria familiar les lleva por un sendero de bandidaje con escala en varias localidades pobladas de salones, burdeles y matones a los que habrán de enfrentarse y cuyas peleas les darán el rango de ser casi invencibles.
Los hermanos que llevan en su apellido el título contradictorio de la película están encarnados por John C. Reilly y Joaquín Phoenix –respectivamente, Charlie, el mayor que sueña con una vida corriente y Eli, alcohólico y líder de esta pareja de bandidos–. Junto a ellos Jake Gyllenhaal en el papel de John Morris, un investigador que les sigue la pista, enviados por el Comodoro (Rutger Hauer) que le contrata para capturar a Rid Ahmed, un científico que esconde un valioso truco para los buscadores de oro. A este personaje le da vida Hermann Kermit Warm.
Hay momentos en que toda la ansiedad y el esfuerzo se sosiegan en la infinita indolencia y reposo de la naturaleza. Esta frase atribuida a Henry David Thoreau –escritor norteamericano, referente del canto a la vida natural y citado en la película- viene a ser la síntesis del aliento vital que mueve a los Hermanos Sisters para recorrer el Estado de Oregón y hacer sus gestas de bandidos más bien simpáticos en esta coproducción de Francia, Estados Unidos, España y Rumanía.
Rodada y ambientada en espacios similares a esos cinematográficos poblados del Oeste que aún quedan en el desierto almeriense de Tabernas y también en parajes de Navarra y Aragón, Jacques Audiard ha obtenido el Premio al mejor director en la última Mostra de Venecia con "Los hermanos Sisters / The Sisters Brothers", película que luego se proyectó en la sección Perlas del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. También se ha llevado un César para el director, otro para la espléndida fotografía de Benôit Debie, además de otros dos galardones del cine francés para el diseño de producción y el mejor sonido. No está pensada para pasar, sin más, las dos horas justas de la película, que además de ser reflexiva e intimista, entretiene y hasta hace sonreir.
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