Crítica: "Jurassic World; El reíno caído", para pasar el rato
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Por Edurne Sarriegui
La última entrega de la saga de los dinosaurios, "Jurassic World: El reíno caído/ Fallen Kingdom", está dirigida por el español Juan Antonio Bayona ("Lo imposible", "Un monstruo viene a verme") y repite los guionistas de su predecesora, "Jurassic World" (2015). Con una historia a la medida del éxito de taquilla que pretende ser, pierde mucho de la frescura y la emoción que tuvo la primera entrega. El planteo original, que tenía un trasfondo filosófico sobre la intervención del hombre en la naturaleza y el curso de las cosas, aquí se pierde (salvo por una breve intervención de uno de los personajes) y se resuelve como una de las tantas aventuras "palomiteras" de ritmo frenético que estamos acostumbrados a ver.
Han transcurrido tres años desde los eventos que narró la entrega anterior y un cataclismo volcánico amenaza con la destrucción total de la Isla Nublar y de todas las criaturas que la habitan. Ante la negativa del gobierno para intervenir en el rescate de los dinosaurios allí alojados, los creadores del parque recurren a un grupo de mercenarios y a Owen Grady (Chris Pratt) y Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) para salvar por lo menos a los animales más representativos. Pronto se darán cuenta los científicos de que el objetivo no es tan altruista como parecía y que detrás del gran operativo se esconden el tráfico de animales, el desarrollo de armas mortales y la manipulación genética sin control.
Tras el escape desde la isla la acción se traslada a la mansión Lockwood, hogar de unos de los fundadores del Parque Jurásico. Allí viven el anciano Benjamín Lockwood (James Cromwell) y su pequeña nieta Maisie (Isabella Sermon) a quien el guion tiene reservado un lugar muy especial. En esta enorme y apartada propiedad se alojan también los laboratorios de investigación que consiguieron traer de vuelta a los dinosaurios, que permanecen activos y avanzan en nuevas investigaciones.
El argumento del film deja de lado el protagonismo de los dinosaurios. Ahora ya no importa el comportamiento de los animales que dejan de ser protagonistas para pasar a ser personajes secundarios. Con un planteamiento absolutamente maniqueo, los buenos son buenísimos y sin tacha. Los malos son malísimos, codiciosos sin límites morales capaces de cualquier aberración para conseguir sus fines. Esto junto al tipo de acción desmesurada y sin pausa, aleja a la cinta de su origen y queda a la misma altura de multitud de producciones sin entidad propia, de las que salen por docena de las factorías todos los años.
Hay que decir a su favor que la mano de Bayona consigue entreverar, en la desenfrenada concatenación de eventos, algunos momentos de terror magistrales. Escenas y planos que ponen alguna jerarquía en una cinta que por lo demás resulta poco original.
"Jurassic World: El reíno caído/ Fallen Kingdom" abre la puerta a los dinosaurios para que salgan a buscar nuevas aventuras y habilita a la manipulación genética para que nos deleite con historias seguramente espeluznantes. Pero no ofrece nada novedoso ni emocionante como para recordar largamente. La mística del Tyranosaurus Rex se perdió y quedó una más de las tantas películas que solo dan para pasar un rato. Y a lo mejor, para algunos, hasta puede ser divertida.
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La última entrega de la saga de los dinosaurios, "Jurassic World: El reíno caído/ Fallen Kingdom", está dirigida por el español Juan Antonio Bayona ("Lo imposible", "Un monstruo viene a verme") y repite los guionistas de su predecesora, "Jurassic World" (2015). Con una historia a la medida del éxito de taquilla que pretende ser, pierde mucho de la frescura y la emoción que tuvo la primera entrega. El planteo original, que tenía un trasfondo filosófico sobre la intervención del hombre en la naturaleza y el curso de las cosas, aquí se pierde (salvo por una breve intervención de uno de los personajes) y se resuelve como una de las tantas aventuras "palomiteras" de ritmo frenético que estamos acostumbrados a ver.
Han transcurrido tres años desde los eventos que narró la entrega anterior y un cataclismo volcánico amenaza con la destrucción total de la Isla Nublar y de todas las criaturas que la habitan. Ante la negativa del gobierno para intervenir en el rescate de los dinosaurios allí alojados, los creadores del parque recurren a un grupo de mercenarios y a Owen Grady (Chris Pratt) y Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) para salvar por lo menos a los animales más representativos. Pronto se darán cuenta los científicos de que el objetivo no es tan altruista como parecía y que detrás del gran operativo se esconden el tráfico de animales, el desarrollo de armas mortales y la manipulación genética sin control.
Tras el escape desde la isla la acción se traslada a la mansión Lockwood, hogar de unos de los fundadores del Parque Jurásico. Allí viven el anciano Benjamín Lockwood (James Cromwell) y su pequeña nieta Maisie (Isabella Sermon) a quien el guion tiene reservado un lugar muy especial. En esta enorme y apartada propiedad se alojan también los laboratorios de investigación que consiguieron traer de vuelta a los dinosaurios, que permanecen activos y avanzan en nuevas investigaciones.
El argumento del film deja de lado el protagonismo de los dinosaurios. Ahora ya no importa el comportamiento de los animales que dejan de ser protagonistas para pasar a ser personajes secundarios. Con un planteamiento absolutamente maniqueo, los buenos son buenísimos y sin tacha. Los malos son malísimos, codiciosos sin límites morales capaces de cualquier aberración para conseguir sus fines. Esto junto al tipo de acción desmesurada y sin pausa, aleja a la cinta de su origen y queda a la misma altura de multitud de producciones sin entidad propia, de las que salen por docena de las factorías todos los años.
Hay que decir a su favor que la mano de Bayona consigue entreverar, en la desenfrenada concatenación de eventos, algunos momentos de terror magistrales. Escenas y planos que ponen alguna jerarquía en una cinta que por lo demás resulta poco original.
"Jurassic World: El reíno caído/ Fallen Kingdom" abre la puerta a los dinosaurios para que salgan a buscar nuevas aventuras y habilita a la manipulación genética para que nos deleite con historias seguramente espeluznantes. Pero no ofrece nada novedoso ni emocionante como para recordar largamente. La mística del Tyranosaurus Rex se perdió y quedó una más de las tantas películas que solo dan para pasar un rato. Y a lo mejor, para algunos, hasta puede ser divertida.
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