Crítica: "Foxtrot", bailando con el destino
- por © NOTICINE.com
Por Eduardo Larrocha
Samuel Maoz, hebreo, director y guionista de “Foxtrot”, vuelve a hablar en su cine de su experiencia como soldado y ciudadano. A partir de sus vivencias indaga en las contradicciones de su propio país. En Israel hombres y mujeres deben cumplir el servicio militar obligatorio. España abandonó la mili hace algo más de quince años. En “Líbano” la opera prima de este cineasta -considerado como una firme promesa por la revista americana Variety- un escuadrón de soldados israelíes se pasaban 24 horas encerrados en un tanque. En esta nueva película, la inmensidad del desierto del Negev (en hebreo el topónimo quiere decir seco) se queda pequeño para contener la soledad y el absurdo en el que un pequeño grupo de soldados hacen guardia para vigilar un paso de carretera.
En los tiempos muertos el protagonista demuestra y enseña a sus compañeros a bailar el foxtrot. Este baile americano marca los movimientos adelante, derecha y atrás e izquierda y lleva los pasos al punto de partida. Como los ritmos de la vida, este drama con toques de humor negro se desarrolla en clave del clásico relato circular. Samuel Maoz lo plantea como si de un renovada tragedia griega se tratara. Nos sugiere al principio lo que al final confirmamos. La historia contada en tres partes pero con sentido de la unidad se cuenta en secuencias lentas y tensas, a veces interminables, giros de dolor y turbulencias familiares. Sobre todo en la parte central predomina el tedio en el puesto fronterizo. El barracón, más bien autocaravana oxidada, en el que habitan los soldados se va inclinando, como si fuera a hundirse en la ciénaga del Negev.
Michael y Dafna son los padres de Jonathan, interpretado por el joven actor hebreo Yonatan Shiray. Produce un intenso desgarro desde la segunda secuencia asistir al dolor de esos padres ante la pérdida de su hijo en el campo de batalla. Es la primera parte del drama que continúa cuando conocemos el puesto de guardia y los días inútiles de espera. Sarah Adler a la que pudimos ver en María Antonieta de Sofia Coppola da vida a la madre. Lior Ashkenazi es el padre, un actor de teatro, cine y series televisivas en Israel.
En la segunda parte, como si fuera otra película, esta producción de Israel da un giro que recuerda al inesperado vuelco de “Familia”, la opera prima de Fernando León de Aranoa que tanto nos gustó. En ese giro de “Foxtrot” sentimos sorpresa y alivio. Entre uno y otro mundo muestra y reniega de los protocolos burocráticos de la muerte. Con sus interminables espacios en off, su contención narrativa y sus tensos silencios “Foxtrot” no es una película fácil de ver ¿o sí? precisamente por los mismos motivos que cuesta sostener el relato.
"Foxtrot”, coproducida por Francia, Alemania y Suiza, ha conseguido unos cuantos premios nacionales del cine en Israel y otros fuera de su país. Se vio en la última Semana de cine de Valladolid (Seminci) después de conseguir el Gran Premio del jurado del Festival de Venecia. Formó parte de las nueve precandidatas (aunque finalmente no está en el quinteto definitivo) al Oscar a la mejor película en lengua extranjera. ¿Qué lengua? El hebreo de Israel, por supuesto, el idioma en el que es recomendable verla.
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Samuel Maoz, hebreo, director y guionista de “Foxtrot”, vuelve a hablar en su cine de su experiencia como soldado y ciudadano. A partir de sus vivencias indaga en las contradicciones de su propio país. En Israel hombres y mujeres deben cumplir el servicio militar obligatorio. España abandonó la mili hace algo más de quince años. En “Líbano” la opera prima de este cineasta -considerado como una firme promesa por la revista americana Variety- un escuadrón de soldados israelíes se pasaban 24 horas encerrados en un tanque. En esta nueva película, la inmensidad del desierto del Negev (en hebreo el topónimo quiere decir seco) se queda pequeño para contener la soledad y el absurdo en el que un pequeño grupo de soldados hacen guardia para vigilar un paso de carretera.
En los tiempos muertos el protagonista demuestra y enseña a sus compañeros a bailar el foxtrot. Este baile americano marca los movimientos adelante, derecha y atrás e izquierda y lleva los pasos al punto de partida. Como los ritmos de la vida, este drama con toques de humor negro se desarrolla en clave del clásico relato circular. Samuel Maoz lo plantea como si de un renovada tragedia griega se tratara. Nos sugiere al principio lo que al final confirmamos. La historia contada en tres partes pero con sentido de la unidad se cuenta en secuencias lentas y tensas, a veces interminables, giros de dolor y turbulencias familiares. Sobre todo en la parte central predomina el tedio en el puesto fronterizo. El barracón, más bien autocaravana oxidada, en el que habitan los soldados se va inclinando, como si fuera a hundirse en la ciénaga del Negev.
Michael y Dafna son los padres de Jonathan, interpretado por el joven actor hebreo Yonatan Shiray. Produce un intenso desgarro desde la segunda secuencia asistir al dolor de esos padres ante la pérdida de su hijo en el campo de batalla. Es la primera parte del drama que continúa cuando conocemos el puesto de guardia y los días inútiles de espera. Sarah Adler a la que pudimos ver en María Antonieta de Sofia Coppola da vida a la madre. Lior Ashkenazi es el padre, un actor de teatro, cine y series televisivas en Israel.
En la segunda parte, como si fuera otra película, esta producción de Israel da un giro que recuerda al inesperado vuelco de “Familia”, la opera prima de Fernando León de Aranoa que tanto nos gustó. En ese giro de “Foxtrot” sentimos sorpresa y alivio. Entre uno y otro mundo muestra y reniega de los protocolos burocráticos de la muerte. Con sus interminables espacios en off, su contención narrativa y sus tensos silencios “Foxtrot” no es una película fácil de ver ¿o sí? precisamente por los mismos motivos que cuesta sostener el relato.
"Foxtrot”, coproducida por Francia, Alemania y Suiza, ha conseguido unos cuantos premios nacionales del cine en Israel y otros fuera de su país. Se vio en la última Semana de cine de Valladolid (Seminci) después de conseguir el Gran Premio del jurado del Festival de Venecia. Formó parte de las nueve precandidatas (aunque finalmente no está en el quinteto definitivo) al Oscar a la mejor película en lengua extranjera. ¿Qué lengua? El hebreo de Israel, por supuesto, el idioma en el que es recomendable verla.
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