Harvey Weinstein contrató a exagentes del Mossad para desacreditar a mujeres y periodistas que le acusan
- por © Deborah de la Calle-NOTICINE.com
Harvey Weinstein continúa en el punto de mira, esta vez por contratar un "ejército de espias", además de abogados, con el objetivo de investigar y desacreditar los testimonios de las mujeres y los periodistas que le han convertido en un auténtico "apestado" en Hollywood, acusado de depredador sexual e incluso directamente de violador.
Así lo anticipó el reportero de The New Yorker, Ronan Farrow, quien semanas atrás ya publicó un reportaje con varios testimonios de actrices y excolaboradoras del magnate, fundador de Miramax y de The Weinstein Company, durante su aparición en The Late Show con Stephen Colbert. El periodista de investigación prometió que publicaría una nueva pieza sobre Weinstein, una que exploraría "Esta maquinaria que servía para mantenerlo todo tranquilo".
El lunes, la bomba explotó, dejando claro que Farrow no exageraba con sus declaraciones televisivas. The New Yorker, uno de los medios más activos en desvelar la mala conducta sexual de Weinstein, publicó una nueva investigación explosiva en su sitio web titulada "Army of Spies" (Ejército de espías), sobre el contraataque de Harvey Weinstein frente a quienes le han hundido.
Se trata de un informe según el cual el productor y magnate fichó en la primavera de 2016 a dos compañías especializadas en servicios de inteligencia, Kroll y Black Cube. En su web, la segunda se describe como "un elegido grupo de veteranos de las unidades de élite de los servicios secretos israelíes", que incluye a exagentes del Mossad (el temido servicio secreto hebreo), entre otros. A la vez, Farrow asegura que Weinstein, de familia judía, envió a varios reporteros a entrevistar a algunas de sus víctimas, como las actrices Rose McGowan o Annabella Sciorra, para sacarles informaciones que fueran útiles a la defensa de Weinstein.
La revista añade que "se sabía que Weinstein se apoyó durante años en un equipo agresivo de abogados, en pactos de confidencialidad, en acuerdos económicos y en fuertes presiones para evitar que las mujeres dieran un paso al frente".
The New Yorker añade ahora una poderosa novedad a ese escenario. "El objetivo explícito, como aparece en un contrato con Black Cube, era parar la publicación de acusaciones contra Weinstein por sus abusos", se lee en la investigación de Farrow, que sostiene que la compañía cobraría bonus "sustanciosos" si lograba hacerse con informaciones que contribuyeran directamente a esta misión.
Farrow se acercó a Black Cube para hacer comentarios y la firma no no fue prolija en detalles. "Es política de Black Cube no hablar nunca de sus clientes con ningún tercero, y nunca confirmar o negar cualquier especulación hecha con respecto al trabajo de la compañía", dijo la empresa en un comunicado. "Cabe destacar que Black Cube aplica un alto estándares morales para su trabajo, y opera en pleno cumplimiento de la ley de cualquier jurisdicción en la que opere, siguiendo estrictamente la orientación y las opiniones legales proporcionadas por las principales firmas de abogados de todo el mundo".
La actriz Rose McGowan, una de las primeras en denunciar públicamente a Weinstein, relató a Farrow que fue contactada por una empleada de Black Cube para entrevistarse con ella. La mujer usó una identidad falsa —Diana Filip, de una compañía volcada en combatir la discriminación sexual en los lugares de trabajo—, para hablar con McGowan y tratar de sacarle informaciones, además de detalles o páginas enteras de "Brave", el libro de memorias que la actriz publicará el próximo enero. La presunta Filip se reunió también con Ben Wallace, otro reportero de The New Yorker, aunque en este caso aseguró que se llamaba Anna y era una de las víctimas de los abusos de Weinstein.
Por otro lado, Scotland Yard, la policía británica, que al igual que la policía neoyorquina está recopilando datos y testimonios sobre los supuestos abusos y proposiciones deshonestas de Weinstein, recibió un reciente alegato de asalto sexual de Harvey Weinstein. La investigación de los agentes continúa creciendo, luego de que una octava mujer presentara una queja formal, confirmó la policía a Deadline. La última acusación fue hecha a la fuerza policial del Reino Unido el 31 de octubre y afirma que "se recibió una acusación de que el hombre agredió sexualmente a una mujer fuera de la jurisdicción del Reino Unido en 1991. La acusación pasará a la policía local a su debido tiempo". La víctima no ha sido nombrada. Sin embargo, Laura Madden, una asistente de producción irlandesa que trabajó en Miramax, ha alegado anteriormente que a partir de 1991 Weinstein la había "presionado" para que le diera masajes mientras se hospedaba en hoteles de Dublín y Londres.
Farrow asegura además que el productor encargó a dos extrabajadoras de sus empresas que redactaran listas con los nombres de quienes podrían acusarle. Contactada para la investigación, Pamela Lubell, una de las dos responsables de estas listas, confesó sentirse "manipulada", ya que se le dijo que servirían para un libro sobre la productora Miramax, en la que ella había trabajado con Weinstein. La portavoz del magnate, Sallie Hofmeister, ha desmentido también esta acusación y asegurado que, en efecto, sí se trataba de juntar los "nombres relevantes para la realización de un libro sobre Miramax".
"Tras un año de esfuerzos, la campaña de Weinstein para controlar y silenciar se ha derrumbado", escribe Farrow al final de su artículo. Porque lo cierto es que decenas de mujeres han salido públicamente a denunciar los presuntos abusos del productor, que está siendo tratado en una clínica para curar su adicción sexual, y el estallido del caso Weinstein ha abierto la caja de Pandora. Aun así, Annabella Sciorra y Rose McGowan explican en el artículo que la red de espías de Weinstein fue muy efectiva. "Estaba asustada, sabía lo que significaba ser amenazada por él. Temía que me encontrara", declara Sciorra. Y McGowan describe su paranoia con un símil cinematográfico: "Todos me mentían constantemente. Me sentía como en la película 'Luz que agoniza'".
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Así lo anticipó el reportero de The New Yorker, Ronan Farrow, quien semanas atrás ya publicó un reportaje con varios testimonios de actrices y excolaboradoras del magnate, fundador de Miramax y de The Weinstein Company, durante su aparición en The Late Show con Stephen Colbert. El periodista de investigación prometió que publicaría una nueva pieza sobre Weinstein, una que exploraría "Esta maquinaria que servía para mantenerlo todo tranquilo".
El lunes, la bomba explotó, dejando claro que Farrow no exageraba con sus declaraciones televisivas. The New Yorker, uno de los medios más activos en desvelar la mala conducta sexual de Weinstein, publicó una nueva investigación explosiva en su sitio web titulada "Army of Spies" (Ejército de espías), sobre el contraataque de Harvey Weinstein frente a quienes le han hundido.
Se trata de un informe según el cual el productor y magnate fichó en la primavera de 2016 a dos compañías especializadas en servicios de inteligencia, Kroll y Black Cube. En su web, la segunda se describe como "un elegido grupo de veteranos de las unidades de élite de los servicios secretos israelíes", que incluye a exagentes del Mossad (el temido servicio secreto hebreo), entre otros. A la vez, Farrow asegura que Weinstein, de familia judía, envió a varios reporteros a entrevistar a algunas de sus víctimas, como las actrices Rose McGowan o Annabella Sciorra, para sacarles informaciones que fueran útiles a la defensa de Weinstein.
La revista añade que "se sabía que Weinstein se apoyó durante años en un equipo agresivo de abogados, en pactos de confidencialidad, en acuerdos económicos y en fuertes presiones para evitar que las mujeres dieran un paso al frente".
The New Yorker añade ahora una poderosa novedad a ese escenario. "El objetivo explícito, como aparece en un contrato con Black Cube, era parar la publicación de acusaciones contra Weinstein por sus abusos", se lee en la investigación de Farrow, que sostiene que la compañía cobraría bonus "sustanciosos" si lograba hacerse con informaciones que contribuyeran directamente a esta misión.
Farrow se acercó a Black Cube para hacer comentarios y la firma no no fue prolija en detalles. "Es política de Black Cube no hablar nunca de sus clientes con ningún tercero, y nunca confirmar o negar cualquier especulación hecha con respecto al trabajo de la compañía", dijo la empresa en un comunicado. "Cabe destacar que Black Cube aplica un alto estándares morales para su trabajo, y opera en pleno cumplimiento de la ley de cualquier jurisdicción en la que opere, siguiendo estrictamente la orientación y las opiniones legales proporcionadas por las principales firmas de abogados de todo el mundo".
La actriz Rose McGowan, una de las primeras en denunciar públicamente a Weinstein, relató a Farrow que fue contactada por una empleada de Black Cube para entrevistarse con ella. La mujer usó una identidad falsa —Diana Filip, de una compañía volcada en combatir la discriminación sexual en los lugares de trabajo—, para hablar con McGowan y tratar de sacarle informaciones, además de detalles o páginas enteras de "Brave", el libro de memorias que la actriz publicará el próximo enero. La presunta Filip se reunió también con Ben Wallace, otro reportero de The New Yorker, aunque en este caso aseguró que se llamaba Anna y era una de las víctimas de los abusos de Weinstein.
Por otro lado, Scotland Yard, la policía británica, que al igual que la policía neoyorquina está recopilando datos y testimonios sobre los supuestos abusos y proposiciones deshonestas de Weinstein, recibió un reciente alegato de asalto sexual de Harvey Weinstein. La investigación de los agentes continúa creciendo, luego de que una octava mujer presentara una queja formal, confirmó la policía a Deadline. La última acusación fue hecha a la fuerza policial del Reino Unido el 31 de octubre y afirma que "se recibió una acusación de que el hombre agredió sexualmente a una mujer fuera de la jurisdicción del Reino Unido en 1991. La acusación pasará a la policía local a su debido tiempo". La víctima no ha sido nombrada. Sin embargo, Laura Madden, una asistente de producción irlandesa que trabajó en Miramax, ha alegado anteriormente que a partir de 1991 Weinstein la había "presionado" para que le diera masajes mientras se hospedaba en hoteles de Dublín y Londres.
Farrow asegura además que el productor encargó a dos extrabajadoras de sus empresas que redactaran listas con los nombres de quienes podrían acusarle. Contactada para la investigación, Pamela Lubell, una de las dos responsables de estas listas, confesó sentirse "manipulada", ya que se le dijo que servirían para un libro sobre la productora Miramax, en la que ella había trabajado con Weinstein. La portavoz del magnate, Sallie Hofmeister, ha desmentido también esta acusación y asegurado que, en efecto, sí se trataba de juntar los "nombres relevantes para la realización de un libro sobre Miramax".
"Tras un año de esfuerzos, la campaña de Weinstein para controlar y silenciar se ha derrumbado", escribe Farrow al final de su artículo. Porque lo cierto es que decenas de mujeres han salido públicamente a denunciar los presuntos abusos del productor, que está siendo tratado en una clínica para curar su adicción sexual, y el estallido del caso Weinstein ha abierto la caja de Pandora. Aun así, Annabella Sciorra y Rose McGowan explican en el artículo que la red de espías de Weinstein fue muy efectiva. "Estaba asustada, sabía lo que significaba ser amenazada por él. Temía que me encontrara", declara Sciorra. Y McGowan describe su paranoia con un símil cinematográfico: "Todos me mentían constantemente. Me sentía como en la película 'Luz que agoniza'".
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