"Lovely bones / Desde mi cielo" y "Una educación / Enseñanza de vida": Retratos de dos chicas acosadas

Por Alberto Duque López
La primera joven se llama Susie Salmon (como el pez), tiene 14 años, la mayor de tres hermanos. La noche en que fue concebida la madre leía "El exilio y el reino" de Albert Camus y el 6 de diciembre de 1973, la niña fue asesinada por un vecino que conservó su cadáver dentro de una caja fuerte verde y oxidada durante varias semanas.
Susie es la protagonista de una novela de Alice Sebold que hace ocho años fue una de las más populares, especialmente entre los lectores jóvenes porque su historia mezcla, hábilmente, elementos como la magia, lo espiritual, lo místico, lo sentimental, el suspenso, el drama, la tragedia y sobre todo, los lazos familiares que no pueden ser interrumpidos ni por la muerte.
"Lovely Bones" es el título original de la novela y en castellano, "Desde mi cielo", porque busca resumir la situación incómoda, extraña, desesperada y hasta poética de Susie Salmon quien al morir no es enviada ni al cielo, ni menos al infierno: queda ubicada en una zona intermedia, un limbo lleno de jardines, arco iris, fuentes, chorros de luz, personajes juveniles como ella que juegan, nunca duermen, entran y salen con sus fantasías mientras cumplen el oficio más personal e imprescindible: cuidar de los familiares y amigos que quedaron en la tierra y en el caso de Susie, preservarlos de ese asesino que anda suelto, a la espera de sus próximas víctimas.
La película sorprende, desubica y despierta las reacciones más encontradas. Muchos no entienden por qué Peter Jackson, uno de los productores, guionistas y directores más exitosos de todos los tiempos (algunos de los mejores momentos de "Avatar" se le deben a su talento y su empresa de efectos especiales), realizador de la trilogía de "El señor de los anillos" que recaudó 3.000 millones de dólares, recibió 30 nominaciones y 17 premios Oscar, sea capaz de alcanzar una película sencilla, sentimental, llena de magia e insinuaciones esotéricas, mientras el espectador sigue las pesquisas de la niña desde el limbo, tras las huellas de ese asesino (un formidable y austero y peligroso Stanley Tucci, nominado al Oscar secundario) que ronda a su familia.
Si el lector recuerda esa obra maestra, "Expiación" en la que una niña provoca un drama familiar que obliga a un joven a recorrer medio mundo, participar de la primera guerra mundial y encarar la muerte, comprenderá por qué buena parte del encanto que encierra "Desde mi cielo" viene de la voz infantil, los ojos grandes y claros y la mirada perdida de la estupenda Saoirse Ronan, delgada y aparentemente frágil, quien va dejando claves y huellas junto a sus familiares para que anden prevenidos. Quienes conozcan el libro, seguramente echarán de menos el tono sobrio del relato que en la película, gracias a los efectos digitales y las ganas de echar mano del suspenso y una pizca de terror, se convierte en una crónica de gato y ratón. Los actores que interpretan a los atribulados padres (Mark Whalberg y Rachel Weisz), tampoco ayudan a crear dramatismo y dejan que el peso de la película sea compartido por la niña y su asesino.
La segunda joven se llama Jenny, vive en Londres con sus padres en una casa modesta y es el símbolo de esa generación adolescente que sintió y soportó lo gris, lo opaco, lo reducido, lo puritano, lo mezquino, lo moralista, lo hipócrita y lo mediocre de ese comienzo de los años sesenta cuando Inglaterra apenas se reponía de los destrozos y las carencias dejados por la guerra, elementos que fueron recogidos con humor negro, cinismo y desenfado por la escritora Lynn Barber en un escandaloso artículo publicado en la revista "Granta", convertido en guión por Nick Hornby y dirigido por Lone Sherfig.
"Enseñanza de vida" (en América Latina) o "Una educación" (en España) es una película alegre, mezcla de ingenuidad y malicia que sigue las andanzas de Jenny, espíritu libre que escucha las canciones de Juliette Greco, aprende francés, buenos modales en su estricto colegio y lecciones de cello, mientras se aburre con la disciplina que le imponen los padres, acepta su encierro, sueña con una libertad lejana sin saber que dentro de pocos años llegarán la revolución de las flores y los Beatles y los hippies, y la marihuana y el sexo libre y las protestas contra las autoridades en todas las ciudades europeas. Vive como una ostra hasta cuando aparecen las orejas del lobo.
Para comprender mejor el entorno en que transcurre la aburrida y apagada vida de la muchacha (la increíble y hermosa Carey Mulligan) y sus padres (Alfred Molina y Cara Seymour), hay que recordar que Inglaterra en 1961 no se preocupaba por conocer o aceptar los cambios sociales y culturales que se sentían en otros países y que después que el Primer Ministro Harold Macmillan proclamara que ‘la mayoría de nuestra gente nunca había estado tan bien’, las familias inglesas promedio continuaban llevando vidas reservadas y ahorrativas. En realidad, los sesentas no empezaron hasta casi 1963 o 1964. Antes de eso todo estaba bastante apagado, había racionamientos, era muy difícil viajar al extranjero debido a las normativas de divisas, había muy poca variedad de comida disponible, había tantas y tantas cosas que no tenían en ese país.
La fractura de esa vida apagada se produce cuando la chica conoce a David, un joven apuesto de 30 años, agresivo y ambicioso (Peter Sarsgaard) quien con una pareja amiga trastoca el orden, la mesura, las carencias y la medianía que Jenny practica con sus 16 años cumplidos. Embaucador, delincuente, mentiroso, seductor y atractivo, el personaje de David despoja a la chica de la venda que ha llevado, abre sus ojos y le muestra una vida de clubes sociales, champaña, galerías de arte, casas desvalijadas, joyas, conciertos y sobre todo, viajes, a la ciudad que Jenny siempre había querido conocer, donde celebra dos acontecimientos, uno de ellos, sus 17 años.
Curiosamente los padres conservadores, estrictos y ciegos no se oponen a una relación que despierta las sospechas, la ira y sobre todo la decepción de la directora del colegio (Emma Thompson) quien intenta abrir los ojos de la niña y advertirla del peligro en que se halla, un peligro emocionante, delicioso, erótico, lujoso, egoísta y superficial que se convierte en la auténtica educación del personaje, una educación que produce dolor, angustia y desazón. Sobre todo cuando las puertas de Oxford estaban a la mano.
En ese proceso de seducción, cambios y engaños son claves los dos amigos o compinches de David, porque en realidad ella es seducida y arrastrada por tres personajes. Como dice alguien, "cuando estás creciendo, puedes ir por un mal camino, ser engañada, involucrarte en cosas en las que no deberías involucrarte. Te olvidas de lo que es importante en tu vida, eres impulsada dentro de algo de lo cual no formas parte y encontrar que es emocionante". A esa educación se refiere el título. La pérdida irreversible y voluntaria de la inocencia. Ella no es una víctima, todo lo acepta porque quiere conocer el sabor de la champaña, las ostras y el sexo. Y París, por supuesto.