50 años de la Década Prodigiosa (2): "Sin Aliento / Al final de la escapada", Godard transgresor

Por Alberto Duque López
El 8 de febrero de 1961 en su columna del New York Times, el crítico Bosley Crowther para referirse al estreno en Estados Unidos de la película francesa "Sin Aliento / Al final de la escapada" de Jean-Luc Godard, utilizó estos términos: "sórdida; utiliza un vocabulario indecente y vulgar; un tema sin interés para el espectador; estilo fotográfico excéntrico; emociones erráticas; un nuevo, hipnótico y feo actor; no es una película para niños ni personas decentes; irrefrenablemente viciosa y erótica; con un protagonista sangriento e inmoral que se la pasa fumando, corriendo y tocándose los labios para demostrar sus conflictos; una banda sonora llena de cacofonías…"
La reacción del crítico fue la misma de las buenas conciencias que por esos meses quedaron asustadas, desubicadas, impresionadas, sorprendidas y tocadas a fondo por esa propuesta narrativa e ideológica que rompía con todas las reglas, que alteraba todos los moldes, que reinventaba el cine, que se burlaba de todos los símbolos, que apelaba al humor negro, la improvisación, el erotismo, la violencia gráfica, el hastío, la muerte y sobre todo la más absoluta desesperanza para contar una hermosa y alegre y turbia historia de amor que acaba mal, por supuesto, como deben acabar todas las historias de amor.
50 años después, lo mismo que "La dolce vita" esta fábula sobre un ladrón de pacotilla y una chica norteamericana que anda con los pequeños senos sueltos bajo su camiseta a rayas mientras vende el Herald Tribune en las calles de París, 50 años después, largos y tormentosos, "Sin Aliento / Al final de la escapada" conserva su carga profunda de desprecio hacia las buenas costumbres y sigue divirtiéndonos con esa pareja que solo tiene un elemento en común: su falta de ambición, su despreocupación absoluta por el futuro, su sentido suicida de la vida cada vez más difícil.
Jean-Paul Belmondo, con 27 años y 9 películas en su exitosa carrera, interpreta al hampón Michel Poiccard, maleducado, ignorante, machista, mentiroso, mujeriego, con un cigarrillo siempre encendido entre sus gruesos labios que roza todo el tiempo para exhibir su supuesta dureza, obsesionado con el cuerpo infantil de la chica norteamericana con quien busca copular todos los días. Roba automóviles por el placer de cambiar de modelo, los ofrece a los revendedores, mantiene negocios turbios que fracasan y comete el peor error de su vida, matar a un policía en Marsella mientras su foto en los diarios vespertinos lo convierten en una estrella, lo que siempre había buscado.
Jean Seberg, con 22 años, venía de filmar dos películas míticas al comenzar su carrera, ambas con Otto Preminger, "Santa Juana" (escogida entre 5.000 aspirantes) y "Buenos días, tristeza" sobre la novela de Francoise Sagan. Interpreta a Patricia Franchini, un personaje vulnerable, infantil, inocente, cándido, desarraigado como la chica norteamericana que se gana la vida trabajando en un periódico de París y vendiendo el Herald Tribune en la calle, donde conoce al hampón que la guía por esa ciudad canalla llena de estafadores, asesinos, gigolós y extranjeros a la caza de turistas.
Aparentemente, Poiccard y Patricia nada tienen en común, aparte de la atracción física que los hace tocarse, besarse, acostarse, abrazarse y sentir que no están solos en una ciudad que la cámara anárquica de Raoul Coutard, la historia original de Francois Truffaut, la asistencia de Claude Chabrol, la presencia en pequeños papeles de amigos como el mítico Jean Pierre Melville y la anti-dirección y anti-narración de Godard, convierten en un pequeño infierno donde ella se pasa todo el tiempo preguntando sobre las palabras francesas que no entiende y él, fumando como un loco, robando autos, buscando su nombre y su foto en los vespertinos mientras el hastío los devora a los dos, hasta cuando ella lo denuncia porque no quiere, dice, enamorarse de él.
La última escena es para repetirla muchas veces, antológica. Atrapado por la policía en plena calle luego de recibir el dinero que esperó durante tantas semanas y con una pistola que no quiere tener en la mano, es tiroteado en la espalda, corre en busca de salvación mientras sigue fumando y la cámara lo sigue, testigo de esa muerte buscada porque el personaje está cansado, quiere dormir, quiere olvidarse de todo.
Cae al suelo, boca arriba, exhala la última bocanada de humo, se pasa los dedos por los labios como último gesto de macho francés y es rodeado por los policías y la muchacha que lo contempla, más con curiosidad que con dolor, más con extrañeza que con pena y él la mira con desprecio y desencanto y le dice que es una porquería, y entonces él mismo se cierra los ojos con las manos y muere. Ella, que no ha entendido la palabra pregunta su significado a los policías, se alegra, mira a la cámara con picardía y se pasa los dedos por los labios y entonces (¿sospechamos?) que ha ya no seguirá siendo la joven ingenua que se acuesta con todos y se convertirá en heredera de su amante asesinado.

Y agrega Truffaut: "No había otro camino, desde que se inicia la película, estamos seguros de que al final no hay huida posible, que todo conduce a Michel hacia la muerte, que es inútil soñar con escapar. La atmósfera trágica rodea a esta película, que bien podría resumirse con la frase que acompaña al afiche de "Ten seconds to hell" (1959) pegado en una pared que Michel no ve y que, metafórica, sentencia: "Vivir peligrosamente, hasta el final".
El propio Godard decía: "Lo más difícil para mi es el final. ¿Va el héroe a morir? Al principio pensaba hacer lo opuesto de, por ejemplo, "The Killing". El gángster triunfaría y se iría para Italia con su dinero. Pero esto habría sido una anti convención muy convencional, como hacer que Nana triunfara en "Vivir su vida". Al final me dije que ya que, después de todo, mi ambición confesa era hacer un filme de gangsters normal, no podía contradecir sistemáticamente el género: el tipo tenía que morir".
Para muchos expertos, "Sin Aliento / Al final de la escapada" de Godard y "Los 400 golpes" de Truffaut son los pilares, las fuentes y las raíces, no solo de la Nueva Ola y todos los movimientos que surgieron por esa época en numerosos países, sino de la estructura misma del cine, creada por dos muchachos que antes fueron críticos de Cahiers y decidieron contar sus historias, a su manera, con su sensibilidad, hasta cuando Godard., más radical y comprometido, convirtió su oficio en un acto de auténtico vandalismo y guerrilla que tuvo su momento de esplendor en mayo de 1968, pero esa, es otra historia.
Que sean las palabras de Truffaut, fanático irredento de "Sin Aliento / Al final de la escapada" las que cierren esta evocación apresurada de todo un clásico, cincuenta años después de su estreno: "Antes que una revolución, es una evolución del cine francés, algo a lo que habría que llegar tarde o temprano. Godard reconoce su lugar en el desarrollo del estilo fílmico, e incluso su alejamiento de las normas establecidas es una manifestación del conocimiento y la aceptación de esas normas. Su película no es efecto de una generación espontánea, sus raíces están en la historia del cine. Y quién mejor que Truffaut para reconocerlo: es, de todos los filmes de Godard, el que más me gusta. Es el más triste. Se trata de una obra desgarradora que encierra una desgracia profunda, y hasta, como diría Louis Aragon, ‘profunda, profunda, profunda' ". Ganó el premio Jean Vigo. En efecto, es heredera directa de "L´Atalante". El film de Vigo termina con Jean Dasté y Dita Parlo que se abrazan en el dormitorio. Realmente, aquella noche engendraron un niño: el Belmondo de "Sin aliento / Al final de la escapada".
Previo artículo de esta serie:
50 años de la Década Prodigiosa (1): "La dolce vita", amarga y nostálgica