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Colaboración: El calvario de Bruce Willis

por © NOTICINE.com
Bruce Willis
Bruce Willis
Por Sergio Berrocal        

Bruce Willis era uno de esos actores que contribuían a que sus películas nos dejarán entrar en el mundo de la fantasía positiva. Porque si el cine lo parieron dos industriales franceses, casi ajenos a la fantasía, los hermanos Lumière, no se convirtió en una fábrica de sueños hasta que cayó en manos de unos locos norteamericanos en un lugar llamado Hollywood.

Con la pluma de grandes escritores como William Faulkner, los emprendedores de la fábrica de sueños entraron en nuestras aburridas vidas para decirnos que podíamos ser menos infelices indiferentes. Y nacieron las estrellas de cine.

Lejos de los primitivos John Wayne y tantos monstruos sagrados a pie o a caballo surgió una tarde de bruma espesa un tiparraco llamado Bruce Willis, que pronto se convertiría con sus simpáticas fechorías escritas por genios y ejecutadas por hombres como él y su sonrisa sardónica en el héroe creado para combatir el mal y hacer que desde una cómoda butaca nosotros nos sintiéramos menos peor. Era el nuevo vaquero que sin caballo pero agarrado a su concepción de que hay que combatir siempre a los malos hizo de nosotros hombres y mujeres mejores.

Disfrazado de detective sin suerte y amante de una esposa que le despreciaba o metido en una torre infernal dispuesto siempre a romper la amargura de la derrota, Bruce Willis me hizo más consciente de que aunque la vida sea una tonelada de mierda por metro cuadrado hay que pringarse para limpiarla.

Hoy, en esta mañana de verano consumido por el tiempo, Bruce Willis escucha a veces a su linda esposa decir que ya no puede más. Porque la demencia que se le ha venido encima, de golpe, sin piedad, alejándolo de los estudios de cine, le imposibilita para seguir siendo el héroe preferido, la esperanza de millones y millones de adictos a la terapia del cine.

Bruce Willis tiene solo 68 años pero no será más el auténtico héroe de toda una humanidad apabullada por sátrapas que no nos dejan ni soñar. Eso es al menos lo que dicen los grandes médicos de la cabeza. Bruce Willis sigue sonriendo, pero como un niño que no sabe. El maldito Alzheimer se le está metiendo en el cerebro.

Y ya, nunca más, podrá salvarnos de los perversos. Nunca más le veremos comer un cacho de tarta que ha recibido de un desgraciado negro al que salvó de los malos.

Es el fin de una civilización de los buenos de la pantalla grande e iluminada por colorines.

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