Por Josep Maria Jolis

Todos tenemos debilidades. La mía se llama Scarlett Johansson. Pareceré un guarrete pero es que me encanta, la adoro y la quiero. ¿Qué lo mío es irracional? Tal vez. ¿Qué hay centenares de actrices mejores e igual de hermosas? Me da igual y no lo creo (envidia que tienen algunas). Scarlett me encanta y, si la profecía del fin del mundo que auguraban los mayas se hubiera cumplido, mi deseo habría sido pasar un ratito con la bella e inteligente Johansson.  

Scarlett es el tipo de mujer que nos gusta a muchos hombres (con buen gusto). La vecina voluptuosa, seguramente más sexy que guapa, con una fotogenia que desarma y que nos deja como memos babeantes (sin babear somos igual de memos). Eso es lo evidente pero todo tipo con buen gusto desea que una chica sea inteligente, brillante y con personalidad. ¡Y Scarlett es así! ¡Si el mismísimo Woody Allen cayó rendido a sus pies!

Los más críticos dirán que lleva mucho tiempo sin protagonizar una gran película. ¿Y qué? Una actriz que está en Broadway haciendo "La gata sobre el tejado de zinc caliente" y renunciando a ganar pasta en Hollywood es alguien con personalidad. Y sobre el cine: podría protagonizar  pestiños el resto de su vida. Ella ya nos ha regalado dos interpretaciones inolvidables en dos obras maestras: fue la chica más vulnerable y perdida del mundo en "Lost in Translation" y fue carnalidad, pasión y locura en "Match Point". ¡Que nadie me toque a Scarlett! Lo sé, es una debilidad. Es algo irracional. Por eso me gusta.