50 años de la Década Prodigiosa (4): "Psicosis", las obsesiones de Hitchcock
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Por Alberto Duque López
Esta historia comienza un viernes 11 de diciembre a las 2:34 de la tarde en la árida ciudad de Phoenix, Arizona. Bajo los augurios de la música agresiva del compositor Bernard Hermann y los créditos y títulos armados con líneas que se hacen y deshacen creados por el inmortal Saul Bass, una pareja apura los últimos gestos de placer luego de un rato escaso de soledad, encierro y sexo.
La cámara en busca de los atractivos jóvenes llega desde el exterior y penetra por esa ventana hasta la penumbra fresca donde Marion (Janet Leigh), secretaria, soltera y amante de ese dueño de una ferretería que llega de otra ciudad a visitarla con frecuencia (John Gavin), descubre que está encerrada en una trampa y no tiene cómo salirse. De ahí en adelante, ella y otros personajes intentarán zafarse de esos amarres, inútilmente.
Marion y su amante indeciso forman parte de una película, "Psicosis" que con su director, el inglés Alfred Hitchcock (1889-1980), siguen siendo considerados como los dos nombres más populares y citados en la toda la historia del cine.
Cuando Hitchcock estrenó "Psicosis" en 1960 (calificada por numerosos críticos como la joya de una década prodigiosa por las obras maestras realizadas entonces: "Al final de la escapada / Sin aliento", "La dolce vita" y "Espartaco" entre otras), tenía 71 años y mostraba en su carrera, dividida en etapas dedicadas a los dibujos y los guiones, la dirección de dramas y comedias en Inglaterra, la serie de episodios de televisión (que sigue siendo emitida tantos años después y se mantiene actual) y su trabajo en Hollywood que se prolongó desde 1939.
Al llegar a Hollywood e iniciar su nueva y brillante etapa que nunca fue respetada por la crítica más elitista de Estados Unidos, ya tenía en su carrera títulos como "El enemigo de las rubias / El inquilino" ("The Lodger: A Story of the London Fog"), "La muchacha de Londres / Chantaje" ("Blackmail"), "Asesinato" ("Murder!"), su primera "El hombre que sabía demasiado", "39 escalones", "El agente secreto", "La mujer solitaria / Sabotaje", "Alarma en el expreso / La dama desaparece" ("The Lady Vanishes"), "La posada de Jamaica / La posada maldita" ("Jamaica Inn") entre otros que lo habían convertido no solo en favorito de la mayoría de los críticos europeos sino de los espectadores que iban en busca de una sola sensación: identificar sus miedos, sus zozobras, sus dudas, sus temores, sus desdichas que compartían con esos personajes acorralados. Esos miedos eran exacerbados con los elementos de un género que, hasta ahora, tiene en Hitchcock su maestro absoluto, el suspense o suspenso.
Solo alguien que sentía miedo todo el tiempo, que no confiaba en nadie, que prefería andar solo, que a los cinco años de edad fue encarcelado en una comisaría durante 10 minutos por orden del padre para castigar un delito que el director nunca pudo recordar después, solo alguien con sus raíces católicas y puritanas (llegó virgen al matrimonio a los 25 años y siempre vivió con la misma mujer, aunque enloquecía con las rubias que escogía para sus películas, a quienes robaba sus prendas íntimas y espiaba desnudas en sus camerinos), solo alguien así era capaz de comprender el universo retorcido, enfermo y peligroso de un muchacho llamado Norman Bates quien no solo envenena a la madre y su amante, la momifica y luego asesina a una ladrona que aparece en su motel y al detective que la busca, en dos de las escenas más difíciles y elaboradas del cine. Por eso "Psicosis" permanece.
Entonces, a partir de 1940 inicia la que sería su etapa más comercial, apetecida por millones de espectadores en el mundo y despreciada por los críticos de Nueva York y Los Angeles quienes, con el tiempo, quizás empujados por el ejemplo de otros realizadores y críticos como Claude Chabrol, Eric Rohmer y Francois Truffaut (quienes tienen dos libros fundamentales para comprender mejor el universo del director), tendrían que corregir sus conceptos negativos.

En todas esas películas que fueron éxitos de taquilla dirigió a los actores más importantes y populares del momento: Judith Anderson, Albert Bassermann, Michael Chekhov, Claude Rains, Joan Fontaine, Laurence Olivier, Ingrid Bergman, Anthony Perkins, Montgomery Clift, Janet Leigh, Anny Ondra, Madeleine Carroll, Grace Kelly, Eva Marie Saint, Kim Novak, Vera Miles y Tippi Hedren, James Stewart, Gregory Peck, Paul Newman, Julie Andrews, con algunos de los cuales repitió.
Hitchcock solo buscaba entretener al espectador, que la pasara bien, que manejara los elementos que le entregaba (desconocidos por los personajes en la pantalla, por supuesto) y los fuera aplicando a medida que la trama avanzaba. Pocas películas tan lógicas, simples, organizadas y entretenidas como las de este hombre que siempre apareció en escena durante breves momentos, como una marca de fábrica y cuando era físicamente imposible, como a bordo de una embarcación en mitad del océano, entonces mostraba un periódico con su foto.
Cascarrabias, impaciente, desconfiado, celoso, posesivo, moralista y con un humor negro que no lo abandonó, ni siquiera cuando en sus últimos ya no pudo moverse y tuvo que dejar en el aire algunos proyectos.
Siempre tuvo ideas claras y precisas sobre el cine que realizaba: en las peores situaciones de peligro, solo el espectador supiera lo que estaba pasando y sufriera cuando, por torpeza o ignorancia, los protagonistas se enredaran más en sus propias trampas; en muchas ocasiones, para sorprender más al público, utilizaba un recurso, el "Mc Guffin", un elemento que la cámara mostraba con insistencia (en "Psicosis" los 40.000 dólares que no son tan importantes); en varias ocasiones los personajes sufrían porque los confundían con criminales, eran castigados y debían enfrentar el rigor de la Ley; algunas situaciones alarmantes y peligrosas nunca eran explicadas, simplemente sucedían, como en "Los Pájaros"; en ocasiones los inocentes dudaban de ellos mismos mientras los malvados triunfaban; las palabras sobran si hay una buena escena de acción y mientras menos hablen los actores, mejor; que el espectador siempre debía participar de la acción y eso se lograba con la ubicación de la cámara...en una palabra: mientras más sencilla la película, más goce del espectador y mayor disfrute de ese género llamado suspenso que tiene tantos admiradores.

Hitchcock lleva al espectador de la mano, le proporciona pistas falsas que luego corrige mientras la atmósfera de hace más opresiva e irrespirable. Por respeto a quienes no la han visto, no revelamos la clave de todo el misterio que se conocen a pocos minutos del final pero es un desenlace como pocos, a lamedida de un maestro que conocía los abismos de los seres humanos, los contemplaba como la araña a los insectos y luego los atacaba. Sentimos sorpresa, desconcierto, pavor y al mismo tiempo compasión por ese personaje interpretado trémulamente por Perkins.
Sobre todo con esa mosca que se pasea por su brazo inerte.
ANTERIORES CAPÍTULOS DE ESTA SERIE:
- "Al final de la escapada / Sin aliento"
- "La dolce vita"
- "Espartaco"