Colaboración: La Luna de todos los horrores
- por © P.L.-NOTICINE.com

Por Sergio Berrocal*
Te quedas aterrado delante de tanta nada inútil, nada que ver con la de Carmen Laforet, nada que ver con la nada más circunspecta de la desesperación. Te metes en la película y ya no sales de tu indignación. Faltan adjetivos para calificar tamaño desaguisado visto y revisto por gente que se supone es medianamente inteligente. Y plebiscitado por millones de jóvenes, adolescentes e imagino que adultos adulterados. Es "Luna llena", una producción millonaria más de "La saga Crepúsculo".
Imbecilidad es un grado que esta película no se merece. Porque no es nada. Y el argumento de llorar después de rezar por la salvación del mundo: una muchacha, decaída, aparentemente anoréxica por vocación, que está enamorada de un vampiro etéreo. Amor contrariado por la presencia de una pandilla de muchachos-lobos, de una fealdad digna de concurso de belleza. ¿Por qué los vampiros y los lobos transformistas se odian? Tendré que leerme los varios volúmenes de la escritora creadora para enterarme. Pero después del electrochoque de esta memez sin fronteras prefiero morir tonto, degollado, o pisoteado por la hoja triangular de una guillotina mal afilada. Todo antes que ese crepúsculo que trae la luna nueva maldita. Me entran ganas de ser hombre lobo para degollar a todos los malditos vampiros que han rodado esa cosa.
De esta película insensata, en la que me metí por una fatalidad de la vida que no puedo justificar ni con un burger doble y cola al por mayor, sales temblando de indignación de la buena, la que llevó a los ingleses a convertir a Juana de Arco en una dorada criatura para manjar de los infieles devoradores de vírgenes calenturientas.
Y como dicen que esto, repito "Luna Nueva", es una película para adolescentes y jóvenes tiembla por tus hijos. La mayoría de los millones de incautos descerebrados que han caído en la trampa peliculera seguramente creerán que lo que no dice la película son sus valores. Lo espantoso es que la supuesta virgen que ama al vampiro que se hubiese privado de sangre por una velada en El Lido de "Muerte en Venecia" y sus muchachos lobos repletos de músculos de gimnasio pandillero nunca conocerán a "El Principito". Ni siquiera a Carlitos Brown, y menos aún a Snoopy.
Esa cosa que he visto en un cine perdido del fondo de Andalucía, con relentes de mar Mediterráneo que lleva hasta los terroristas de Mauritania, la firma un tal Chris Weitz, cuyas dos obras maestras cinematográficas son "American Pie" y "About A Boy".
Aclamemos su sabiduría, así como la de la autora de la saga Crepúsculo, Stephenie Meyer o algo parecido.
Mi butaca estaba a cientos de kilómetros de donde la luchadora saharaui, Aminatu Haidar, mantiene una huelga del hambre para pedir el derecho a regresar a su casa en Al Aiun, allá por ese Sahara del que los marroquíes se apoderaron hace ya con la complicidad de la cobardía de los españoles. Nadie quiere dar la cara. La mujer se consume y los grandes de este mundo de "Luna nueva" miran a otro lado. Tal vez se hayan imbuido de la filosofía de esa saga maléfica. En Afganistán se sigue matando, en Irak se sigue muriendo, en Africa la miseria ya no es tan feroz como la traición de políticos corruptos que se miran el ombligo.
Imagino con terror que la nueva generación que salga de la filosofía lunera no les defraudarán.
Por favor, señores productores, denme películas malas pero distraidas y no dañinas.
Hay películas más malas que buenas pero que parecen todo lo contrario y te dejan el alma más templada que un paracetamol con gripe después de haber revisto una genialidad del sueco Ingmar Bergman o la aplicada militancia de Adrzej Wajda.
Millones de personas contemplaban esa "Luna nueva" en el mundo entero, y probablemente más en Estados Unidos, cuando el presidente Barack Obama recogía su Premio Nobel de la Paz y aprovechaba la oportunidad para hacer la apología de la guerra… como solución de la paz. Le aplaudieron, le congratularon, aunque él se fue corriendo, como si le diera vergüenza.
Los hacedores de esos filmes nefastos están enterrando la infancia de dos mil años y están promoviendo una “civilización” de enucos mentales.
Piedad. Que Jesús está a punto de nacer.
(*): Sergio Berrocal es periodista y crítico de cine. Su último libro: "Crónicas sin güisqui" (www. publibook.com).
Te quedas aterrado delante de tanta nada inútil, nada que ver con la de Carmen Laforet, nada que ver con la nada más circunspecta de la desesperación. Te metes en la película y ya no sales de tu indignación. Faltan adjetivos para calificar tamaño desaguisado visto y revisto por gente que se supone es medianamente inteligente. Y plebiscitado por millones de jóvenes, adolescentes e imagino que adultos adulterados. Es "Luna llena", una producción millonaria más de "La saga Crepúsculo".
Imbecilidad es un grado que esta película no se merece. Porque no es nada. Y el argumento de llorar después de rezar por la salvación del mundo: una muchacha, decaída, aparentemente anoréxica por vocación, que está enamorada de un vampiro etéreo. Amor contrariado por la presencia de una pandilla de muchachos-lobos, de una fealdad digna de concurso de belleza. ¿Por qué los vampiros y los lobos transformistas se odian? Tendré que leerme los varios volúmenes de la escritora creadora para enterarme. Pero después del electrochoque de esta memez sin fronteras prefiero morir tonto, degollado, o pisoteado por la hoja triangular de una guillotina mal afilada. Todo antes que ese crepúsculo que trae la luna nueva maldita. Me entran ganas de ser hombre lobo para degollar a todos los malditos vampiros que han rodado esa cosa.
De esta película insensata, en la que me metí por una fatalidad de la vida que no puedo justificar ni con un burger doble y cola al por mayor, sales temblando de indignación de la buena, la que llevó a los ingleses a convertir a Juana de Arco en una dorada criatura para manjar de los infieles devoradores de vírgenes calenturientas.
Y como dicen que esto, repito "Luna Nueva", es una película para adolescentes y jóvenes tiembla por tus hijos. La mayoría de los millones de incautos descerebrados que han caído en la trampa peliculera seguramente creerán que lo que no dice la película son sus valores. Lo espantoso es que la supuesta virgen que ama al vampiro que se hubiese privado de sangre por una velada en El Lido de "Muerte en Venecia" y sus muchachos lobos repletos de músculos de gimnasio pandillero nunca conocerán a "El Principito". Ni siquiera a Carlitos Brown, y menos aún a Snoopy.
Esa cosa que he visto en un cine perdido del fondo de Andalucía, con relentes de mar Mediterráneo que lleva hasta los terroristas de Mauritania, la firma un tal Chris Weitz, cuyas dos obras maestras cinematográficas son "American Pie" y "About A Boy".
Aclamemos su sabiduría, así como la de la autora de la saga Crepúsculo, Stephenie Meyer o algo parecido.
Mi butaca estaba a cientos de kilómetros de donde la luchadora saharaui, Aminatu Haidar, mantiene una huelga del hambre para pedir el derecho a regresar a su casa en Al Aiun, allá por ese Sahara del que los marroquíes se apoderaron hace ya con la complicidad de la cobardía de los españoles. Nadie quiere dar la cara. La mujer se consume y los grandes de este mundo de "Luna nueva" miran a otro lado. Tal vez se hayan imbuido de la filosofía de esa saga maléfica. En Afganistán se sigue matando, en Irak se sigue muriendo, en Africa la miseria ya no es tan feroz como la traición de políticos corruptos que se miran el ombligo.
Imagino con terror que la nueva generación que salga de la filosofía lunera no les defraudarán.
Por favor, señores productores, denme películas malas pero distraidas y no dañinas.
Hay películas más malas que buenas pero que parecen todo lo contrario y te dejan el alma más templada que un paracetamol con gripe después de haber revisto una genialidad del sueco Ingmar Bergman o la aplicada militancia de Adrzej Wajda.
Millones de personas contemplaban esa "Luna nueva" en el mundo entero, y probablemente más en Estados Unidos, cuando el presidente Barack Obama recogía su Premio Nobel de la Paz y aprovechaba la oportunidad para hacer la apología de la guerra… como solución de la paz. Le aplaudieron, le congratularon, aunque él se fue corriendo, como si le diera vergüenza.
Los hacedores de esos filmes nefastos están enterrando la infancia de dos mil años y están promoviendo una “civilización” de enucos mentales.
Piedad. Que Jesús está a punto de nacer.
(*): Sergio Berrocal es periodista y crítico de cine. Su último libro: "Crónicas sin güisqui" (www. publibook.com).