Colaboración: James Dean, 54 años después (I)
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Por Alberto Duque López
El año pasado, por estas fechas (26 de septiembre), lamentábamos la pérdida irreparable de Paul Newman, y comentábamos cómo, gracias al humor negro de la vida o las coincidencias que el cine provoca o simplemente por circunstancias cotidianas, el inolvidable actor, director, productor, activista político y empresario se había marchado a un nuevo set, pocas horas antes de cumplirse otro aniversario de la desaparición de uno de sus mejores amigos, James Dean, quien este miércoles 30 completa 54 años de haber protagonizado la escena más espectacular e inolvidable de toda su carrera y toda su vida.
Una vida que el también desaparecido director francés Francois Truffaut resumió con estas palabras: inadaptado y confundido, pelo revuelto, párpados hinchados, ojos miopes, cigarrillo en los labios y gesto de desamparo, era un héroe baudelaireano tan seductor, que podría matar a su madre cada noche y siempre se ganaría la aprobación del público.
Como una prueba de que la leyenda James Dean antes que apagarse, todos los años crece en intensidad, esta semana que pasó fueron relanzados el documental que busca analizar hasta los huesos todos esos elementos que conformaban la personalidad del actor, modelo de millones de jóvenes en el mundo entero, en todos lo idiomas, obsesionados con la figura desgarbada siempre en jeans y camisetas que ha representado mejor que nadie la libertad, la rabia, la independencia, la imaginación, la soledad, la tristeza, las ganas de morir, las ansias de destruirse y sobre todo, un talento absolutamente desperdiciado.
El documental titulado curiosamente, "Dean, el desconocido", realizado por tres estudiantes de la escuela de cine de Nueva York y compuesto por medio centenar de entrevistas con sociólogos, sicólogos, historiadores del cine y, por supuesto, familiares y amigos que, rescatados del olvido, vuelven a contar sus recuerdos en medio de la niebla cada vez más espesa de la memoria.
Además del documental fue reeditada la biografía, "James Dean regresa de las cenizas", armada sobre las entrevistas, las apariciones públicas y sobre todo, para delicia de sus seguidores, sostenida por los diálogos de sus tres películas, esas escasas palabras que quiso pronunciar en manos de esos tres directores que tuvieron la fortuna de cruzarse en el camino de una leyenda que, como van las cosas, amenaza con eternizarse, como Marilyn Monroe y Elvis Presley y Frank Sinatra, entre otros: Elia Kazan con "Al este del paraíso", Nicholas Ray con "Rebelde sin causa" y George Stevens con "Gigante".
Por supuesto, este miércoles 30, miles de fanáticos detendrán su respiración a la una de la tarde como ese otro 30 de septiembre de 1955, y recrearán en el mismo sitio de la tragedia, en una de las intersecciones de la autopista que une Paso Robles con Los Angeles, California, el momento en que James Dean estrelló su Porsche Spyder contra otro vehículo, cuyo conductor alcanzó a divisarlo varios segundos antes, redujo la velocidad, recibió el impacto salvaje y sobrevivió milagrosamente. El actor estaba finalizando el rodaje de "Gigante". Murió como había vivido: de prisa, salvaje y solitariamente, apenas con tiempo
Durante el rodaje de las tres películas, su aire solitario, su aspecto de ángel derrotado y sus ansias sexuales y sentimentales desaforadas estremecieron a tres jóvenes bellezas como Pier Angeli, Natalie Wood y Elizabeth Taylor con quienes sostuvo encendidos romances, dentro y fuera de los rodajes. En su nota de suicida, la primera habría de proclamar que el único amor de su vida era ese muchacho de jeans, pelo largo y gabardina sucia.
Durante este medio siglo después de su muerte salvaje, James Dean ha sido adorado y eternizado por millones de adolescentes de todo el mundo, con su chaqueta roja, su pelo rubio, sucio y largo, sus jeans con medias blancas y mocasines, sus autos deportivos que los estudios trataban de esconderle y en miles de habitaciones sigue rampantes los afiches con las escenas más recordadas del ídolo: acostado en un convertible en el set de "Gigante" con la mansión al fondo; hablando con Elizabeth Taylor arrodillada a sus pies; caminando bajo la lluvia, con su gabardina, mientras Times Square se desdibuja como una pecera nostálgica; echado en el suelo al lado de Sal Mineo, jugando con un mono de cuerda, y así sucesivamente.
Dicen que Robert de Niro, Al Pacino, Dustin Hoffman y otros son herederos de los gestos de James Dean, quien a su vez tomó lo mejor y lo peor de Marlon Brando. Puede ser. Lo importante es contemplar a Dean en algunas escenas claves que demuestran toda la fuerza dramática, la intensidad y sobre todo, la soledad imaginativa que escondía con sus escasos años, suficientes para estremecer con el encuentro de Caleb con la madre en el burdel, o el momento en que descubre las medias de colores diferentes en el cadáver de Sal Mineo o esa escena después de la aparición del petróleo, cuando llega a la casa de Hudson y Taylor, sucio y desafiante, sabiéndose dueño del universo, el mismo que sigue rigiendo después de muerto.
Por supuesto, en algunas salas de arte, todos estos días han proyectado el documental de Jim Sheridan, "James Dean: forever young" y reaparecieron las biografías "James Dean", de George Perry, y "James Dean fifty years ago", libro del fotógrafo de Magnum, Dennis Stock- aportes más interesantes para descifrar las claves de una figura tan atractiva como autodestructiva para la juventud occidental. Además de la nueva emisión de un estuche con cuatro discos que recogen las tres películas del héroe.
Este 30 de septiembre todo el pueblo de Fairmount, en el verdadero Far West, se reúne en torno a su tumba, meta de peregrinos con su lápida de mármol rosa, réplica exacta de la original, robada en 1983, y de la copia, robada en 1998. James Dean: 1931-1955, dice, como única referencia al mito que enorgullece a Fairmount tanto "como el haber sido la cuna de la hamburguesa, del helado de cucurucho y del primer carro sin caballo, bastante antes del que logró armar Henry Ford".
Es que para ser recordado basta la referencia a su muerte antes de cumplir los 25 porque fue el primer muchacho del cine que hizo de joven representando, sin pretenderlo siquiera, a toda una generación de chicos perdidos como él. El francés Edgar Morin escribió que a partir de Dean "la adolescencia llegó a ser consciente de sí misma como grupo particular de edad, oponiéndose a otros grupos de edad y definiendo su propio espacio imaginario y espacios culturales".
Alguien dijo que, "detrás de este mito hubo un chico inquieto, poco paciente, acomplejado por su miopía y por su baja estatura -un metro setenta y siete-, que fascinaba a hombres y mujeres con su desapego por las formas, sus suéteres remendados y los jeans desteñidos y andrajosos (en tiempos en que no se usaban), y esos ojos increíblemente azules de seductor perverso y carnero degollado.
Pasó por la vida como una ráfaga y nadie arriesga a apostar si hubiera llegado a ser mito de no haber muerto tan joven, con una carrera cinematográfica de apenas 16 meses y tan sólo tres películas filmadas para la Warner Bros. -de los que él sólo llegó a ver una: `Al este del Paraíso`".
Otro escribió que Dean, "vivió buscando gozar en una fracción de segundo la intensidad de una vida incierta, y era tan temerario y amaba de tal forma los motores que los productores de Hollywood le prohibieron por contrato participar en carreras de automóviles mientras durara la filmación. Allá iba el 30 de septiembre, ya casi terminado el rodaje de "Gigante", a correr en las pistas de Salinas, cuando lo encontró la muerte en un cruce de caminos.
El año pasado, por estas fechas (26 de septiembre), lamentábamos la pérdida irreparable de Paul Newman, y comentábamos cómo, gracias al humor negro de la vida o las coincidencias que el cine provoca o simplemente por circunstancias cotidianas, el inolvidable actor, director, productor, activista político y empresario se había marchado a un nuevo set, pocas horas antes de cumplirse otro aniversario de la desaparición de uno de sus mejores amigos, James Dean, quien este miércoles 30 completa 54 años de haber protagonizado la escena más espectacular e inolvidable de toda su carrera y toda su vida.
Una vida que el también desaparecido director francés Francois Truffaut resumió con estas palabras: inadaptado y confundido, pelo revuelto, párpados hinchados, ojos miopes, cigarrillo en los labios y gesto de desamparo, era un héroe baudelaireano tan seductor, que podría matar a su madre cada noche y siempre se ganaría la aprobación del público.
Como una prueba de que la leyenda James Dean antes que apagarse, todos los años crece en intensidad, esta semana que pasó fueron relanzados el documental que busca analizar hasta los huesos todos esos elementos que conformaban la personalidad del actor, modelo de millones de jóvenes en el mundo entero, en todos lo idiomas, obsesionados con la figura desgarbada siempre en jeans y camisetas que ha representado mejor que nadie la libertad, la rabia, la independencia, la imaginación, la soledad, la tristeza, las ganas de morir, las ansias de destruirse y sobre todo, un talento absolutamente desperdiciado.
El documental titulado curiosamente, "Dean, el desconocido", realizado por tres estudiantes de la escuela de cine de Nueva York y compuesto por medio centenar de entrevistas con sociólogos, sicólogos, historiadores del cine y, por supuesto, familiares y amigos que, rescatados del olvido, vuelven a contar sus recuerdos en medio de la niebla cada vez más espesa de la memoria.
Además del documental fue reeditada la biografía, "James Dean regresa de las cenizas", armada sobre las entrevistas, las apariciones públicas y sobre todo, para delicia de sus seguidores, sostenida por los diálogos de sus tres películas, esas escasas palabras que quiso pronunciar en manos de esos tres directores que tuvieron la fortuna de cruzarse en el camino de una leyenda que, como van las cosas, amenaza con eternizarse, como Marilyn Monroe y Elvis Presley y Frank Sinatra, entre otros: Elia Kazan con "Al este del paraíso", Nicholas Ray con "Rebelde sin causa" y George Stevens con "Gigante".
Por supuesto, este miércoles 30, miles de fanáticos detendrán su respiración a la una de la tarde como ese otro 30 de septiembre de 1955, y recrearán en el mismo sitio de la tragedia, en una de las intersecciones de la autopista que une Paso Robles con Los Angeles, California, el momento en que James Dean estrelló su Porsche Spyder contra otro vehículo, cuyo conductor alcanzó a divisarlo varios segundos antes, redujo la velocidad, recibió el impacto salvaje y sobrevivió milagrosamente. El actor estaba finalizando el rodaje de "Gigante". Murió como había vivido: de prisa, salvaje y solitariamente, apenas con tiempo
Durante el rodaje de las tres películas, su aire solitario, su aspecto de ángel derrotado y sus ansias sexuales y sentimentales desaforadas estremecieron a tres jóvenes bellezas como Pier Angeli, Natalie Wood y Elizabeth Taylor con quienes sostuvo encendidos romances, dentro y fuera de los rodajes. En su nota de suicida, la primera habría de proclamar que el único amor de su vida era ese muchacho de jeans, pelo largo y gabardina sucia.
Durante este medio siglo después de su muerte salvaje, James Dean ha sido adorado y eternizado por millones de adolescentes de todo el mundo, con su chaqueta roja, su pelo rubio, sucio y largo, sus jeans con medias blancas y mocasines, sus autos deportivos que los estudios trataban de esconderle y en miles de habitaciones sigue rampantes los afiches con las escenas más recordadas del ídolo: acostado en un convertible en el set de "Gigante" con la mansión al fondo; hablando con Elizabeth Taylor arrodillada a sus pies; caminando bajo la lluvia, con su gabardina, mientras Times Square se desdibuja como una pecera nostálgica; echado en el suelo al lado de Sal Mineo, jugando con un mono de cuerda, y así sucesivamente.
Dicen que Robert de Niro, Al Pacino, Dustin Hoffman y otros son herederos de los gestos de James Dean, quien a su vez tomó lo mejor y lo peor de Marlon Brando. Puede ser. Lo importante es contemplar a Dean en algunas escenas claves que demuestran toda la fuerza dramática, la intensidad y sobre todo, la soledad imaginativa que escondía con sus escasos años, suficientes para estremecer con el encuentro de Caleb con la madre en el burdel, o el momento en que descubre las medias de colores diferentes en el cadáver de Sal Mineo o esa escena después de la aparición del petróleo, cuando llega a la casa de Hudson y Taylor, sucio y desafiante, sabiéndose dueño del universo, el mismo que sigue rigiendo después de muerto.
Por supuesto, en algunas salas de arte, todos estos días han proyectado el documental de Jim Sheridan, "James Dean: forever young" y reaparecieron las biografías "James Dean", de George Perry, y "James Dean fifty years ago", libro del fotógrafo de Magnum, Dennis Stock- aportes más interesantes para descifrar las claves de una figura tan atractiva como autodestructiva para la juventud occidental. Además de la nueva emisión de un estuche con cuatro discos que recogen las tres películas del héroe.
Este 30 de septiembre todo el pueblo de Fairmount, en el verdadero Far West, se reúne en torno a su tumba, meta de peregrinos con su lápida de mármol rosa, réplica exacta de la original, robada en 1983, y de la copia, robada en 1998. James Dean: 1931-1955, dice, como única referencia al mito que enorgullece a Fairmount tanto "como el haber sido la cuna de la hamburguesa, del helado de cucurucho y del primer carro sin caballo, bastante antes del que logró armar Henry Ford".
Es que para ser recordado basta la referencia a su muerte antes de cumplir los 25 porque fue el primer muchacho del cine que hizo de joven representando, sin pretenderlo siquiera, a toda una generación de chicos perdidos como él. El francés Edgar Morin escribió que a partir de Dean "la adolescencia llegó a ser consciente de sí misma como grupo particular de edad, oponiéndose a otros grupos de edad y definiendo su propio espacio imaginario y espacios culturales".
Alguien dijo que, "detrás de este mito hubo un chico inquieto, poco paciente, acomplejado por su miopía y por su baja estatura -un metro setenta y siete-, que fascinaba a hombres y mujeres con su desapego por las formas, sus suéteres remendados y los jeans desteñidos y andrajosos (en tiempos en que no se usaban), y esos ojos increíblemente azules de seductor perverso y carnero degollado.
Pasó por la vida como una ráfaga y nadie arriesga a apostar si hubiera llegado a ser mito de no haber muerto tan joven, con una carrera cinematográfica de apenas 16 meses y tan sólo tres películas filmadas para la Warner Bros. -de los que él sólo llegó a ver una: `Al este del Paraíso`".
Otro escribió que Dean, "vivió buscando gozar en una fracción de segundo la intensidad de una vida incierta, y era tan temerario y amaba de tal forma los motores que los productores de Hollywood le prohibieron por contrato participar en carreras de automóviles mientras durara la filmación. Allá iba el 30 de septiembre, ya casi terminado el rodaje de "Gigante", a correr en las pistas de Salinas, cuando lo encontró la muerte en un cruce de caminos.